prologue

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Maisey terminaba de lavar los platos de la cena

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Maisey terminaba de lavar los platos de la cena.

Bobby se encargó de dormir y arropar a su nieta. La pequeña Maisie era la más feliz de tener a su abuelo en casa, con su padre fuera todo el tiempo, era la figura paterna más cercana.

— Ya se durmió. — anunció Bobby.

— Gracias papá — respondió Maisey dejando el plato en el escurridor. — A Maisie le encanta que estes aquí.

— Realmente es un juego de palabras Maisie y Maisey, a veces me confundo con los nombres — bromeó Bobby tomando la taza de café que su hija le preparó.

Maisey río al escucharlo, no era la primera vez que le decían eso. Y tampoco sería la última.

— Bueno, nos encantan los juegos de palabras. — respondió acercándose a su padre. — Owen dice que probablemente esté aquí para el próximo mes.

Owen Riggs, el esposo de Maisey Nash y la causa de varias peleas entre padre e hija.

Bobby Nash nunca estuvo de acuerdo en la relación que mantenía su hija con un hombre mayor que podía tener su misma edad. Pero todo cambió cuando su hija le mostró la sortija de matrimonio que estaba en su dedo.

La relación de ambos se quebrantó en ese momento, se alejaron durante meses. Al menos tenía a su madre quien la apoyaba a pesar de no estar de acuerdo con todas sus decisiones.

Pero la llegada de Maisie Nash a la vida de la familia Nash cambiando los malos entendidos entre padre e hija.

— ¿Se quedará permanentemente? — preguntó Bobby.

— Papá... — dijo Maisey intentando que la situación no escalará. — Ya hablamos de esto. De hecho, no hablamos de esto durante meses ya que no estabas de acuerdo en que me casara con Owen.

Bobby guardó silencio al recordar esos tiempos.

— ¿Sabes? Tengo antojo de un pastel de chocolate iré por uno — hablo Maisey levantándose para buscar uno de los pastelitos que había comprado.

Se escuchó un ruido en la puerta, Bobby miró en dirección a Maisey esperando que dijera algo.

— Papá, ¿puedes abrir?

Bobby se acercó abriendo la puerta encontrando a uno de los compañeros de Owen Riggs.

Un militar.

—¡Maisey! — gritó Bobby.

Maisey salió de la cocina con el pastelito en sus manos, pero al ver al hombre en la puerta lo dejó de lado.

— Dímelo.

Maisey había estado ensayando una y otra vez miles de escenarios donde le informaban de la muerte de Owen.

Cada que lo veía regresar por la puerta sentía que se iba un peso de encima.

Pero cada uno de esos miedos se intensificaron cuando Maisie llegó a sus vidas. Cuando era una niña tenía miedo de perder a su papá en un incendio o en un derrumbe y cada que llegaba a casa lo abrazaba al estar agradecida de tenerlo un día más.

— Owen murió.

Maisey cerró sus ojos dejando que el golpe de aquellas palabras la hiriera de una manera que le helaba los huesos.

Bobby se acercó a su hija al ver cómo caía de rodillas al suelo, la sujetó antes de que se golpeara.

Todo actuaba en automático dentro de la vida de Maisey. Es verdad cuando dicen que en un momento ves la vida a través de tus ojos como en una película. Así era como estaba sucediendo.

No supo cuándo comenzó a llorar o como jalaba su cabello o las heridas en sus manos que se causó con sus propias uñas.

— Maisey, contrólate — susurraba Bobby.  —  ¡Maisey!

— ¡Papá!

— Maisey, estoy aquí, estoy aquí — susurraba Bobby calmando a su hija. — Estoy aquí mi niña.

La joven se abrazó a su padre berreando como una niña pequeña. Nunca se imaginó ser una viuda a temprana edad, siempre pensó que tendría la vida de cuento de hadas que siempre soñó o vivir junto a su esposo hasta que se hicieran viejos y les contaran historias a sus nietos.

Nada de eso sucedería ahora.

Nunca tendría una vida de sueño o tampoco tendría una vida en donde se vería a su lado de viejitos.

Ya no tenía nada.

Se permitió ese momento de dolor, ese momento para sufrir y lloriquear mientras estuviera junto a Bobby. Por qué cuando se levantara de ese suelo tenía que comerse todo su dolor y proteger a su hija.

Cuidar el dolor de su niña a costa del suyo.

Por qué de ahora en adelante Maisie solo la tendría a ella.

Tendría a su madre.
  

DRESS; Evan Buckley Donde viven las historias. Descúbrelo ahora