Capítulo 27

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– Supongo que estás a punto de anunciar tu embarazo. – Joachim bajó la ventanilla del carruaje y se volvió hacia Adrian, que estaba sentado dentro. – Fuiste muy listo al ocultarmelo.

– ¿No podría haberlo hecho?– dijo Adrian, sonriendo.

– No. Sólo significa que eres una persona más agradable de lo que aparentas, y suele ocurrir que algunas personas con tus condiciones no están seguras de cómo su condición será percibida por los demás. Pero tú no lo estás, y por eso, Adrian, eres una persona maravillosa.– Joachim se asoma a la ventana
e inclinó la cabeza hacia adentro, susurrando como si recitara un encantamiento sagrado. Por último sonrió satisfecho y se dejó caer.

Adrian ya no cruzaba los dedos sobre el estómago ante sus elogios; y puso el brazo alrededor de la ventanilla del carruaje, e inclinó allí su hermosa barbilla blanca ligeramente sobre la ventanilla del carruaje. Y Joachim, igualmente infantil, inclinó hacia delante la cabeza lánguidamente.

–;Ahora, ¿cuándo nos veremos?– susurró Adrian, como si ya estuviera harto de fraternidades.

– ¿Ves el puente Karlz?– dijo Joachim, señalando el impresionante puente iluminado por la calle. Era una pieza arquitectónica muy elegante, de ladrillo gris. Especialmente en cada extremo del puente, en el que se alternaban estatuas de cuatro caballeros legendarios del folclore de su pueblo. Günther, Wilhelm, Bartolomé y Helmut. Junto con la catedral de San Matías, eran las únicas atracciones del pequeño ducado. Joachim lo señaló e hizo una promesa. – Te esperaré delante de la estatua de Helmut todas las tardes a las tres.

– ¿Cuándo?– preguntó Adrian, sonando como un hombre que había olvidado que tenía un hijo.

– Cuando hayas tenido a tu hijo. Hasta entonces, esperaré delante de la estatua de Helmut todos los días.– Joachim añadió una condición inesperada. La cara de Adrián pasó de la alegría a la consternación en un instante. Pero se trataba de una cuestión de seguridad física, y Joachim no había pasado por alto este aspecto del trato.

– Ahora anunciarás tu embarazo, y eso significa que tus obligaciones sociales han terminado. Ahora que tienes un hijo, vas a ser una persona hogareña. No tienes que mostrar tu cara a menos que quieras. Tienes una opción, Adrian. Puedes seguirme hasta Berland en un barco. Y lo sabes...... Para ti, embarazado, conocerme sería.......– Joachim se detuvo en la última palabra.
Adrian sabía vagamente lo que iba a decir, a qué malentendidos y miradas iba a dirigirse. Pero en el fondo, sintió una oleada de confianza de que nada de eso importaba. A ninguno de los otros nobles le importaba este tal Omega del Sur, un hombre que sólo tenía un nombre.  Paul, mi marido no está interesado en mí. Más bien, es el tipo de hombre que me dejaría ir a Berlín por el bien de su reputación.

– Despues de los seis meses. – Cuando Joachim lo dijo Adrian se sobresalto

– Cuando estés bien y estable empezaremos a reunirnos.

– Pero.–  Adrian lanzó una mirada preocupada a Joachim – ¿Se supone que debo quedarme en mi dormitorio como un niño castigado? – Adrian respiró hondo y preguntó con amargura.

– Sólo estoy preocupado por ti.

– Quizá deberíamos hablar de un nombre para el niño por esas fechas. – De dónde viene tanto coraje, se preguntaba Adrian desde que conoció a Joachim. Pero la respuesta parecía conocerla sólo Dios. Así que, en cuanto a sí mismo, un ser humano, haría lo que su alma le dijera, ya que este encantador hombre, sólo podía hacer lo que su alma le dijera que hiciera, y vivir tan sinceramente como su alma le dijera que viviera, incluso si eso significaba renunciar a sus derechos de marido y al alfa para nombrar a mi hijo.

Esperando un voto silenciosoWhere stories live. Discover now