Me levanté adentrándome en el mar de cuerpos que yacían acostado en aquel suelo negro, temiendo lo peor, temiendo ver a alguno de mis seres queridos. No quería encontrarme a nadie que quisiera y aún así, mis ojos los buscaban desesperados. Temblaba por el miedo que tenía, mis pasos eran cortos y no con mucha valentía. Rezaba a los dioses de que mis malos pensamientos y mis intuiciones fueran totalmente erróneas.

Todo el pueblo había sido aniquilado aunque esperaba con esperanza encontrar a supervivientes que con la ayuda de los guardianes supervivientes pudieran haber sobrevivido pero cuando mis ojos te toparon con esos ojos tan similares a los míos, casi idénticos, me paralicé. Me llevé una mano a la boca, conteniendo el sollozo que iba a desgarrar mi alma.

No, no podía ser él, mi hermano no podía estar muerto

Me abalancé sobre su cuerpo, acariciando su fría cara con mis manos temblorosas. Sus ojos cerrados y su cuerpo lleno de heridas y quemaduras. Sus perfectos dedos con los que producía sintonías y melodías que podían curarte el alma, ahora totalmente calcinados. Su cabello totalmente resuelto y su tez pálida, hizo confirmarme lo peor.

Abracé ese cuerpo sin vida con todas mis fuerzas, sin llegar a pensar que su sangre podía marcharme. Él y yo compartíamos la misma sangre, éramos hermanos y siempre lo seríamos. Pero un leve crujido hizo que levantara el rostro y en la lejanía viera a una mujer vestida totalmente de rojo con una larga túnica y una capa bordada en oro.
Me sonreía con locura y yo la miré con miedo, temblé y más, cuando pude descifrar lo que decía.

Te lo advertí, humana

Chillé de rabia, al no poder hacer nada. Tanto que pude notar como me removía con desespero. Unas manos me cogieron fuertemente haciendo que no me pudiera menear. Entonces abrí los ojos con susto, ¿qué acababa de pasar?

Los soldados me miraban confusos, al igual que el monarca maldito de este lugar. Mi respiración era entrecortada debido a las emociones que una simple pesadilla me habían provocado pero fuer ese ser detrás de mí quién seguía sosteniéndome con fuerza.

–Humana, ¿qué ha pasado?

Intenté calmar mi respiración. Necesitaba salir de ahí, necesitaba ver que todos estaban bien y que todo había sido un mal sueño. Así que me removí con más fuerza, hasta que asesté un golpe en todo el casco de ese hombre y aproveché para escabullirme de su agarre. Me bajé del caballo y empecé a correr en dirección contraria, sabía que me iban a detener en unos segundos pero no podía estar con los brazos cruzados sin saber si ellos estaban bien.

Oí el gruñido de ese hombre pero al igual que los gritos por parte de los otros soldados que ya iban detrás de mí corriendo. Necesitaba alejarme de ellos, necesitaba escapar de aquí. Mis lágrimas volvieron a caer por mis mejillas de nuevo. No lo iba a conseguir por supuesto que no, y más cuando noté como si fuera un animal cazado, me lanzaron la cuerda cayendo y sujetando firmemente mis brazos pegados ahora a mi cuerpo. Sentí como tensaron esa cuerda haciéndome retroceder y frenar en seco. Chillé irritada mientras intentaba zafarse de aquella estúpida cuerda que no podía ver, es más cuando agaché mi mirada no pude ver la cuerda, tan solo la sentía físicamente.

El murmullo de los soldados también cesó y el ruido de sus armaduras también. No supe si eso era algo bueno, o algo malo. Nada tenía sentido pero notar su presencia era inevitable, de verdad, esa helor y el puro denso aire, provocaron el estremecimiento de mi cuerpo. No me giré para verlo porque yo seguía viendo un camino inexistente lleno de esperanza en el que nunca podría caminar.

Los únicos pasos sonoros que escuché, debían ser del monarca ya que una vez noté su presencia detrás de mí. Temblé de miedo, en ese momento tuve miedo de las represalias que pudiera acarrear mis actos pero no iba a disculparme por haber querido volver a mi mundo, es nunca.

–Mírame Xylia.

Su voz más grave de lo normal, llena de enfado. Había hecho enfadar a aquel ser monstruoso. Era una orden y tuve que cumplirla, poco a poco fuí girando hasta que me quedé frente a él. Pero no divisé, la acción que tuvo lugar. Alguien me pegó con fuerza en la cara, fue una bofetada y de la fuerza, caí al suelo gruñiendo de dolor.

Podo después me di cuenta de quién había sido el ser que me había pegado y ese mismo era el hombre que había tenido durante todo el trayecto detrás de mí.

No supe qué decir pero de eso ya se encargó el monarca del Subsuelo, quién desde la altura me miraba con desprecio probablemente.

–Xylia, no sé que mierdas habrás soñado ni que es lo que te ha provocado esto pero te lo advierto, tus actos serán castigados una vez lleguemos a palacio.

Mi cara ardía debido al golpe y noté como mi labio inferior temblaba, a parte del pequeño corte que había en este. Lo miré dolida, mis ojos aún húmedos esperaban a poder ser limpiados pero nunca tendría lugar esa acción porque cuando vi que ese rey tenía la intención de volver tras sus pasos hablé.

–M-mi poblado y sus gentes fueron reducidos a cenizas, m-matados por una  m-mujer de rojo.

Mis palabras tuvieron el efecto de poder parar al rey, quién volvió a girarse hacia mí mientras seguía acostado en aquel suelo.

–¿Una mujer de rojo? Eso es imposible –comentó exasperado el regente.

–Señor, la v-ví y me dijo "ya te lo a-avisé".

Levanté la mirada para encontrarlo totalmente inquieto, el mismo hombre que me pegó se acercó a él y ambos tuvieron una pequeña y privada charla en al que tan solo se podía escuchar algún susurro pero totalmente inaudibles para mí.

–Xylia, ¿has tenido pesadillas como esta antes?

Negué con la cabeza, viendo como es dos seres imponente me miraban con cautela.

–Mierda, sabe que está aquí.

¿Quién sabía que estaba allí? Me estaba empezando a preocupar aquello. No sabía de qué estaban hablando pero en su voz se podía notar claramente la precaución y molestia con la que hablaban.

–Majestad, ¿qué hacemos? -preguntó el hombre que había a su lado.

–La humana y yo nos adelantaremos a través de las sombras, Cyno os estaré esperando.

–Si majestad.

Aquello de viaje por la sombras, no me gustó ni un pelo y más cuando íbamos a ir él y yo solos. Por lo menos supe como se llamaba el hombre a quién debí partir la nariz. Aún así cuando todos empezaron a removerse y volvieron junto a los caballos, observé al ser depravado que me miraba.

Sin embargo cuando se agachó y me recogió como si fuera un saco colocándome en su hombro, solo pide quejarme por ello.

–Señor bájeme de aquí, puedo andar.

Mi tono no era amable, si no todo lo contrario. Eso para mi era una humillación y no quería tener nada que ver con que ese ser me cogiera como si pesara poco y tan solo fuera un ser lívido.

–Xylia, deberías ir cerrando esa boquita si no quieres saber las cien formas que conozco para hacer callar a alguien –tragué nerviosa– y te aviso de que no todas son placenteras.

Me ruboricé ante sus palabras. Aquellas palabras habían sido dichas con doble sentido claramente pero por qué me las decía a mi. Estaba confundida pero no me quejé más, es más, ni me moví cuando lo escuché pronunciar una palabra en un idioma diferente el cual provocó que todo lo que había en nuestro alrededor se hiciera negro. Era tal la oscuridad que aunque abriera los ojos, no podía ver absolutamente nada y por inercia y por inseguridad, me aferré a él con mis manos.

Porque aunque estuviera él, no conocía aquello. Esa sensación era muy desconocida pero aún así, me mantuve callada durante todo ese momento que tan solo pareció durar segundos y dejé que ese hombre me llevara a cualquier lugar.




La Leyenda ÁureaWhere stories live. Discover now