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Era la segunda vez que Hyunjin pisaba el penthouse de Jeongin.

El sitio le gustaba, años atrás solía decir que el chico tenía un muy bien gusto para la decoración, amaba el estilo minimalista, era locamente ordenado y también un obsesionado con la limpieza.

Los muros se hallaban pintados de blanco satinado, los muebles estaban hechos con materiales de la mejor calidad y las lámparas colgantes parecían tomadas del set de grabación para una película.

En esa vivienda, todo era impecable.

Y lo que más le agradaba a Hyunjin, era el enorme cancel que permitía una fascinante vista a la ciudad.

No podía despegarse del cristal, estaba hipnotizado con el movimiento en las avenidas de la gran urbe y no le importaba lucir como un chiquillo curioso asomándose por la ventana de sus padres.

Incluso sonreía.

—Tengo buena vista, ¿no crees?

Jeongin ya se había posicionado a su lado, ni siquiera sintió cuando se acercó.

—Elegiste un buen departamento —consideró, admirando el par de sillas que yacían en la terraza exterior—. Me imagino que pagaste con un riñón, ¿no?

—Estás equivocado —Lo avistó de soslayo, riendo por la nariz—. Yo no pagué ni un centavo por este lugar.

—¿No lo hiciste?

—No.

—¿Entonces a quién se lo robaste?

De nueva cuenta, emitió una risita floja.

—Beomgyu lo compró —espetó, colocando una mano sobre el ventanal—. Se podría decir que fue un regalo.

Inevitablemente, Hyunjin hizo ruido al pasar saliva y giró el cuello con lentitud para vislumbrarlo.

Tenía que controlarse.

—Tu futuro esposo es tan espléndido —Trató de no ser tan hostil al pronunciar—: Te sacaste la lotería.

—Sí... Soy muy afortunado.

—Lo eres —Su entrecejo se plisó con rapidez—. ¿Y por qué no te ves contento?

Vio que Jeongin se encogió de hombros, quitándole el seguro al cancel corredizo.

—El cielo está despejado  —Lo evadió, arrastrando la hoja de vidrio por el riel—. ¿Te quieres sentar?

El espacio de la terraza le fue ofrecido y aunque él ya se había inquietado, no pudo decirle que no a esa mueca de agotada amabilidad.

Contuvo su urgencia de indagar al atravesar el marco de herrería, saliendo hacia la zona privada de convivencia y cuando pisó el deck de madera, se llenó los pulmones de oxígeno, aspirando profundamente por la boca. Las alturas no le daban miedo, pero si le generaban una comun sensación de vértigo.

Se recuperó enseguida, tomando posesión de la silla a su izquierda y se sentó en ella, apreciando otra vez el alterado paisaje urbano.

El rizado hizo lo mismo, acomodándose en el asiento sobrante mientras seguía el constante movimiento de los automóviles en la vialidad.

—Yang —susurró, sin tener las agallas de voltear—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Puedes —autorizó, barriendo un dedo por el reposabrazos de su lugar—. Se supone que vinimos porque querías hablar conmigo, ¿no?

—Sí, tienes razón.

Por instinto, comenzó a golpear el suelo de madera con la punta de su pie.

Ya no se sentía tan decidido como al inicio, estaba dudando de su torpe arranque de valentía porque no sabía si tenía sentido que estuviera ahí.

Drink from me ✿ hyunin Onde histórias criam vida. Descubra agora