EL VIEJO Y LA MUERTE

115 17 7
                                    

Hallábame en mi lecho

Meditando antes del sueño.

La noche tormentosa,

Entre relámpagos y truenos

Y entre sombras sinuosas

Que se esconden tras las cortinas

Y en cada rincón y esquina.

Meditaba sobre la vida

Y otras cuestiones mías.

Mientras, el sueño me vencía

Y mis ojos se iban cerrando

Y mi conciencia aletargando.

Pero algo me despierta

Y mis ojos, abiertos como puertas,

Contemplan a mi alrededor

Unas figuras espectrales

Que alrededor de mí dan vueltas.

¿Quiénes son estos seres,

Unos de blanco, otros de negro,

Que en pos de mí revolotean

Cuál si yo fuera un lienzo?

¡Oh, seres del infierno!

¿Qué habéis venido a buscar?

Dejad mi sueño tranquilo

Y mi alma descansar.

Más aquellos de blanco,

¿Son arcángeles del cielo,

que luchan por derrotar

a esas bestias que mi conciencia

desean perturbar?

Yo soy un hombre viejo

Y solo descanso quiero.

Dejad mis noches en paz

Y velad por mis sueños,

Ya bastante es mi tormento

Con las horas que paso despierto.

Pues mi vida es un castigo

Dentro de este cuerpo

Que se marchita y agoniza

Desde hace ya mucho tiempo.

Intento incorporarme

Para a estos seres espantar,

Más todo resulta en vano

Pues no puedo ni pestañear.

Y en un último instante fugaz

Mi conciencia vuelvo a recuperar.

Ahora todo lo entiendo,

Ahora logro alcanzar

La verdad de lo que sucede

En esta noche fantasmal.

No son demonios ni ángeles

Los que pululan alrededor

No son seres de otros mundos

Pues son del mismo que yo.

Aquellos que van blanco

Son doctores y enfermeras

Atendiendo a un pobre viejo

En sus horas ya postreras.

Y los vestidos de negro

Son familiares y amigos

Que han venido junto a mí,

Enlutados para honrar

A quien más cerca está

Del último y triste umbral.

Por fin, todo comprendo,

Mi mente se iluminó.

Ya no hay dolor ni cansancio

Ni siento mi cuerpo pesado.

No sé qué encontraré

Al dar este último paso,

Más miedo ninguno siento.

No sé si habrá un infierno

Tras esa puerta cruzar,

O tal vez me haya ganado

Un cielo en el que morar.

¡No!, ya no hay en mí pesar.

Pues lo único que quiero

Es que mi alma y mi cuerpo

Por fin, descansen en paz.

TERROR DE BOLSILLOWhere stories live. Discover now