Aún así cuando bajé después de que mi hermano ya se hubiera puesto al lado de Neith, lo examiné con la mirada y tenía toda la razón, puede que me quedara más embobado de lo que se quedó él cuando me vio vestida pero la verdad era, que estaba realmente guapo con esa túnica corta que le tapaba medio torso y que en la parte inferior caía como una falda que se situaba por encima de las rodillas y con un cinturón que era más bien una de las cuerdas doradas que se creaban especialmente para este tipo de ritos.  Sus pinturas en su pecho bien delimitadas y su cara, apenas pintada, tan solo alrededor de su ojo izquierdo, su ojo de caza y puntería. Y por último, esa corona de hojas de alce que hacía que su pelo rubio brillara más de lo que hacía. Simplemente me quedé sin palabras.

–Xylia, ¿ te has quedado muda? –preguntó Neith con esa diversión que se divisaba en esos ojos brillantes.

Respiré profundamente para calmar los latidos de mi corazón, antes de poder dirigirme a él si no quería sonar como una completa estúpida. 

–Estás guapo y no, no me he quedado muda –dije con seguridad aunque notaba como mi robaba estaba totalmente roja.

–Owen, ¿has escuchado eso? –dijo dirigiéndose hacia mi hermano con una sonrisa– La pequeña Xylia por fin ha admitido que estoy guapo.

Mi hermano soltó una carcajada mientras que Neith sonrió como si hubiera ganado una competición y no pude reprimir sonreír. Ese hombre estaba haciendo todo aquello porque le había dicho que estaba guapo, no sé que hubiera hecho si tiempo atrás le hubiera contado que me gustaba. Es probable que se lo hubiera dicho a todo el poblado con tan solo mostrar lo orgullosos que estaba. 

Entonces me acerqué más a él invadiendo su terreno personal y noté como esos ojos volvieron a profundizar más en mí. 

–Porque te haya dicho que estás guapo, no significa que lo seas.

Pude escuchar como Owen jadeó al escuchar mi sincera y divertida confesión. No quería que se le subiera a la cabeza que por el mero hecho que ahora se viera como un dios, no significaba que lo fuera.

–Si quieres seguir engañándote a ti misma allá tú pero para la próxima vez, yo mismo te cerraré la boca para que no te entre ningún bicho.

Lo miré nerviosa pero cuando agachó su rostro y susurró esas palabras en mi oído, pude notar como todo mi cuerpo se calentaba.

–Y no quieras saber cómo, Xylia.

Su susurro fue tan penetrante que cuando se apartó de mí para empezar a caminar junto a mi hermano, me quedé petrificada al no querer aceptar la doble intención de sus palabras. Esperaba que tan solo estuviera jugando conmigo conforme lo hacía todos los día y que no se estuviera refiriendo a lo que mi mente estaba imaginando y sí, a cerrarme la boca con un beso. 

Tuve que sacudirme la cabeza un poco para poder quitar de mi cabeza a todos aquellos sentimientos que había conseguido aciberarme de aquel malestar producido por no tener la presencia de mis padres. Pero ahora no sabía si podría seguir con detalle y seriedad el ritual sin volver a pensar las palabras que me había dedicado el idiota del mejor amigo de mi hermano.

Sin pensarlo avancé tras ellos con nerviosismo y con diversión hacia el lugar donde se albergaba el mayor ritual del año y pude decir, que era la celebración más bonita que había visto en mi vida. Ganaba a las demás celebraciones que habían cuando eran los solsticios y los equinoccios ya que, ese lugar estaba decorado cn cariño y con ayuda de la naturaleza. Alcé mis ojos para ver mejor las luciérnagas que se formaban por encima de nuestras cabezas como si fueran estrellas danzantes y pequeñas que nos guiaban hasta el lugar de la celebración. Vi las espaldas de Owen y de Neith, la de este último más musculada que la de mi hermano pero ambos con la misma estatura, hacían que ir detrás de ellos, me dieran más confianza para vivir ese momento del cual se grabaría en mi cabeza como un recuerdo atesorada del que nunca querría librarme. 

La Leyenda ÁureaWhere stories live. Discover now