—No.

—Vale.

—Vale.

Antes de salir de la habitación, Lara se gira y me mira.

—Espero que estés diciendo la verdad, Zack. No quiero ser la última en enterarse de que en realidad sí que tenías tiempo para pensar cómo llamarme, pero que no era tan especial como me hacías sentir.


Aron.

—Ya era hora ¿No? —grito, en el mismo momento que Zack y Lara salen del dormitorio. Ambos ponen los ojos en blanco. Lara se reúne con las chicas y Zack me saca el dedo. Les hago un repaso de pies a cabeza. Están vestidos. No tienen prendas del revés y el pelo parece intacto. ¿No han echado un polvo? Vaya muermos... Le doy un codazo a Dylan, que no vierte el contenido de su cerveza de milagro—. ¿Cuánto crees que van a durar?

—Por el bien de Zack, espero que mucho tiempo. Natalia sería capaz de matar por Lara.

—¿Qué habláis de mí? —Natalia nos mira con una ceja arqueada. Se sienta en las piernas de Dylan y le rodea con los brazos. Dylan y yo nos miramos entre nosotros, haciéndola dudar. Pone los ojos en blanco—. ¿Quién de los dos me hace un favor?

—Si es algo sexual, tu novio —me adelanto.

Dylan extiende la mano para que choque los cinco.

—¿Podéis llamar a algún restaurante que reparta comida a domicilio?

—¿Se te ha quemado la carne otra vez? —grita Dylan.

—¡Cállate! —masculla Natalia—. Ha sido un error ¿vale? Antes de irme puse el horno a calentar, pensando que la bandeja estaría afuera, pero no. Me he acordado ahora que la dejé dentro... ¡Era yo la que se encargaba de la cena!

Miro la hora en el móvil.

—A esta hora va a ser complicado encontrar un restaurante que reparta a domicilio. Podemos llamar a uno que conozco e ir a recogerlo.

—¿Los tres? —pregunta Natalia.

—Podemos ir nosotros —dice Dylan.

—Yo también quiero ir, no quiero estar presente en el momento que Lara abra el horno y se encuentre la bandeja quemada.

Sin coger nuestras chaquetas, salimos del apartamento sin dar explicación y pegando un portazo. Bajamos las escaleras corriendo. Dylan y Natalia me siguen. Cuando llegamos a bajo, hago de guía. Desde la ventana del apartamento, Lara, Cat y Zack nos gritan barbaridades. No sé a dónde piensan que vamos o si... hemos organizado un trío sin contar con ellos, pero están muy pero que muy rabiosos.

Miro el móvil. Son veinte minutos andando... pensaba que eran menos. Para romper el hielo, carraspeo y digo:

—He pensado en irme una temporada a otro lugar del mundo.

Automáticamente, Natalia y Dylan dejan de estar agarrados de la mano y ladean para verme con los ojos muy abiertos. No voy a darles tiempo para que respondan.

—Creo que Vancouver será mi final. Con la muerte de mi mejor amigo entendí que la vida me estaba dando una segunda oportunidad. Yo no estaba subido en esa moto porque minutos antes decidí que no quería ir a la fiesta clandestina que organizó el grupo más popular de la ciudad. Cuando vine aquí... supe que era el principio. Y quiero que también sea dónde acaben mis días, pero antes le debo algo. Ya lo he hablado con la persona que he estado conociendo este tiempo y... lo entiende.

Dylan frunce el ceño de manera exagerada y me señala con el dedo índice estirado.

—¿Por qué mi amigo tiene novia y yo no me he enterado?

Nosotros Nunca [YA A LA VENTA]Where stories live. Discover now