—Cómo le preguntes qué es lo que quiere destripar... no te va a gustar la respuesta —comenta Zack, con las cejas en alto. Agus lo fulmina de una mirada y el rubio levanta las manos en son de paz.

—Lo que plantea Agus tampoco es tan descabellado —comenta Natalia. La observo con incredulidad. No puede haber dicho lo que acabo de escuchar.

—Ha puesto el dinero, pero no la cordura. No tienes por qué darle la razón como a los tontos, aunque lo sea —digo. Natalia se acerca hasta nosotros. Permanece más cerca de mí que de Agus—. Ilumíname —le digo, haciendo aspavientos con las manos.

—Él está enamorado de ella. Y ella de él. Ninguno de los dos conoce los sentimientos del otro. Tenemos que crear un ambiente cargado de enigmas sin resolver, hacer creer al espectador que lo conoce todo, sin conocer nada. Crear falsos enfrentamientos, aunque desde la butaca tenga más que claro que los protagonistas se van a ver involucrados en una trama romántica porque así lo adelanta el póster de la película en cartelera.

La sonrisa de Agus se amplía. Ha ganado, lo sabe. Tuerzo el morro.

Repetimos la escena tres veces, hasta que se da por satisfecho. Al terminar, sigo a Natalia hasta su camerino. Meto la punta del zapato entre el marco y la puerta impidiendo que de un portazo y voltea asustada. Cuando me ve, abre la boca para decir algo, pero se limita a guardar silencio. Se sienta en su sillón y comienza a desmaquillarse en frente del espejo. Me alegra ver que al quitar los restos de maquillaje, ya no hay moratón.

Me apoyo en el marco de la puerta. Observo cada puto detalle de su anatomía.

—Tú también me has mirado la boca —la acuso, con una sonrisa.

—Eso es mentira. Y si lo hubiera hecho formaría parte de un guion estipulado que previamente he escrito.

—No me gustan los finales escritos. Me parecen aburridos ¿Y a ti? —pregunta. No quiero entablar una conversación con ella. O sea, sí, pero no debo. No puedo. No después de..., joder. No—. Lo tomaré como un no.

Cuando me voy a ir, su voz me retiene unos instantes más.

—Me entran ganas de llorar si pienso en el futuro. No me gusta formar parte del caos. Me gusta tenerlo todo bajo control. Lo necesito. No quiero que nada me sorprenda. Normalmente, la vida me ha sorprendido para mal.

—Vivir, sentir y no tener un guion que seguir en el día a día no es sinónimo de destrucción masiva —contesto. Me acerco hasta ella y le pongo la mano en el hombro. Me observa a través del espejo. No se aparta. Sigue haciendo lo que estaba haciendo hasta que su cuerpo y el mío han entrado en contacto—. Lo entiendo. Es la manera de asegurarte que no volverá a suceder otra vez ¿verdad?

Natalia aparta la mirada. Suelta el algodón sobre la mesa y se pone de pie. Como obviedad, dejamos de estar en contacto. Se acerca hasta mí y me pone la mano en el hombro. Mi cuerpo se tensa. Pero me relajo al instante.

—Hasta mañana, Dylan.

Se va del camerino chocando su hombro con el mío.

Y sonrío.



Natalia.

Dylan se acerca hasta mí, pero frena sus pasos cuando niego con la cabeza. Al instante, seco la lágrima que cae por mi mejilla. Recorre mi piel en solitario, casi tanto como lo hago yo por la vida. Él me observa con detenimiento mientras muerde su labio inferior. En la noche de Vancouver, nuestros cuerpos se bañan de agua bajo la tormenta.

No sé qué hace aquí, ni quién le ha avisado. Ni siquiera tengo claro que no me haya seguido hasta el puente, mi lugar. No me gustaría compartirlo con él, ni con nadie. Es la única forma que tengo de escapar del mundo real. Los árboles rodean el puente de madera, el agua corre bajo las tablas y las luces y edificios de la ciudad se pueden ver a lo lejos. Esto es paz, toda cuanta no puedo conseguir cuando las pesadillas se adueñan de mí en la madrugada.

Nosotros Nunca [YA A LA VENTA]Where stories live. Discover now