Me marché de casa bajo la atenta mirada de mis padres que mientras caminaba con tranquilidad por esos puntos colgantes hechos con pequeños troncos. La gente empezaba a últimar los pequeños detalles, además de que pude ver a chicos y chicas de mi misma generación que parecían ya haber recibido sus coronas. Sabía que era un momento muy importante en el la Sabia Anciana del poblado, elegía la corona que mejor canalizara tu luz a través de esa corona.

Recordé a mi hermano, cuando volvió a casa después de que la hubiera recibido, sus ojos brillaban, estaba emocionado y pude ver el orgullo que sentía al llevar puesta esa corona de valor. Yo también esperaba sentirme así y una vez, llegué entre los diversos puentes colgantes  al  que era el edificio más antiguo y más venerado del poblado, y sin duda esa era el Hogar del Conocimiento. 

Y antes de poder entrar, me topé con una de mis pocas amigas cercanas, Naya, que sin duda salía muy contenta por portar esa corona en su cabeza.

–Qué bien te queda, Naya –ella sonrió mucho más de lo que estaba haciendo cuando escuchó mi halago.

–¿A qué sí? Creo que es la primera vez que me siento tan contenta -reí al escucharla tan ilusionada.

Ella iba vestida con un traje similar al mío y sin duda, se veía realmente bonita, incluso con el maquillaje, podías ver que era una mujer preciosa.

Su padre murió en uno de los ataques que sufrió la aldea y aunque Naya hubiera pasado ese trauma, sabía muy bien todas las noches en las que lloraba con su madre pidiendo a los dioses que lo devolvieran.

Verla así, tan contenta y sin esa tristeza que arrastraba desde que tenía diez años, me hacía muy feliz.

–Creo que es hora de que tu consigas la tuya –comentó ella con una sonrisa.

Reí nerviosa sabiendo que había llegado el momento y aún así, cuando Naya pasó por mi lado y me susurró esas palabras llenas de valentía, no tuve ningún nervio por entrar ahí dentro.

Tú puedes Xylia

No me giré cuando noté que empezaba a caminar en dirección contraria al camino que yo debía seguir pero sin duda, no iba a dejar que mis nervios se apoderan de mi poca valentía en este momento. Quería portar esa corona y cuando todos aquellos guardianes volvieran del rastreo, les mostraría la verdadera Xylia y mi verdadera belleza. Ellos me conocían como una mujer bastante vulgar en temas de vestimenta que siempre llevaba puesto el singular traje de guardiana a cualquier hora del día. Aún así, estaba incómoda por llevar ese vestido pero me hacía sentir más coqueta. Así que sí o sí, cuando ellos llegaran ya debía tener esa corona en mi cabeza y lucir lo más radiante posible.

Empecé a caminar hacia el interior de esa pequeña casa con nervios de ver a la Sabia Anciana en esa casa llena de documentos y leyendas escritas por nuestros antepasados. No era la primera vez que entraba pero siempre impresionaba al notar ese denso aire cargado por la sabiduría que esa mujer albergaba en su interior, simplemente el poder del saber.

Esa casa se albergaba dentro del árbol más ancestral y más ancho de todo el poblado ya que por lo menos habían seis plantas en las que se almacenaban documentos importantes y libros nunca antes sacados a la luz por si cayeran en malas manos al descubrirlo. Yo nunca había bajado ni subido de planta, tan solo había estado en la planta principal donde se albergaban algunos encuentros y reuniones sumamente importantes. Pero una vez me adentré, me acordé perfectamente de cada detalle, de cada manta decorativa y de cada gran hoja que decoraba la sala.

Estaba realmente sumida por la admiración de ese lugar ancestral y místico. La calidez de las paredes del tronco era algo que nunca podría dejar de sentir, ni cuándo el invierno llegara, esas paredes se congelarían. Era algo de lo que yo  estaba realmente encantada porque por lo que sabía en muchos otros poblados, las distribuciones eran totalmente diferentes ya que construían abajo o simplemente construían una casa en la punta del árbol pero para mí, no había nada como aquello. Sentía esa tranquilidad que albergaba la savia de los árboles y ver cómo ese lugar cálido ocupaba el Hogar del Conocimiento, me hacía realmente feliz.

Y entonces la vi, vi a la Sabia Anciana, esa mujer que regalaba sonrisas junto a ese largo bastón que superaba su altura incluso. Su pelo canoso por el tiempo era largo y estaba trenzado como si fuera una mujer joven, además de llevar esa increíble bata hecha con el material extraído por nuestros trabajadores gusanos de seda quién nos ayudaban a producir la seda para nuestros atuendos. Simplemente esa mujer a la que le tenía mucho respeto por su increíble papel en el poblado, me miraba con los ojos entreabiertos y con una sonrisa cálida sin mostrar los dientes.

–Bienvenida al Hogar del Conocimiento, Xylia Sylvam.

Mostré mis respetos agachando levemente la cabeza acercándome a ella con lentitud y con distancia.

–El honor es mío, Sabia Anciana.

–Así que la intrépida Xylia ya es toda una adulta que va a recibir su corona –comentó entre susurros como si estuviera hablando para sí misma mientras se dirigía a una enorme mesa llena de coronas.

Yo tan solo pude asentir con una sonrisa, sin saber cómo tomarme aquello mientras observaba a la anciana moverse a su debido tiempo hasta que llegó a la mesa y se giró hacia mí.

–Acércate, pequeña guerrera.

Me sonrojé al escuchar que me llamaba de esa manera pero era normal, todos en el poblado habían visto y escuchado todas mis aventuras y problemas. Esa mujer debió de haberse encariñado conmigo al haber escuchado hablar tanto de mí, de la cabezota más cabezota que este mundo ha conocido en su historia.

Hice lo que me pidió y me acerqué a ella, quedándome parada enfrente de esa antigua mesa mirando todas esas coronas, todas parecían iguales pero siempre tenían algo que las diferenciaban y que solo una vez te las pusieras, se notaría esa diferencia. 

–Ahora deja que sea tu alma la que elija cual es la corona que debes portar, cierra los ojos y siéntela, Xylia.

Respiré profundamente y me dejé llevar. Cerré los ojos y visualicé la corona que tenía en mente y la que mi corazón empezaba a querer. Levanté la mano y dejé que siguiera su camino, notaba las respiraciones de la Sabia Anciana, además de que mi mente sabía perfectamente cuál tenía que coger. Entonces mi mano paró y la cogió con suavidad, no abrí los ojos hasta que la mano cálida de la Sabia Anciana se situó sobre mí hombro.

–Ahora que ya has elegido, déjame que te la ponga y una vez la tengas puesta, ya podrás abrir los ojos.

Volví a respirar profundamente y por la inercia, me arrodillé para que esa mujer pudiera llegar realmente bien a mi cabeza.

Después de varios segundos tensos, la noté encima mía además de los susurro de la Sabia Anciana en una lengua extraña pero me sentí bien, me sentí como si un peso se me hubiera apartado. Me sentía totalmente libre y lista para ofrendar nuestra luz a los dioses.

Abrí los ojos y me levanté mientras que la Sabia Anciana volvía a su lugar favorito, a su mecedora. El lugar preferido para sentarse y contarle las historias a los más pequeños de la aldea.

No supe qué hacer con respecto a si irme y dejar que la Sabia Anciana o quedarme y esperar sus consejos pero pareció leerme la mente cuando se frenó a mitad camino y se giró hacia mí.

–Es hora de que muestres tu luz, Xylia.

Sonreí con mucho cariño ante ese comentario. Me sentía muy querida por esa mujer.

–Gracias, Sabia Anciana.

Y con aquello salí del Hogar del Conocimiento con una sonrisa de oreja a oreja sabiendo que debía verme muy bonita y guapa aunque el que más lo notó fue Neith quién se quedó de piedra junto a mí querido mentor. Sus caras estaban congeladas, boquiabiertos me admiraban sorprendidos y entonces me acordé que era la primera vez que me vestía tan elegante y tan bonita para una ocasión como esta.










La Leyenda ÁureaWhere stories live. Discover now