—Shizun, hemos llegado—informó Ming Fan entrando a la sala de la casa de bambú, donde Shen estaba terminando un reporte.

Al verlo notó que estaba al lado de la puerta cerrada, sin querer acercarse a él.

—¿Y tu shimei?

—Ella está afuera. Shimei...quiere saber si tiene permiso de entrar con...lo que trajimos del pueblo al que fuimos enviados.

¿Traer? ¿Qué pudieron traer de un pueblo acechado por un demonio?

Shen asintió con dudas. Ming Fan abrió la puerta y se inclinó para hablarle a Yingying que estaba afuera. Ella no tardó en entrar.

En sus brazos cargaba a un pequeño niño. Tenía el cabello suelto y largo, peinado para que pudiera ver su cara. Su ropa era sencilla, limpia, pero de colores apagados. Tenía ojos grandes y oscuros, con un brillo tenue que parecían demostrar miedo. Sus mejillas no eran redondas y grandes como las de un niño saludable. Tampoco su cuerpo diminuto parecía serlo. Sus manos eran muy delgadas, frágiles, y sus tobillos eran demasiado delgados.

Shen miró a Ming Fan, esperando una respuesta. Su discípulo se acercó a él mientras Yingying mantenía la distancia.

—Es el único sobreviviente del pueblo al que fuimos enviados, shizun. Todos los demás murieron a manos de ese demonio. No pudimos salvarlos, solo a ese niño. Yingying lo bañó y cambió antes de que viniéramos hacia aquí—susurró su discípulo, como si temiera que el niño pudiera escucharlo.

Shen se preguntó, en ese momento, por qué antes no había visto a ese niño en su primera vida. La misión, por lo que podía recordar, había existido. No era algo nuevo de ese mundo, incluso sabía que enviando a dos personas sería suficiente para librar al pueblo del demonio. Sin embargo, cuando recordó los detalles se dio cuenta de algo: la misión había sido tomada demasiado tarde y, en consecuencia, no hubo sobrevivientes. En su primera vida, ese niño había muerto.

Si Shen hubiera tomado en su primera vida la misión y no la hubiera ignorado ¿ese niño se hubiera salvado también?

—¿Cuál es su nombre?—preguntó a su discípulo.

—No lo sabemos, no ha hablado desde que lo encontramos.

Shen asintió y miró a Yingying, quien parecía hablarle suavemente al niño, señalando algunas cosas al azar para distraerlo.

—Ning Yingying, ven.

Ella detuvo su charla y se acercó con el niño en brazos. Más de cerca Shen notó el rostro delgado de ese pequeño. No debería verse así, no a esa edad. A menos que sus padres hayan sido tan pobres que ni siquiera tenían para alimentarlo.

—Trae algo de arroz—le indicó a Ming Fan.

Yingying se sentó frente a él, el niño en su regazo. El pequeño miraba hacia abajo, no parecía tímido, parecía asustado.

—Hey, pequeño, mira, él es shizun, el hombre del cual te hablamos. Él es nuestro maestro y puede ayudarte.

El niño siguió mirando hacia abajo, como si temiera ser golpeado en algún momento. Shen estaba pensando en una manera de poder comunicarse con un niño que claramente no confiaba en ellos. ¿Cómo se supone que le hablaba a alguien así?

—Déjalo solo—pidió suavemente a Yingying.

Ella obedeció y amablemente dejó sentado al niño en su lugar, solo frente a Shen Jiu. Ming Fan llegó con unas gachas de arroz que puso frente al niño. El pequeño seguía sin mirarlos, todavía su mirada fija abajo.

—¿Cuál es tu nombre?—preguntó Shen tan suave y cálido como pudo.

No necesitaba al niño más asustado.

Sistema de Redención del Villano Escoria (BINGJIU)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz