Pesadilla

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Aún tratándose de un bosque en el que el sol me daba calor colándose entre las ramas de los árboles, cerré los ojos y vino el frío. Todo a mi alrededor desaparecía. El césped, el cielo, el sonido de los animales no estaban ahí. Todo era gris, había fuego por todas partes y se escuchaban los cascos como solo podía sonar el acero de las armaduras élficas.

Una sombra estaba aproximándose hacia mí. Era eso, una sombra. No distinguía su rostro, ni siquiera la forma de su vestimenta. Soltó una risa que me hacía daño a los oídos.

—Perro de Kamasylvia, protege a las ganelle. Solo inténtalo y muere.

Retrocedí unos pasos bloqueado, sin saber qué hacer. Lo primero que hice por instinto fue sacar el arco y me envolví en unas chispas que me alertaban de que, en efecto, estaba en peligro. Y, sin embargo, en el momento que intenté sacar una flecha, no salió y la cuerda del arco se partió sola. Miré lo que era mi arma incrédulo, temiendo que fuese alguna clase de magia de esa sombra, la cual volvió a pronunciar unas palabras que se metían en mi oído como si quisiera romperme por dentro.

—No puedes contra mí porque eres débil. Más que el resto de los tuyos.

Y entonces el enemigo se movió rápido. Mi pecho sintió cómo me empujaba hacia atrás y no pude hacer más que perder el equilibrio. Caí. Pero no había suelo, seguí cayendo. La luz de ese fuego bélico se iba alejando a medida que me adentraba en un vacío que no parecía tener fin. Aún mi oído chirriaba, no lograba ver nada... perdí la fuerza en la mano y solté mi arco roto, el único arma que sé que me protegería. Y caía, y caía. Cada vez hacía más frío. Mi cuerpo estaba alarmado envolviéndose aún en chispas. Estaba en peligro, posiblemente más que nunca. 

Esa caída fue interrumpida por fin. Choqué encima de algo que parecía de un árbol enorme... ¿Una rama? ... No. Era una raíz, eran las Raíces. En cuanto intenté incorporarme mi cuerpo se iluminó algo más casi como una luciérnaga amarilla y miré alrededor. Todo estaba lleno de raíces, unas más grandes que otras pero la gran mayoría tenían signos de haber sufrido. Tenían cortes, como si montones de cicatrices se tratasen, había zonas de haberse intentado quemar varias veces, otras estaban envenenadas con alguna clase de miasma demoníaco.

—Lo siento... tanto... —temblé apenado viendo cómo el árbol sagrado se moría desde debajo de la tierra. Y lo que pasaba afuera, ahí arriba, no parecía mejorar la situación.

Las raíces parecieron darse cuenta de mi presencia. Algunas empezaron a retorcerse dirigiéndose hacia mí, casi como zarzas con espinas. Me aprisionaron los brazos y me levantaron. Intenté hacer fuerza para liberarme inútilmente, y por si fuera poco, dolía cada vez que lo intentaba. Las espinas se clavaban en mis brazos como si me reclamasen y mi cuerpo solo podía envolverse en chispas alarmado. Al árbol le daba igual, más bien parecía que era lo que pretendía que hiciera. Las espinas se clavaron aún más en mí y noté cómo mi energía flaqueaba... Adolorido miré hacia esas raíces que poco a poco se iluminaban y parecían volverse más vivas... más bonitas, con pequeños destellos de luz azul y blanca. El árbol se estaba recuperando. Mis chispas lo estaban alimentando. Yo iba cerrando los ojos poco a poco con unas inmensas ganas de dormir. No quería que eso continuase. Quería irme de ahí. Quería vivir, solo pensaba en toda la gente que pude conocer y apreciaba... pero ese árbol necesitaba mi ayuda. 

Tomé lo que podría haber sido mi última bocanada de aire... y desperté por fin soltándolo muy rápidamente, ahogando un alarido desesperado que salió desde mi garganta. Me llevé las manos a los brazos. Toqué mis brazales. El sol estaba en lo alto, el bosque rodeándome. Estaba en Serendia, aún con una respiración acelerada que apenas podía controlar.

Me calmé un poco y solté un largo suspiro. Dejé caer mi espalda sobre la hierba de nuevo y me tapé la cara con el brazo.

Solo fue una pesadilla.

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⏰ Last updated: Nov 14, 2023 ⏰

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