—No te pillo.

Mi móvil comienza a sonar. Lo saco de la chaqueta y, sin mirar la pantalla se lo entrego a Zack, que, al ver de quién se trata le cambia el gesto de la cara. Le indico que al descolgar, ponga el altavoz para que pueda escucharlo. Cuando lo hace, Natalia no responde. Sólo se escucha su respiración alterada. No quiero alterarme porque nuestra vida depende de que no descarrile en una curva o choque contra un coche, camión o boca de incendios por exceso de velocidad.

Tengo que parecer tranquilo, no puede notar mi nerviosismo.

—Futuro novio al habla ¿Qué tal flequillitos? —bien, parezco tranquilo.

—Dylan, está aquí.

Nunca antes tres putas palabras me han causado tal impacto en mí como las que acaba de pronunciar. Sin pensarlo, piso el acelerador y me salto dos semáforos en rojo de seguido. Un viandante me insulta y los coches me pitan por mi paso por las carreteras de la ciudad. Zack se agarra a la puerta y me pide que me relaje. Pero no conozco el freno.

—¿Quién está ahí? —pregunto.

—Tyler. Ha venido a por mí —solloza—, va a entrar en el dormitorio.

—¿Ha entrado al apartamento? —pregunta Zack.

—Sí —sorbe su nariz—, por favor. Ven... ¡Está entrando! —grita, histérica.

—Me cago en la puta —mascullo, y acelero aún un poco más—. No tardo más de tres minutos, Natalia. No me cuelgues por favor. Háblame.

Un grito histérico se cuela en la línea y el móvil choca contra algo duro, intuyo que el suelo. Se me va a salir el corazón por la boca. Quiero reventarle la cabeza a ese hijo de la gran puta. Y abrazarla, después no soltarla nunca.

—Dylan, tenemos que llegar con vida —dice Zack.

—¡Cierra el pico! —grito. Me froto la cara. Natalia no ha colgado el teléfono y los gritos se escuchan de fondo. Tan sólo pensar en la idea de que ese cabrón le está haciendo algo... me hierve la sangre. Golpeo el volante con rabia. Hay atascos y no puedo avanzar entre los coches parados—. ¡Te voy a reventar, cabrón! —grito, con la esperanza de que me escuche.

Cuando llegamos, vemos correr a un chico calle abajo y maldigo mi vida. Sé que es él, quiero ir detrás y darle su merecido, pero hay alguien que me necesita más allá de mi sed de venganza. Aparco el coche y le indico a Zack que ocupe el asiento del piloto. No sé qué es lo que me voy a encontrar cuando suba al apartamento. No puedo pensar en positivo, pero deseo con todas mis fuerzas que esté bien.

Entro al edificio y subo los escalones de dos en dos. Cuando llego al rellano, corro hacia su puerta, que está vencida en el suelo. Entro y esquivo como buenamente puedo los trozos de cristal que hay esparcidos por el suelo. Todo está a oscuras. Nunca he estado en su casa, no sé dónde se encuentra su dormitorio y, mucho menos el interruptor de la luz. Enciendo la linterna del móvil y grito su nombre, pero no responde a mi llamada.

Descubro dónde está cuando veo la luz de las farolas de la calle entrar a contraluz por la ventana. Su cama está vacía. Ella no está. Cuando me giro, el espejo está hecho añicos en el suelo. El corazón se me va a salir por la boca, apenas puedo respirar. No es momento de bloquearme, no puedo dejarla sola. Hoy no.

Veo su pie asomar detrás de la cama, en él tiene sangre. Salto la silla que hay tirada en el suelo y me tiro al suelo a socorrerla. Tiene los ojos cerrados y no responde ante mi voz. Le tomo el pulso en la muñeca, acerco mi cara a su nariz y respiro algo más tranquilo al comprobar que está viva. Tiene trozos de espejo clavados en el brazo, no quiero sacarlos por si eso empeora la herida. Agito su cuerpo para que reaccione, pero es incapaz de controlar sus movimientos, sus extremidades caen por su propio peso. La cojo en brazos como dos recién casados y su cabeza se desplaza hacia atrás. inconsciente. Me da igual su casa, que la puerta esté abierta o que cualquier persona pueda acceder a ella y desvalijar cada estancia. Lo que llevo entre mis brazos vale más que cualquier oro del mundo.

Nosotros Nunca [YA A LA VENTA]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora