Alarga el brazo hasta la mesilla de noche y gira mi móvil para desbloquearlo con ayuda del Face ID. Pongo los ojos en blanco.

—¿Y si se enfada?

—La reacción de la otra persona no es responsabilidad tuya, siempre y cuando tus actos no hagan daño al otro —dice él, con seguridad.

Me tiende el móvil encendido, en la pantalla aparece el chat de Cat. Me cuesta diez minutos encontrar las palabras adecuadas. No quiero mandar el mensaje, pero debo de hacerlo si quiero empezar a establecer límites. Cuando le doy a enviar, Dylan me coge en brazos y me cuelga sobre su hombro como un saco de patatas. Su mano se aferra a mi trasero.

—¡A desayunar!

—¡Suéltame! ¡Y el culo también! —grito. Él ríe y recoloca su mano. Ahora reposa unos centímetros por debajo de dónde se encontraba antes. Con él todo es tan sencillo. Me deja caer sobre el sofá. Mientras tanto, observo el bulto de su entrepierna.

—¿Qué miras?

—¿No puedo mirar? —le reto.

—¿Tú? Puedes tocar, si quieres —dice. Y me guiña un ojo.

—Guarda fuerzas para esta noche...

—Ah sí, lo de esta noche. La cena romántica —sugiere. Me acerca una taza y sonrío como agradecimiento—, no me apetece salir. Ya tuvimos una primera cita de lo más movida, tenemos todo el tiempo del mundo para recorrer cada rincón de la ciudad... ¿Te apetece si...?

—Sí —contesto, sin dejar que termine.

—No he terminado —me recuerda.

—Me vas a proponer quedarnos en casa. Y quiero, claro que sí.

—¿Me has puesto un jodido chip en la cabeza?

—Mmmm, no. Pero ayer cuando me devolviste el portátil dejaste una pestaña abierta en el buscador. Que si decoración casera para cena romántica, cómo sorprender a una chica en la primera cita, tips para conquistar a la chica que te gusta...

—Ni me lo recuerdes —me advierte, con el ceño fruncido.

Río y desaparezco de su vista para cambiarme de ropa. Antes de cerrar la puerta del dormitorio le saco el dedo con una exagerada sonrisa.

—¡No sé para qué cierras la puerta! ¡He dormido con tu culo pegado a mi entrepierna!

—¡Qué te follen! —grito.

—¡Ojalá lo hagas tú!

Maldito imbécil. Qué ganas de besarlo hasta hacerlo desaparecer.

Han pasado nueve días desde que me dieron el alta en el hospital. Tengo que acudir cada mañana a una cita con la enfermera hasta dentro de dos días para curar las heridas causadas por los trozos de espejo que se rompieron cuando Tyler me empujó contra él, al decirle que no quería acostarme con él. Según Lara, Tyler ya estaría en Madrid. No pudimos denunciar por falta de pruebas que lo relacionaran con la agresión.

Desde que aquello tuvo lugar, duermo en casa de Dylan. No quiero volver a mi apartamento, me da miedo.

Tengo cuatro personas pendientes de mí las veinticuatro horas del día. Lara lo hace desde la distancia, sería la quinta. Incluso, habla cada día con Dylan para conocer mi estado de salud física y emocional más cercano a la realidad. Creo que teme que no sea del todo sincera para no preocuparla.

A veces siento que le quiere más a él que a mí. Me gusta la idea de que se lleven tan bien. No he olvidado que sigue hablando con Zack... aunque él todavía no me lo haya reconocido.

Nosotros Nunca [YA A LA VENTA]Where stories live. Discover now