« Esta no era yo »

« Ellos no merecían mis mentiras »

Terminé de ducharme, salí del baño y no me importó secar mi cabello o ver en el espejo el reflejo de mi rostro, sabía que debía verme demacrada.

« Mi estado de ánimo estaba por el piso »

— ¿Estás lista? — Preguntó Atlas, me dió un cambio de ropa y entró a la ducha a prepararse.

Incómoda con la situación y con el ambiente tan pesado, me vestí y salí de la casa a esperarlo en el auto mientras él se terminaba de duchar.

Tomé mi maleta y la dejé en el asiento de atrás, Atlas llegó unos diez minutos después.

— Adeline, no me gusta verte así.

— No sé qué pasará, no sé si tú papá me quitará la granja o...

— No puede hacerlo nena, hablaremos con el abuelo.

— Atlas... — Mis ojos se pusieron brillosos, sabía que quería llorar de nuevo pero no lo haría, tenía que buscar las palabras adecuadas para contarle la verdad a mis abuelos.

«Me había enamorado de mi hijastro »

« Esa era la verdad »

« Debía ser fuerte »

— ¿Qué pasa? Pensé que ya existía la confianza entre nosotros.

— Mis abuelos no saben nada, ellos piensan que quiero a Hernán y aunque les conté desde el primer momento sobre el contrato; no creo que sea buen momento hablarles sobre lo nuestro...

— ¿Lo quieres ocultar de nuevo? ¿Es eso? ¿Sales de una cadena para ser presa de otra? ¿Más mentiras, eso quieres?

— Sabes que no, solo te pido tiempo para contarles la verdad.

— No tenemos tiempo, hemos perdido muchas oportunidades de estar juntos, si quieres estar conmigo oficialmente tienes que decirles  hoy mismo.

— Atlas... — Mi mente estaba en blanco, no sabía que excusas usar para no perderlo; tenía miedo de decir la verdad y que mis abuelos no me entendieran, tenía miedo de elegir entre ambos porque sabía que mi corazón se iría por los sentimientos que le tenía a Atlas y no quería dejar a mis abuelos solos.

« Yo era lo único que ellos tenían »

— No quiero perderlos, no quiero perderte a ti.

— No me perderás, ellos lo van a entender. Si te aman te dejarán ser feliz.

— Tengo miedo — Atlas tomó mi mano mientras conducía, sonrió y aunque sabía que él tampoco se sentía muy bien por Hernán; pues lo traicionamos, no quería que se echara la culpa.

« Los dos habíamos fallado »

— Yo estoy contigo, no te dejaré sola. — Asentí hacia Atlas, sus palabras de alguna manera me habían tranquilizado.

« Tenía que creerle »

El camino se hizo largo, ninguno de los dos habló más y aunque en algunas ocasiones el silencio era abrumador; en ese preciso momento me estaba ayudando a calmarme, a buscar las palabras correctas para comentarle a mis abuelos que me había enamorado de mi hijastro.

Después de tres horas de camino, por fin llegamos al gran letrero que presentaba la granja de los Riggs. 

El escenario se veía completamente diferente desde la última vez que llegué con Hernán, la granja estaba en perfectas condiciones y eso hacía que mi corazón se agitara de emoción.

Entre dos placeres © Where stories live. Discover now