—Voy a estar aquí.

—¿Pase lo que pase?

—Sí.

—Aunque... —las letras tiemblan en sus labios.

—Sí.

—¿Aunque quiera volver a Madrid? —Consigue terminar la frase. Para mi sorpresa es una pregunta. Yo trago saliva y asiento—. Prométeme que no me dejarás volver.

Recuerdo las palabras de Gia.

—Yo...

—Por favor —murmura.

Sé que no debo hacerlo. Que... es un jodido error. O eso pensarían todas las personas a las que les prometí algo en esta vida. Tengo que avisarle que soy un desastre cumpliendo promesas, que no estoy seguro de si podré llevarla hasta el final si se diera el caso. Que, en realidad, no me veo capacitado. Pero no puedo, no porque sienta que en un futuro voy a fallar, sino porque no quiero fallar ahora.

—Te lo prometo —pronuncio con firmeza.

Natalia me besa y, por primera vez, no siento sus labios. Mi cabeza funciona más deprisa de lo que mi parte consciente puede asimilar. El miedo a joderlo todo me gana la batalla y me veo en la obligación de separarme de sus labios. Y la abrazo.

Hundo mi nariz en su cuello y cierro los ojos con la esperanza de que amaine el temporal. Ella acaricia mi pelo en sentido ascendente. Eso me relaja. Pero no es suficiente.

—Necesito contarle esto a alguien —digo. Natalia se aleja y me mira con precaución. No habla, quiere escucharme. Y se lo agradezco, pero no sé cómo empezar—. Nunca lo he hablado con nadie. Y dudo mucho que lo vaya a volver a hacer. Quizás mañana me arrepienta porque estoy borracho, pero ¿Vida sólo hay una no? ¿De qué sirve arrepentirse?

—Dylan ¿Qué ocurre?

—No me llamo Dylan —la corto de cuajo.

—¿Cómo dices? —espeta, algo molesta. Su cara es un poema.

—En realidad... ¡Joder! —grito y me pongo en pie—. Prométeme que no te irás.

—No te puedo prometer eso, no después de mentirme en algo tan básico como lo es tu nombre. ¿Por quién me has tomado?

Se está empezando a enfadar. Y lo veo normal. Pero no querrá alejarse de mí cuando sepa la realidad de mi vida, la gran mentira que me lleva acompañando desde aquel fatídico día de enero...

—Soy...

—¿Eres...?

—Soy Spider-Man —digo, con naturalidad—. ¡Joder, ya lo he dicho!

—Eres....

—Spider-Man, te lo acabo de decir.

—¡Imbécil! —grita y me arroja un cojín a la cara.

No puedo frenar mis carcajadas. Me llevo las manos al estómago, me duele de tanto reír.

—Te tendrías que haber visto la cara... ha sido buenísimo.

Se levanta para sacudirme el cojín y se lo quito con un movimiento rápido pero conciso. Lo arrojo al sofá por encima de su cabeza y hago uso de la ley de la atracción para pegarla a mi cuerpo. De fondo suena Only Angel de Harry Styles en los altavoces. Las velas se han ido consumiendo y en nuestros vasos ya no queda ni gota de alcohol. Natalia tararea la canción por lo bajo.

—¿La conoces? —bromeo.

—Esta canción me pone muy, pero que muy cachonda.

Por pura inercia nuestros cuerpos empiezan a tambalearse al ritmo de la música. Natalia deja caer sus brazos sobre mis hombros y yo poso mis manos en sus caderas

Nosotros Nunca [YA A LA VENTA]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora