Sus brazos se cerraron con fuerza a mi alrededor y una de sus manos acarició mi espalda mientras dejaba besos sobre mi pelo.

–Ya pasó, estás a salvo ahora...

Apreté su camiseta con mis puños y lloré todo lo que no había llorado dentro de esa cabaña, porque si lo hacía sabía que me hubieran pisoteado más de lo que ya hacían.

–Todo está bien roja –besó mi pelo–. Todo está bien.

Lloré por unos minutos más hasta que finalmente poco a poco fue cediendo, pero no lo solté. Aun quería disfrutar de esto que me estaba dando, la seguridad, el afecto, todo aquello que sabía no sería duradero.

Porque, ¿cómo podría cambiar tanto su actitud de hace tres días a hoy?.

Sus desplantes aún son frescos en mi memoria, las noches que pase anhelando esto, el que me dejara sentirlo cerca, poder querernos sin temer nada, pero solo tengo las memorias de llorar hasta dormirme por no saber cómo llegar a él o que incluso me quisiera.

Sé que tenemos muchas cosas de qué hablar y que pese a sus palabras sobre no aceptar mi rechazo me dan ilusión, prefiero mantener la distancia por un tiempo hasta asegurarme de que nada de esto solo me llevará a ilusionarme más de lo que ya estaba antes y que la caída sea más fuerte.

Pero por el momento, disfrutaré de estar entre sus brazos.

–¿Podrías ayudarme con el hechizo? –pregunto olfateando su esencia.

Infla su pecho bajo mi oreja y suelta el aire en un gran suspiro.

–¿Qué tienes en mente?

–Tenía pensado adormecerlo, no romperlo –digo–. Porque si lo rompemos, dejarán de ser compañeros, pero si lo dormimos, solo evitará que ambos sientan lo que el otro siente, pero la unión seguira ahí.

Se quedó en silencio por unos momentos y alce la cabeza para verlo mirar la nada fijamente y mientras él hacía eso yo lo observaba a él.

Lo primero que vi fue la forma marcada de su mandibula, algo que me resultaba extremadamente sexy era el como se mostraba tan bien el ángulo de ella dándole aspecto varonil a su rostro. Su mentón que se formaba un pequeño hoyuelo, sus labios rellenos, la nariz puntiaguda que siempre envidié, pero no tanto porque pese a ser delgada y delineada el tabique igual tenía un pequeño levantamiento de cuando una vez se rompió la nariz.

Tenía ojeras bajo sus intensos ojos verdes que eran protegidos por unas cejas delgadas, pero también tupidas que se encontraban ligeramente fruncidas ahora formando una arruga entre ellas.

Alce una de mis manos y con el pulgar acaricié la zona deshaciendo la arruga mientras él bajaba la vista para verme.

Tragué saliva ante la intensidad de su mirada, aquella que siempre hacía temblar mis rodillas y ahora no era diferente.

–Para el hechizo necesitamos algo de él roja –hace una mueca con la boca–. Lo siento...

Me removí incómoda en sus brazos y bajé la vista.

–¿Qué? –preguntó tomando mi mentón con su mano obligándome a verlo–. ¿Qué es esa mirada?

–Bueno...eh yo quizas...–intenté ver hacia otro lado, pero toda su mano se aferraba a mi mentón–. Quizas tengo cabellos de él.

Le sonreí timidamente y sus ojos me escudriñaron por unos segundos antes de sacudir la cabeza como si fuera incapaz de creer lo que acabo de decir.

–¿Como? –volvió a preguntar–. ¿Cabello de él? ¿Cómo es eso?

RecházameWhere stories live. Discover now