La princesa Eco volvió a moverse. No sabía si intentaba ayudarme o si era pura casualidad, pero se lo agradecía. Procuraba hacer el menor ruido posible, deslizando los pies con sumo cuidado, pero creía que el fuerte latir de mi corazón desvelaría mis intenciones.

Helë había hecho daño a mucha gente, pero sobre todo a su familia. Me había roto el corazón cuando le había dicho a Eco que si estuviese muerta, nada de esto hubiese pasado, así como ver el rostro destrozado de Luna cuando la había llamado hipócrita. Nada de lo que estaba haciendo era la solución deseada. Nadie tenía que morir por amor; nuestro corazón no elige a quién querer. El amor siempre es válido, ni lo demás ni los demás importan. Helë condenaba a Luna por amar a un humano y a Eco por enamorarse del mismo príncipe que ella, cuya alma se había reencarnado en el chico que se encontraba a mi lado y al que yo quería con todo mi ser. No iba a permitir que alguien tan despreciable como ella arruinara mi futuro. Nuestro futuro.

Harry había perdido la visión en un ojo y Minerva la voz, todo por el capricho de alguien cegado por los celos y la sed de venganza. Pero ¿qué buscaba Helë en realidad? No podía obligar a Elias a quererla a ella. Además, había dicho que los humanos éramos débiles porque nos dejábamos corromper fácilmente, pero ella no mostraba un comportamiento diferente, ella también había sucumbido a un sentimiento: el amor.

El colgante que me había dado Eco empezó a latir y a brillar.

—Si pretendes matarme, hazlo rápido, pero atente a las consecuencias —dijo la princesa en un tono sombrío mientras continuaba moviéndose. Helë no contestó—. ¡Ah, querida! Pretendes matarme sin siquiera saber lo que puede pasarte a ti.

Helë enrojeció de furia. Durante unos instantes reinó un silencio sepulcral, y aproveché para mirar a mi alrededor: Minerva seguía justo al lado de su madre, Melissa estaba sentada en el suelo y la princesa Eco miraba fijamente a su hermana, pero en un rápido movimiento dirigió los ojos hacia el pecho de Minerva.

Eso significaba el ese colgante tenía algo que ver con la solución al problema, así que seguí acercándome a ella y, una vez l tuve a mi lado, cogí sus manos y la guié fuera de la habitación, seguidas por Harry. Esperaba que Helë no se hubiese dado cuenta y tuviéramos algunos minutos para ponernos a salvo en algún lugar del castillo y pensar qué hacer. El corazón casi se me sale del pecho cuando conseguimos llegar al salón principal. Harry me cogió del hombro y me dio la vuelta bruscamente. Ver que uno de sus ojos seguía difuminado de un gris blanquecino me congeló el aliento.

—¡Esme! —exclamó, como si no yo supiera mi propio nombre—. ¿A dónde vamos? ¡No podemos irnos!

No sabía qué responderle. Ni yo mima sabía hacia dónde íbamos, pero teníamos que descubrirlo.

—Confiad en mí.

Minerva asintió rápidamente, pero fue como si no quisiera pensar en ello. Harry me miró con una expresión que no supe muy bien cómo interpretar. Salimos del castillo y tragué saliva cuando me di cuenta de que teníamos que volver a cruzar el puente, pero respiré hondo y puse el pie en la madera vieja. Agarré la cuerda con fuerza y cerré los ojos, confiando en estar haciendo lo correcto.

A medida que avanzábamos, en mi mente daba vueltas a un único pensamiento: cuánto tardaría Helë en advertir nuestra desaparición y qué pasaría después. No sabía cuánto tiempo más podría Eco entretener a su hermana.

Una de las maderas del puente crujió de un modo extraño y me quedé inmóvil, bien agarrada a la cuerda. Un sudor frío comenzó a resbalar por mi frente y miré atrás por encima de mi hombro: Minerva avanzaba con los ojos cerrados, pero su cuerpo temblaba tanto que el puente se tambaleaba. Harry iba detrás de ella, conteniendo el aliento, y alzó la mirada para encontrarse con la mía. No podíamos seguir aquí, teníamos que movernos y llegar hasta el final.

Greenwood II SAGA COMPLETAWhere stories live. Discover now