1. Naturaleza Impredecible (1)

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Capítulo 1

Naturaleza impredecible


Una suave y tenue luz se filtraba a través de las cortinas semiabiertas de la habitación, pintando débiles franjas blancas en el suelo de madera. En el centro de la penumbra, una figura solitaria se hallaba frente a una computadora de alta gama. Su teclado resonaba con cada toque, mientras el monitor iluminaba su rostro con un resplandor frío y azul.

Liam era un hombre en sus treinta y pico, de cabello oscuro y mirada implacable. Vestido con una camisa negra y una chaqueta de cuero que emanaba una presencia intimidante. Sus dedos se movían con destreza sobre el teclado, mientras una sonrisa retorcida danzaba en sus labios.

Al otro lado de la ciudad, en un callejón igualmente sombrío, una joven de cabello largo y marrón miraba su teléfono con desesperación mientras caminaba rumbo a su hogar. Cada llamada entrante parecía un tormento. La pantalla parpadeaba un número que siempre era distinto al anterior, pero cuyo autor era siempre el mismo. El rechazo resonó en su voz cuando finalmente atendió la llamada.

—¿Puedes parar? ¡Por favor! ¡Llevas toda la semana jodiéndome la puta vida! ¡Te voy a denunciar!

—¿De nuevo, Amanda? —La voz de Liam salió distorsionada—. Según estoy verificando, lo has hecho el viernes pasado, alrededor de las once de la madrugada. No te preocupes, mi amor, no habrá fuerza policial que nos separe. ¿Cómo estuvo tu trabajo en la tienda? Aquella vieja te ha tratado bastante mal. ¿Quieres que le dé una lección por ti?

—¡No! ¡Basta! ¡Déjame en paz!

—Me encanta cuando te enojas... tus facciones son tan hermosas. Y el uniforme que llevas te queda diabólicamente bien.

—¡Hijo de puta!

—Creo que ya es la hora de que por fin nos veamos.

Amanda cortó la llamada y apretó el paso rumbo a su departamento. Mientras tanto, sigiloso como un cuervo al asecho, Liam perseguía los pasos de la muchacha a través de un dron que se movía con destreza por el cielo nocturno.

Se inclinó más hacia la pantalla de la computadora; junto a esta había una fotografía de Amanda con su actual pareja. Él ya no sería un impedimento para su inminente encuentro esta noche. Ahora mismo descansaba en un rincón de la habitación, maniatado, con dos orificios letales en el pecho. Liam río con frialdad al contemplarlo de nuevo. Llevó sus ojos a la pantalla de la computadora de ese imbécil: Amanda llegaría en unos pocos minutos, así que tenía que prepararse para la ocasión. Salió al living, y bajo el manto de la oscuridad del departamento, tomó asiento en el sofá a aguardar con anhelo a su próxima cosecha.

Tras una espera corta, escuchó el repiqueteo de las llaves al otro lado y una sonrisa maniática se ensanchó en su rostro. Su respiración se aceleró, mientras su mente jugaba con las imágenes que se forjaban en su cabeza, imágenes de Amanda atrapada en una red de miedo y desesperación.

Entonces, la puerta se abrió de golpe, pero la figura que emergió no era la deseada. La sorpresa aturdió a Liam por un instante mientras sus ojos se encontraban con el uniforme de un policía y su mirada severa clavada en él.

Un orden frío cortó el aire:

—¡Ponga las manos en alto!

Liam actuó con premura, sus instintos de supervivencia se apoderaron de él y sin pensarlo dos veces, salió disparado de la habitación. Sus pies apisonaron el umbral de la ventana en un salto audaz. El viento nocturno azotó su rostro mientras descendía hacia el callejón oscuro y estrecho que se extendía a continuación.

A-Normal 3: Arrastrando el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora