Nivel nueve: Un lugar habitable

Start from the beginning
                                    

Así, cuando me preguntan si tengo algo que decir respecto a las fotos, las pongo en mi pantalla. «De hecho tomé clases de arte cuando estaba en la preparatoria», y procedo a analizar la composición de la fotografía como si fuera una obra de arte. Concluyo que todas tienen una buena iluminación, pero los fotógrafos no hicieron mucho por mejorar el enfoque.

Eso se torna en una conversación de dos horas en las que le muestro al chat fotos de parejas famosas tomadas por algún paparazzi «Miren, esto sí es una foto profesional». Y les cuento todos los chismes que me sé de las parejas, fruto de años de seguir a Taylor Swift; y otros cuantos años leyendo las revistas de chismes de mi mamá.

«Reto aceptado. A la próxima serán mejores fotos», me dicen en una donación.

—No, no, no —salto a responder. Gran error, mis mejillas se tornan rojas y mi fachada de «no me importa» se cae. Me aterro de pensar en la cantidad de personas que están mirándome y los tantos que se enterarán después por clips, ¿cuántos de ellos vivirán en mi ciudad?, ¿cuántos podrían tener una cámara profesional?—. Seguro que muchos tienen gran talento para eso de las fotos, ¿por qué desperdiciarlo conmigo?

Mejor me callo antes de arruinarlo más.

Termino el stream con un mal sabor de boca. Debí quedarme callada e ignorar los comentarios. Podría haberle pedido a mis moderadores que me ayudaran a silenciar el tema; pero no, la niña quería creerse muy lista. Mierda.

No tengo tiempo para lamentarme. Mi casa sigue exactamente igual que en la mañana.

Encuentro una motivación par lavar que me ayuda más de lo que me distrae, para variar. La música que en la mañana estuve añadiendo a mi playlist es la clave. Me encanta escuchar canciones nuevas, y con esa inspiración finalmente termino la montaña.

Doy un suspiro cuando coloco la última olla limpia como la punta de mi monte Everest de cristal y metal. Con esto la casa ya luce un diez porciento más limpia. Merezco una... No, no, nada de recompensas.

Debo trapear. Necesito una jerga, pero no quiero quitar la de la entrada. Recorro toda mi casa, encuentro una en el baño. Debería lavar el baño, voy por el jabón. A medio camino veo la cama destendida. Podría hacer esto primero, tender la cama es fácil y da una sensación de orden general. Pero hay una mancha de kétchup en mi colcha, mejor la pongo en la lavadora, junto con la demás ropa. Sí, sí, dejo la lavadora trabajando mientras que... Espera, ¿qué estaba haciendo?

Grito de frustración a la nada. ¿A qué vine en un principio?

Okay necesito otro método.

Con un trapo en la mano corro a mi pizarrón de recordatorios, hay pendientes que nunca taché de la Navidad pasada. Los borro todos y disfruto la mirada del pizarrón limpio, pero de inmediato lo lleno de pendientes: baño, sabanas, trapear, etc. Recorro el departamento entero hasta que creo haber anotado todo. Tengo delante unas veinticinco casillas de pendientes.

Empiezo por meter algunas cosas en la lavadora. Me sorprende lo fáciles que pueden volverse algunas tareas extremadamente aburridas al escuchar algo divertido de fondo. Debería anotar eso como consejo, el algún lado, solo que no sé dónde. A lo mejor debería hacer una libreta que reúna mis consejos para ser productiva con TDAH. Podría escribir un libro. Seguro que ya hay un montón de esos.

No, no. Bria: regresa.

Vuelvo con dos clics el pódcast que estaba escuchando. Lo que busco en un pódcast no es aprender o reflexionar: a mí me gusta oír chismes. Puedo pasar horas escuchando a gente contar sus historias sobre cualquier tontería: mujeres quejándose de hombres idiotas; chicas contando sus anécdotas en viajes; o tipos que me actualizan de lo que está pasando con las celebridades.

Glitch: del amor y otros juegosWhere stories live. Discover now