Miedo a lo innoto

125 14 13
                                    

-¿Conoces la paradoja de Fermi? -pregunté.

Futaba asintió indiferente. No logré figurar si exhaló por mi ingenuidad o sopló hacia su cálido café para enfriarle.

-¿Y qué opinas?

-Estemos solos en el universo o no, me es indiferente -le dio un sorbo al café.

-Ya veo.

Dejó la taza sobre el escritorio. Tenía modelos de estructuras atómicas o lo que sea, no estoy aquí para aprender realmente. Los movió, anotó en un cuadernillo y los observó.

Me quedé en silencio, recorriendo con la mirada el vacío y silente salón.

-¿Desde cuándo sientes tal afinidad por la ciencia? -quebré el prolongado silencio.

-Desde niña, quizá.

-Oh -exageré una impresión. Precisamente mi motivo era hacerla evidente.

Futaba es una mujer de aproximadamente un metro con cincuenta centímetros de estatura. Tiene un largo y ondulado cabello que se mezcla entre un color castaño y un grisáceo, resultando en un interesante y opaco matiz. Su clara piel luce siempre lisa y suave; mentiría si dijera que no me pica la curiosidad por pasar mis dedos sobre su rostro.

La miré haciendo lo que siempre hace. Ciertamente es incómodo cuando nos quedamos sin algo por comentar.

Tomó una tabla de madera con un reluciente clip de metal que ejercía presión sobre hojas de papel para que éstas no cayeren. Sus ojos fueron en sentido descendiente y formaron un vaivén. Ajustó sus lentes, buscando por algo en la primera hoja de papel.

-Requiero de tu ayuda para conseguir algunas cosas.

-¿Hm? ¿Qué cosas?

-Unas cajas con material del club.

-Jamás creí que pidieras mi ayuda.

Futaba suspiró.

-Eres más alto y fuerte que yo. Es biológico.

-Me halagas, Rio.

Hizo un ademán con los ojos antes de pedirme salir del salón.

Trajo consigo la tabla. En el camino intenté hacerle plática sobre ciencia y cosas que pretendía conocer.

Cruzamos por la cancha de baloncesto. Noté que, inevitablemente, Futaba miró a Kunimi jugar.

-Es bueno, ¿no es así?

-No lo sé -respondió Rio-, no tengo conocimiento en deportes.

Sonreí para mí. Era reconfortante ver cómo la silenciosa Futaba en realidad escondía un complejo sentir. Hacía años que no sentía algo como tal emoción -ni ella ni yo-.

Llegamos al almacén para los clubes de deportes que, por alguna razón, también usan como almacén general. Hay balones, sillas, de todo, incluso material para el club de ciencias. Inusual, pero nada para sorprenderse.

Había literas con cajas sobre sí. Cuando Futaba miró hacia ellas supuse que ahí estaría lo que buscaba. Miró de nuevo la hoja en la tabla y miró de nuevo a cierta caja.

-Es esa: la S2.

Era una caja de cartón entre dos cajas sin nomenclatura o dígitos de identificación. Intuí que esas serían específicamente para los practicantes del desempeño físico.

-De acuerdo.

El lugar no era espacioso ni alto, pero requerí de usar una silla para alcanzar la caja.

Triparticular [Rio Futaba & Lector]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora