Capítulo 30. Un tren sin frenos.

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—Kamal, me vuelves loca, amor —gimoteó ella. Su suave mano lo cogió de la base del pene y lo dirigió hasta los sedosos y resbaladizos pliegues de su sexo.

Mirándose a los ojos y con la respiración jadeante sumándose a las doradas imágenes de arena que pintaban los versos de Desert Rose que se escuchaba de fondo, unieron sus cuerpos en uno solo. Retorciéndose ante la destrucción de sus sentidos, porque ellos juntos podían hacer arder el mismo infierno.

Cada caricia que Zoe le obsequiaba, cada beso con el que bañaba sus labios formaban un sensual conjuro que lo envolvía, y lo completaba. Porque si de algo Kamal estaba seguro era que pertenecía a los brazos de Zoe. Ella lo había encadenado a su piel, él había encontrado su propio hogar.

Un agónico gemido de Zoe le bañó los labios.

—'Ana 'uhibuk, Kamal (Te amo, Kamal) —le murmuró en árabe en el preciso instante en que las intensas contracciones de su sexo presionaban el miembro de Al-Ghurair.

—'Ana 'uhibuk, Zoe. 'Ana 'uhibuk 'ant faqat (Te amo, Zoe. Te amo, solo a ti).

Apoyado sobre sus codos, Al-Ghurair movió las caderas con mayor rapidez, y ahí fue que lo golpeó un aniquilador orgasmo. Tan brutal que por un instante le pareció que perdía la consciencia. Hasta que ella lo abrazó contra su pecho con extrema fuerza logrando atravesar su embotado cerebro. Sus corazones palpitaron al unísono mientras él se derramaba en ella.

Entonces vino la calma y el cómplice silencio compartido en medio del cual, Kamal le entregaba su camisa a Zoe para que se cubriera, mientras él recuperaba sus bóxer.

Se volvió a mirarla y juró que toda la vida habría de recordar lo hermosa que estaba en ese momento, con la piel encendida, el dorado cabello revuelto y los ojos relucientes como un par de zafiros.

—Tienes la mala costumbre de hacer que una chica quiera vivir en una fantasía indefinidamente —dijo intentando reprenderlo, pero su retórica perdió fuerza ante la perezosa sonrisa que surgió en sus labios, la misma que reflejaba una absoluta satisfacción.

Kamal se rió entre dientes y se irguió en toda su altura.

—Bueno, duchémonos de prisa —propuso al tiempo que le ofrecía su mano para ayudarla a erguirse—. Debemos aprovechar la ventaja que tenemos sobre Ezio antes de que note que Fedra falló de nuevo.

—Sería mejor que yo fuera sola y tú permanezcas aquí —replicó ella en tono neutro.

Kamal negó con la cabeza.

—La última vez que fuiste sola casi no vuelves.

Los azules ojos de Zoe parecían librar una tormenta mientras le sostenía la mirada.

—Soy tu compañero, Zoe. Mi sitio es a tu lado.

Zoe abrió la boca para decir algo; Kamal no titubeó ni un ápice. Y luego, de lo que pareciera una eternidad ella miró a otro lado, gruñó una majadería y se pasó los dedos por el dorado cabello. Kamal la envolvió en un abrazo y le acarició la sien y la mejilla con la nariz.

—De acuerdo —se rindió a regañadientes—. Vendrás conmigo.

Él se apartó un poco y la miró desde su altura con una sonrisa.

—No siempre vas a salirte con la tuya, ¿estamos?

—Estamos.

Una hora más tarde, vistiendo ambos con chaqueta y pantalones de cuero, estaban listos para partir.

La potente y exclusiva Ducati de Khalid estaba aparcada en la entrada principal de la residencia. Era la opción más adecuada de movilidad y lo más sencillo de transportar a bordo del ferry.

Encadéname a tu pielOnde histórias criam vida. Descubra agora