IV

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El día donde el obsequió fue dado, llegó con el correr del tiempo. Un martes cualquiera, faltaba poco para que los clientes volvieran a llegar como moscas a la miel y Aziraphale estaba descansando en una de las mesas de la acera.
Con las piernas estiradas, tomaba de su taza de cocoa, disfrutando de los rayos del sol que aún estaban presentes, antes de que el otoño se adentrará más en ese mes de septiembre y el cielo se pintará todos los días con nubarrones oscuros, por el resto de la temporada.

Tenía los ojos cerrados, dejándose acariciar por la luz, cuando una oscuridad cegadora se llevó su calidad experiencia atrás. Cual nube allí estaba Crowley, imponente y estoico como siempre. Aziraphale dio un saltito en su lugar.

— ¡Por Dios santo, Crowley! — se colocó una mano en el pecho, asustado. 

La risa áspera del dueño de la tienda vecina, llenó la acera, sentándose en la silla de enfrente, dejando sus extremidades fluir con una comodidad habitual.

— Lo siento, ángel, no quería asustarte. — se disculpó con una sonrisa de lado. — En verdad, sólo pasaba a saludar. — se acomodó la camisa holgada que usaba y ajustó sus gafas.

— ¿Te gustaría tomar algo? — las cejas del pastelero se elevaron en sorpresa, el músico nunca 'pasaba a saludar'. —  Hoy hice unas tartaletas de manzana que quedaron exquisitas.

La sonrisita juguetona de Aziraphale al hablar de sus postres provocó que una risa nasal saliera de Crowley, negando ante su propuesta, por más tentadora que sonara.

— Estoy seguro de que esas tartaletas son dignas del pecado original. — halagó con su clásico tono cínico y sincero, inclinando la cabeza levemente para verle por encima de las gafas. — Pero no tengo mucho tiempo, salí por un recado y debo volver a la tienda.

Señaló con el pulgar el establecimiento que se encontraba enfrente claro está. Aziraphale siguió la seña, notando como había movimiento a esa hora, desde el ventanal vió un muchacho con rizos miel atender con la que parecía una agilidad que aún no lograba en Muriel, no con tanta naturalidad.

— No sabía que tenías un empleado, siempre pensé que atendias sólo tú. —  dijo apartando la mirada del sitió, volviendo a centrarse en el pelirrojo.

— No, jamás he contratado a nadie. — negó haciendo un mohín con los labios al apretarlos, aún mirando su tienda. — Es mi sobrino, Adam. Viene todos los otoños y si vivirá conmigo entonces trabajará conmigo, ese el trato. — explicó encogiéndose de hombros, hablando hasta con desdén pero con profundo cariño en el fondo de su coraza.

Aziraphale oyó atentamente, riendo un poco ante la conclusión acertada y asiento en acuerdo, él hubiera hecho lo mismo a decir verdad.

— Bueno, parece bueno en su trabajo, míralo. — volteó de nuevo hacía la tienda, viendo juntos al muchacho trabajar sin dificultad y con eficiencia. — Seguro ha tenido un maestro muy exigente. — bromeó mirándolo de reojo con diversión y complicidad.

— Es un bastardo, uno muy listo. — asintió desganado, admitiendo silenciosamente su orgullo, mirando a su sobrino con los cristales de sus gafas cubriendo su mirada conmovida. — Aprende rápido.

Pero no podía ocultarla de los ojos atentos de Aziraphale, el cual lo veía con una sonrisita cómplice como Crowley evitaba mostrar sus sentimientos, tragándose toda emoción y pareciendo una roca por fuera, pero algo en el pastelero le decía que detrás de toda esa postura de darle poca importancia a los sentimientos, era un hombre realmente amable y lo había vivenciando varías veces.

Lo que Aziraphale no sabía es que estaba a punto de ver otro lado del músico, uno más sentimental, uno que esas gafas pesadas y opacas ocultaban.

— En fin, vine por algo. — dijo el pelirrojo y de su bolso sacó una bolsa con el logo de “Snake Groove”, dejándola sobre la mesa, haciéndole una seña con el mentón hacía el pastelero, colocando los codos sobre la mesa.

— ¿Y esto?, ¿es para mi?— las cejas del pastelero se elevaron en sorpresa, tomando la bolsa y palpando, intentando adivinar el contenido. — No debiste molestarte, querido.

La sonrisa juguetona de Crowley apareció, siempre lograba ponerle los pelos de punta, lo paralizó, creyendo que se trataba de una broma.

— Admito que cuando lo vi, mi cabeza se llenó de ti. — habló despojado, como si no acabara de confesar lo mucho que pensaba en el hombre. — Vamos, ábrelo.

Aziraphale sintió que dejó de respirar un momento. Se removió en su asiento, no incómodo pero sí intimidado, el músico era demasiado todo el tiempo. Demasiada confianza, demasiada osadía, demasiada actitud, demasiada belleza.

Le dió una sonrisa que sólo él podía dar, sincera y emocionada con estrellas en los ojos que soltaban chispas. Le dio una última mirada cómplice y procedió al fin a abrir el regalo, sacándolo de la bolsa para así observar, dejó de respirar. Otra vez.

Lo dejó sin aliento, dos veces en menos de 10 minutos. Crowley sonrió aún más con el pecho inflado de ego y orgullo ante la reacción.

La sorpresa iluminó su rostro y su expresión de asombro se mezcló con una profunda emoción. Sus dedos temblaron ligeramente mientras sostenía el disco, como si estuviera tocando un tesoro inesperado. Sus labios se curvaron en una sonrisa genuina, y sus ojos brillaron con gratitud.

Era evidente que Aziraphale estaba genuinamente conmovido por el regalo de Crowley. La idea de que el músico hubiera pensado en él y se hubiera tomado el tiempo para buscar algo que sabía que le gustaría, llenó su corazón de calidez y afecto. Mientras sostenía el vinilo en sus manos, parecía como si estuviera sosteniendo un pedazo de felicidad, y su mirada reflejaba la profunda apreciación que sentía en ese momento.

— Oh, Crowley… —habló en un suspiro cautivado, abrazando el vinilo sin borrar la sonrisa, — No sé qué decirte… Eres increible, de verdad gracias.

— El placer es todo mío. — se levantó de su silla, colocando sus manos en la mesa y así acercarse al contrario de forma casualmente íntima.— Disfruta de la música y fijate bien en la bolsa luego.

Se incorporó del todo, cortando la cercanía y tomando su bolso para así despedirse e irse directo a su tienda, sin antes ser interrumpido por la voz de Aziraphale.

— ¡Espera! — dijo, levantándose también, aún sosteniendo el vinilo cerca de su pecho sin darse cuenta. — ¿Cómo sabías que me gusta ABBA?

— Sólo adivine. — se encogió de hombros silencioso y misterioso como siempre.

Le dió otro saludo con la mano sin decir más, dejando a Aziraphale con las palabras burbujeando en su garganta, mientras le veía cruzar la calle con ese andar tan despreocupado y lleno de confianza.

Metió la mano en la bolsa, revisando como Crowley le indicó y encontrando la nota al fondo de la misma, desdobló el papel viendo la caligrafía rápida y ágil del pelirrojo, leyendo rápidamente la nota, comprendiendo a qué se refería con exactitud,

— Señor F, ¿está bien? — habló Muriel saliendo con su delantal un poco húmedo por estar limpiando. — ¿De dónde sacó este disco?

Nadie contestó a sus preguntas, Aziraphale seguía mirando la nota con las palabras de ella dando vueltas en su cabeza, estaba consternado y gratamente sorprendido por el obsequio, pero aún no sabía cómo reaccionar ante tan grande confesión, Crowley se había lanzado sin saber si había agua en la piscina y él tampoco lo sabía a ciencia cierta, pero la sensación intrigante y tibia que se formó en su barriga le anticipó que de ello, habría más. Vaya que se sentía bien.

— Creo que tenías razón, Muriel. — dijo, dejando la nota sobre la mesa, aún sosteniendo el vinilo con las mejillas enrojecidas como fresas en verano.

La morena se acercó a la mesa, mirando el trozo de papel que descansaba ahí, leyendo rápidamente y abriendo la boca de sorpresa, mirando desconcertada a su jefe, mientras él asentía con toda su cara diciendo “lo sé, nena, lo sé.”

If you change your mind, I'm the first in line.
- Crowley x.”





Nota de autor

Capitulo corto, lo sé pero se vienen cositas.

Estoy pensando en hacer un capítulo especial de Halloween 🎃
Díganme que les interesa en los comentarios

cakes 'n' chords // good omens AUWhere stories live. Discover now