Luciérganas

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Bajo un cielo nocturno, la entomóloga descansaba recostada, lejos del ruido de la mansión, que en esas fechas, cada huésped se encontraba más animado que otros días. Melly sabía el porqué, sin embargo, no era capaz de empatizar muy bien. Por eso, ella misma se sacó de la fiesta, para no arruinarle la experiencia a los demás, y también disfrutar de la comodidad que a veces te daba la soledad. Pero esa comodidad se vería interrumpida por la llegada de un compañero. De traje gris y limpio, no esperaba ver a Aesop llegar por decisión propia a ese rincón del bosque.

Evidentemente, el varón la vio acostada en el suelo, se acerco y como cubría su rostro con esa gasa, supuso que se allaba dormida. Por lo que muy calmadamente se sentó a la par sin dirigirle la palabra. Melly, al notar que era ignorada decidió hacer lo mismo para evitar conversaciones innecesarias.

Ambos estaban recostados, en silencio y relajados, solos y a la vez acompañados por el otro. Entonces, del silencio sonó un repentino estornudo. Melly, quien se sobresaltó por lo inesperado se sentó girando a ver a su compañero.

—Una disculpa— dijo rápidamente Carl —Te desperte— Aesop estaba un poco apenado por haber molestado a Plinius

—No, descuida, no estaba dormida, solo pensativa— contestó Melly sentandose, inclinándose hacia atrás y recargando su cuerpo sobre sus brazos.

—Puedo preguntar ¿Que te trajo hasta aquí?— Aesop era curioso por naturaleza, y ahora que había iniciado una interacción con Plinius, aun sea sin quererlo, que menos que una pregunta casual.

—¿Puedo preguntárselo a usted?— Melly le regreso la pregunta, girando la cabeza para ahora enfocarse en el embalsamador.

Aesop se levantó del suelo, sentándose al igual que Melly, pero inclinando su cuerpo hacia adelante y recogiendo sus piernas hacia su abdomen —Lo encontre el otro día que me perdi. Es un sitio tranquilo y bueno para pensar—

—Si, definitivamente— Melly se sentía satisfecha con aquella respuesta —Me gusta venir regularmente a despejar la mente. Aunque nunca había visto nadie que conociera también este sitio—

Aesop levantó la cabeza y se reclinó hacia atrás usando sus manos como soporte, similar a la postura de Melly —Bueno, a veces camino para buscar cosas—

—¿Es una forma de decir que te perdiste?— preguntó Plinius en tono de broma.

—Me mandaron a buscar flores raras y no sabia donde estaban— explicó Aesop inmediatamente conteniendo la pena.

Melly se rio a lo bajo —Bueno, tuviste suerte en ese caso, encontraste un sitio muy bueno—

Los dos mantuvieron el silencio por un prolongado tiempo. Tiempo en que se limitaron a observar el cielo estrellado, pero fue entonces que Aesop preguntó —¿No te molesta ese velo? Ya sabes, para ver las estrellas, aqui se tiene buena vista y seria una pena que no lo veas—

La chica giró la cabeza en otra dirección —Bueno... Es un motivo personal. No quiero que veas mi rostro—

—¿Entonces yo soy el problema?— preguntó Aesop señalándose a sí mismo mientras ladeaba la cabeza. No estaba indignado, solo confundido.

Melly se giro una vez más a Aesop, ahora para corregir sus palabras —Oh, no me refería a eso. No es nada contra usted, señor Carl. Solo prefiero que mantener mi rostro en la privacidad—

Aesop cerró sus ojos, y posteriormente asintió captando la idea —Entiendo, en ese caso ¿Qué le parece si nos damos la espalda?—

—¿La espalda?— Melly le tomó por desprevenida aquella sugerencia.

—Si, así puede quitarse el velo sin miedo a que la vean— agregó Aesop.

Melly bajo la cabeza y sacudió a los lados en negativa —Oh no, es más complicado que eso Señor Carl—

Aesop parecía no comprenderlo, pero si aceptarlo —Ya veo, en ese caso no le insistire—

Los dos volvieron al silencio, pero esta vez duró poco, pues del cesped estrellas se elevaron frente a ellos. Pese a la belleza, Melly estaba muy confundida —Que raro, las luciérnagas no suelen estar activas en invierno. Ni siquiera deberían haber luciérnagas, deberían ser larvas—

Mientras Aesop trataba de agarrar una de las luciernagas, fallando en cada intento, le hizo una pregunta a la entomóloga —¿Entonces qué ocurre?—

Melly de inmediato contesto —Bueno, por lo general las luciérnagas son activas durante climas cálidos, pero es posible que estas estén adaptadas para soportar las bajas temperaturas. También puede ser que esta área del bosque no sea tan fría, aunque claro al estar en una zona despejada es difícil creer que...— Melly se dio cuenta que hablaba demasiado, entonces se encogió mientras se disculpaba —Lo lamento, me empecé a ir por las ramas—

Aesop negó con la cabeza —No, no, no te preocupes. No se mucho de luciérnagas, así que ¿Te importaría seguir?— el embalsamador extendió su mano como gesto de invitación a continuar hablando.

Melly intentó disimular su sonrisa, pero el velo solo tapaba sus ojos, no sus labios. Le emocionaba tener la oportunidad de hablar de su afición por los insectos —Bueno, las luciérnagas son como pequeños como pequeñas linternas vivientes. El patrón que ves es por apareamiento, tratan de llamar a una pareja—

La conversación siguió, donde Melly hablaba de cada dato que recordaba y Aesop simplemente la escuchaba sin interrumpirla salvo para que le aclare unas pocas dudas.  Plinius extendía su mano dejando reposar a un par de luciérnagas, y con la misma afinidad que tenía con las abejas, fue capaz de manipularlas, tomarlas y tocarlas a la vez que le enseñaba a Carl las maravillas de estos pequeños pero mágicos seres. Melly junto sus piernas sentándose sobre ellas, mientras Aesop rompió con el espacio entre los dos para ver de cerca lo que le queria enseñar.

Y mientras los dos hablaban, una luciernaga se metio bajo el velo, y un breve momento de luz iluminó el rostro de Melly de tal manera que se podían ver lo que parecían ser sus ojos. Aesop la quedó viendo, y luego Melly se quedó viéndolo a él.

Un momento de silencio más tenso que experiencias anteriores con otras personas, sus rostros se acercaban lentamente, pero antes de hacer nada, los dos se separaron fingiendo no haber hecho nada.

—Disculpe señor Carl, fue un placer hablar con usted, pero debo regresar a la mansión— dijo Melly mientras se acomodaba el sombrero para cubrir su rostro levemente rojo, apenada por que, por un momento, vieron su rostro.

—Si, por supuesto. Yo iré más tarde, debo dar una vuelta— el embalsamador sacudió la tierra de su traje y caminó en dirección opuesta a la de Melly para evitar volver a su lado.

MellysopWhere stories live. Discover now