6. LOS CELOS ECKVAN, PARTE 1

Start from the beginning
                                    

—Perdón, alteza.—Murmuro.

La princesa me da una última mirada de pies a cabeza con desagrado y gira su cuerpo para atrás a hablar con unos sirvientes. Dalma arruga su nariz del enojo, y sacude la mano en el aire.

—Quiero que los cuenten bien, son 582 libros y si falta uno, me avisan de inmediato—Ordena Yris a los hombres, que entran con enormes cofres. Nos voltea a ver—¡Largo!

Su voz resonó en todo el lugar logrando que me erice la piel, Dalma nos apresura para salir. Y lo último que veo antes de que cierren las puertas, es como se sienta con una elegancia impresionante frente a los hombres, solo observándolos y se quita la capucha, rebelando su melena roja y una tiara oro y diamantes rojos.

—Nara— Dalma gruñe mi nombre de mala gana, me volteo a ver esa cara de ceño y labios fruncidos.—Ve a despertar a la princesa Diana.—Asiento. —Denisse, me ayudarás a preparar el desayuno de los reyes… el carruaje nos espera.

Cuando salgo a los balcones, veo las enormes antorchas que rodean los jardines y la laguna. Extrañaba el calor del sol, porque aunque ese fuego irradiaba calidad de todas formas, el frío se instala en mis huesos con intensidad desde que llegue a este enorme castillo.

Me detengo cuando escucho esa inigualable risa y rápidamente me asomo por el balcón. Ahí, en el jardín, estaba mi hermana, junto a los príncipes y la Alfa Rhea.

El príncipe Ignis intentaba ganarle a Rhea en un duelo de espadas, pero estaba claro que le era imposible esta victoria. Mientras tanto mi hermana charlaba con una chica que me daba la espalda, sus ojos verdes se iluminaban al verla. La chica castaña de manos frágiles y vestido azul, le arregla la medalla de oro en su uniforme, mientras se ríe.

¿Acaso Kassia se atreve a cortejar a Diana mientras tiene una novia? Seguramente aprendió esa canallada de Rhea, que goza tener una fila de admiradoras observándola desde el balcón al otro lado.

Vuelvo mi mirada a la Alfa de Alfas solo para expresarle mi odio con todas las fuerzas que mis pobres ojos podían resistir. Ignis cae al suelo por un golpe certero del mango de la espada de su hermana mayor justo en la mandíbula.

Las omegas licántropas e hibridas enloquecen con sus ovaciones a la heredera y ella se los agradece con una sonrisa nada modesta.

—¡Entonces Rhea Eckvan, como todos ya lo suponíamos, gana otra vez!—Anuncia Kaiat.

—Es porque estoy sobrio—Se excusa Ignis, su hermano niega con la cabeza. Le quita la copa de vino y bebe hasta la última gota — Lo juro, el alcohol enciende algo en mí…

Se le lanza a Kaiat, provocando que ambos comiencen a pelear en el suelo de tierra y ahora, si era una pelea justa, ambos hermanos tiene el mismo tamaño. Mi corazón comienza a acelerarse cuando Rhea gira su rostro hacia mí y su mirada dispareja conecta con la mía.

Los escalofríos no tardan en llegar gracias a ella, y debo abrazar a mí misma, maldiciéndome por mostrarme débil ante ella.

Despiadada, mala influencia, infiel, mujeriega, asesina de padres, esclavista, aberración de la naturaleza… Diosa, como quisiera que me dieras el don de la telepatía ahora mismo.

Me mantengo sería a pesar de que me incita a enloquecer como las otras omegas con su boba sonrisa, pero no me causa más que desprecio y eso a ella le divierte; sin embargo, el brillo juguetón y descarado de sus ojos se desvanecen cuando observa a mi lado.

—¿Eres Nara Leroy?—Pregunta una voz, pero me niego a bajar la mirada. —¡Hey!

Me sacude su mano a un centímetro de mi rostro. Doy un suspiro, aceptando mi derrota y me giro para ver al chico pelinegro de ojos verdes. Él, un tanto aturdido y sonrojado, carraspea.

The Black OrbeWhere stories live. Discover now