Sentí un cosquilleo que me erizó la piel

No tenía idea de dónde estábamos, pero tampoco podía interrumpir su sueño. La pobre seguro no había pasado una noche tan provechosa en mucho tiempo así como yo. Al menos merecemos disfrutarlo por un instante.

No controlé mis impulsos al tenerla tan cerca.

Presioné mis labios sobre su frente, seguí con la punta de su nariz, con su pómulo izquierdo, el derecho, su barbilla y terminé a centímetros de sus labios, donde logré ver cómo empezaba a sonreír aun manteniendo sus ojos cerrados

—¿Uhm? —murmuró

—Buenos días —susurré

Me tomé la libertad de mover su cabello con una de mis manos para que no estorbara su rostro. Lo acaricié con mis nudillos, apreciando su suave y blanca piel

Mi corazón retumbó con fuerza

Me sentía tan bien de tenerla así, cerca, entre mis brazos, permitiéndome protegerla de cualquier cosa que puede ser mala. De cualquier cosa que pudiera hacerle daño.

Una parte de mí no quería soltarla.

Ni un poco.

Besé uno de sus párpados, su sonrisa creció. Terminó abriendo sus ojos por completo, permitiéndome apreciar ese color verde que los adornaba de la forma más linda posible.

Pestañeó al mirarme

—¿Y esto? —preguntó, estirándose un poco

—Eso mismo me pregunto yo.

Se tapó la boca al emitir un pequeño bostezo

—Lo siento. No me di cuenta a qué hora me dormí.

—No tienes nada de qué disculparte.

—Bueno... —se acomodó mejor, con sus piernas enrollándose a las mías—. No me quejo.

—Yo menos —reí

Su mano ascendió a mi mejilla, acariciándola. Le permití hacerlo mientras la distancia se reducía considerablemente. Mi dedo pulgar fue a parar en su barbilla y mis labios chocaron brevemente con los suyos, en un gesto suave y no tan duradero

Al separarme, ella me sonrió otra vez

—Hola —susurró

—Hola para ti.

—Podría acostumbrarme a esto.

—Sí, yo también —admití, enrojeciendo un poco

Volvió a abrazarme, rodeando mi torso con sus brazos

Qué hermoso despertar

Recargué mi mejilla en su cabeza, descansando

Y claro, un momento tan lindo como este tendría que esfumarse como por arte de magia. En el preciso instante, en el que oímos un bostezo ruidoso que nos sobresaltó

Awwwwwwwwwww que bonito.

Tanto Mack como yo nos incorporamos al mismo tiempo y a la misma velocidad. Nos giramos para ver a la persona que se encontraba sobre esa cama, mirándonos con ternura

—¿Mike? —mi novia frunció el ceño

—Hola. —saludó sonriente, moviendo sus piernas bajo la manta

—¿Qué haces ahí? —le pregunté

—¿Es enserio? Yo soy quien tiene resaca, ¿de acuerdo? Se supone que yo no debería recordarlo, no ustedes.

Invierno de colores✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora