Capítulo 31. Soltar el dolor y abrazar la vida.

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..."El sexo es el sexo y el arte es el arte, y en nuestra historia había mucho de ambas cosas. Así como, deseo, lealtad, confianza, complicidad, armonía, necesidad, seguridad, humor y mucho amor"... Almudena de Grandes.

Pasado el crepúsculo, Zoe y Kamal llegaron a Oia rodando en la potente Ducati. El elegante barrio de los Al-Ghurair relucía bajo las luminarias de las serpenteantes calles. En marcha lenta traspasaron el majestuoso arco del acceso, y Kamal guió la moto hacia el cobertizo del jardín deteniéndose fuera.

Zoe desmontó y enseguida Kamal lo hizo también.

Ella le miró con orgullo cuando se retiró el casco y sus impresionantes ojos azules chocaron con los suyos. Se le veía tan cansado, como ella misma se sentía, pero había sido el mejor socio que pudiera haber elegido para acompañarla en aquel tenso y largo día.

Durante la visita a TriCk, Kamal conservó su cultivada paciencia y le extendió la cortesía de su estoicismo al singular muchacho, pese a que ella estaba segura de que sus bruscas maneras le habían ofendido. Zoe jamás había conocido a nadie que pudiera igualar su resistencia, pero seguramente la formación profesional de Al-Ghurair lo habían convertido en su compañero ideal, ya que pese a lo larga que había resultado la jornada y no haber conseguido tener una comida decente, Kamal conservaba su vigor y lucidez.

—¿Me darías un momento con Fedra, amor? —le preguntó Zoe.

—Por supuesto, estaré con Khalid. Solo no bajes la guardia —la advirtió—, esa mujer podría intentar reducirte aún estando sujeta de una mano e imposibilitada de la otra.

Zoe se sonrió por la ternura que le causaba su celo protector con ella.

—No, amor, no bajaré la guardia. —Le dejó un suave beso cerca de su oreja y murmuró—: Pero tú puedes intentar reducirme luego, si te apetece...

—Estaré encantado, señorita Makris —ronroneó con ese tono bajo que la hacía estremecer.

La rubia le entregó en mano las pistoleras que había llevado atadas a los muslos y se giró para ir en busca de Fedra, los bajos tacones de sus botas eran muy silenciosos conforme marchaba hacia la puerta del cobertizo.

—Zoe. —Fedra levantó la cabeza y la buscó con la mirada cuando ella se introdujo en la aciaga estancia.

—¿Podemos hablar?

La rubia asintió silenciosa.

Zoe podía ver el nerviosismo en el rostro de su ex compañera, el indicio de tristeza y de dolor ensombrecían sus azules ojos.

Al tomar la silla que estaba a un lado del catre en que descansaba Fedra, esta le pidió que le encendiera un cigarrillo. Alguien, seguramente Khalid, le había dejado una cajetilla sobre la mesita auxiliar.

—No deberías de fumar, Fedra —suspiró Zoe al tiempo que le acercaba el cigarrillo a los labios.

—Es el único placer que aún puedo darme —replicó antes de apretar los labios sobre la boquilla del cigarro y cerrar los párpados al darle la calada.

Zoe no dijo más y con paciencia la asistió durante cada calada hasta que el cigarrillo se consumió. Entonces aplastó la colilla contra el pulido piso de concreto con la punta de su bota.

—¿Tu plan está en marcha? —Sonrió con tristeza—. ¿Esta vez no van a traicionarte?

Zoe quería creer que TriCk actuaría de acuerdo a su código y no la traicionaría.

—Todo comenzó a moverse —respondió Zoe— ¿Te preocupa enfrentar a Ezio?

Fedra sacudió la cabeza como intentando apartarse el cabello del rostro, Zoe adelantó una mano y le apartó con los dedos las mechas rubias que le hacían cosquillas cerca de la nariz.

Encadéname a tu pielWhere stories live. Discover now