- No – me sinceré. Mis ojos aguados divisaban el cuerpo tendido de Eren y mi respiración se agitaba -. Ya no puedo prolongar más esto, Mia.

La miré, comunicándole sin palabras todos mis reconcomios.

- Lo se. Yo tampoco lo soporto – se desahogó -. Estamos solas.

- Siempre lo estuvimos - recordé con un nudo en la garganta.

- ¿Qué piensas hacer?

Roté sobre mis talones, inhalando con fuerza.

- Primero, quiero encontrar a Mamá - determiné con los puños cerrados, lesionando las palmas de mis uñas filosas. Al recordar donde posiblemente estaría, una débil lagrima se desplazó por mi mejilla -. Luego, encontrar a Dereck.

- ¿Aun quieres ir tras él? - indagó con severidad.

- Él no es el demente aquí, Mia - Recalqué al notar su desacuerdo -. Hizo muchas cosas, pero ahora intentó cuidarte. Intentó cuidarme...

Las palabras comenzaban a desprenderse de mi garganta como un hilo delgado hasta desprenderse, demostrando mi estado fatal. No me importaba notarme vulnerable ante ella, era la persona que más sabia entenderme y nuestra confianza sobrepasaba los límites.

- Lo entiendo, Sam – sus dedos acariciaron mi hombro -. Pero debes entender que yo no confiaré en él hasta que todo termine, y eso implica que vayas por él a donde sea que esté.

- Pero donde Dereck este, también esta Mamá - puntualicé.

Mia se apartó, divisando el extenso corredor blanquecino y soltando un gran suspiro, relamió sus labios.

- Bien, no sé qué quieres hacer, pero vamos - soltó decidida, y curvé una ceja.

- ¿Vamos? - consulté sarcástica – No, sea a donde yo vaya, tú no iras conmigo.

- Entonces iras por Zack, ¿verdad?

Tragué grueso con los sentimientos revueltos.

- Si – asentí seria –, y sé que sucederán cosas feas cuando vaya tras él.

- ¿Y tú crees que no suceden cosas horribles ya? – consultó en un chillido que atrajo la atención de Jacob tras mi dorso –. Si le hicieron eso a Eren, nos puede suceder a cualquiera de nosotros en cualquier momento. Mierda, ¿ni siquiera recuerdas cuando incendiaron nuestra casa?

- Claro que lo recuerdo...

- Entonces déjame ir contigo, dios mío.

Suplicó, y cerré mis ojos con fuerza.

- Prefiero que te quedes cuidando a Eren por mi – lo observé –. Necesita a alguien que lo cuide bien, y tú lo conoces más que nadie.

- Te equivocas. Si él quisiera que alguien este a su lado cuando despierte, esa eres tú - reclamó.

- ¿Qué te hace pensar eso?

- ¿Preguntas en serio? - rodeo los ojos y rio -. A Eren siempre le has gustado, hermana.

Mi seriedad se tornó inexistente y en su lugar, la sorpresa recayó en mi semblante. La observé fijamente, intentando detectar una pizca de sarcasmo en su rostro, sin embargo, no lo hubo.

- ¿Qué? - modulé cuando la garganta me permitió entonar palabras.

- Lo que escuchaste. Siempre le has gustado – se encogió de hombros.

- Pero no lo entiendo...

- No es muy difícil deducirlo – rio –. Te mira como si quisiera ser tu mundo entero, pero tu mundo es otra persona. De igual forma, no me sorprende que no te hayas dado cuenta de eso. Realmente, nunca te detienes a pensar bien las cosas.

Suplicarás © (2)Where stories live. Discover now