Capítulo 2

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De todos los extras, ¿Por qué le tocó esta clase de destino a ella?. 

En la novela "Salvando el amor de Alelí", ella era el extra que servía para marcar la trágica vida del villano, Maximilian Argen.


Cecilia Creonia de Argen, la duquesa de Argen y la madre de Maximilian, era la hermana menor y más querida del actual rey. 

Ella era quien, para que su hermano pudiera ganar la contienda por el trono, tuvo que casarse por contrato con un marqués que poseía una cuantiosa fortuna y gran fuerza armada.

Está de más decir que la princesa odiaba a su esposo, y aun así tuvo que darle un hijo como parte del contrato: el pequeño Maximilian. Un matrimonio que duró algunos años hasta que su esposo fue inexplicablemente envenenado, poco antes de que el nuevo rey ascendiera al trono.

Como premio por las contribuciones, el nuevo rey nombró al marqués finado como duque del imperio y, a su hermana, la princesa y ahora marquesa, como duquesa de Argen.

Pero el rey le debía a su hermana viuda mucho más que un simple título y más tierras.

Entonces, el premio que pidió la duquesa por el sacrificio hecho, fue casarse con el hombre más hermoso del reino, el segundo hijo de un pequeño conde, Duncan Valis.  

Un hombre de cabellos plateados y ojos morados azulados del color de los lirios, tan hermoso que parecía ser un hada entre los mortales. 

Sin embargo, este hombre ni siquiera había llegado a la mayoría de edad, pues tenía tan solo 17 años cuando fue obligado a casarse con la duquesa viuda.

La duquesa de Argen, loca por su nuevo esposo, lo acosaba sin descanso, colmándolo de regalos y atenciones; olvidándose por completo a su pequeño hijo, Maximilian, de tan solo siete años, quien aún continuaba en el nuevo ducado de Argen.

Una vez que la nueva pareja volvió al ducado desde la capital, luego de la boda, todos los sirvientes pudieron presenciar el desprecio de la duquesa por su pequeño hijo.

El niño nunca había tenido el amor de sus padres, ni siquiera cuando su padre biológico aún estaba con vida, pero al menos no había sido descuidado o maltratado como lo fue cuando su madre se volvió a casar.

Además, Maximilian, quien había heredado el cabello negro azabache y los ojos azul profundo de su padre, era un constante recordatorio para la duquesa de Argen de todos aquellos años llenos de infelicidad y amargura.

Así que cada vez que el niño quiso acercarse a ella, era alejado con odio, ira y asco.

Y, en cambio, la duquesa se centró más activamente en concebir un hijo para su nuevo esposo, pues creía que así él al fin la amaría.

Los sirvientes, al ver que el pequeño amo había sido olvidado y era odiado incluso por su propia madre, comenzaron a flaquear en sus cuidados y atenciones hasta llegar a la absoluta negligencia y el abuso físico contra el niño.

El pequeño Maximilian aprendió de esta manera a vivir como si no existiera. Escondiéndose cada que podía de las personas del ducado, quienes lo intimidaban, apenas lo veían.

Entonces, cuando la negligencia y la violencia de los sirvientes era más extrema hacia el pequeño Maximilian, llegó al ducado una nueva criada llamada Amber Vilches.

Al principio, ella no sabía quién era este pequeño, a quien solo veía por las noches y que huía cada vez que se lo topaba. 

Pero el estado de este niño le parecía tan lamentable, no solo estaba excesivamente flaco, también parecía estar todo el tiempo asustado y hambriento. Tan hambriento, al grado de que varias veces lo había sorprendido intentando comer la corteza de los árboles o las hojas de las plantas.

Amber había querido darle comida muchas veces, pero el niño parecía tenerle mucho miedo y nunca tocaba la comida que ella le llevaba. Sin importar lo hambriento que estuviera. 

Así que ella comenzó a llevar su cena al jardín que cuidaba, y a propósito comía de ella y luego dejaba la mitad de la comida en el plato sobre la banca, alejándose mientras fingía hablar para sí misma

"Oh, estoy en problemas. He comido tanto que ya no puedo terminar todo esto. La jefa de cocina me va a regañar, quizás hasta me castigue si no me lo termino. Si tan solo una persona bondadosa pudiera ayudarme a terminar esta comida, salvaría mi vida"

Y al voltear, luego de unos minutos, la comida ya no estaba y ella sonreía. 

Poco a poco esto se fue volviendo una costumbre, y Amber comenzó a hacerlo durante las tres comidas del día.

Una tarde, la joven estaba decidida a hacer salir al pequeño niño, así que hizo lo propio, pero esta vez con un paso extra

"Si tan solo pudiera ver el rostro de mi benefactor a quien le debo la vida, y agradecerle apropiadamente. Creo que podría sonreír por el resto de mi vida"

Extrañamente, esta vez, al volverse, la comida continuaba intacta en la banca.

Entonces Amber se preocupó, el niño nunca antes había faltado a una comida ¿Qué estaba pasando? Tal vez lo había terminado asustando esta vez.

El descanso pronto terminaría y la joven decidió volver sintiéndose muy triste, cuando en ese momento pudo escuchar un gemido de dolor atrás unos los arbustos cercanos. Y cuando se asomó a través de estos lo vio. Amber no pudo evitar cubrirse la boca con horror.

"¡¡¡!!!"

Ahí estaba el pequeño, pero estaba cubierto de moratones y sangraba por la nariz. De inmediato Amber lo cargó en sus brazos con cuidado, el niño estaba tan delgado que era ridículamente ligero. 

Y, corriendo, lo llevó hasta uno de los jardineros para que lo ayudaran

"¡Deja eso!  -le dijo fríamente en cuanto la vio, refiriéndose al niño- ¡Déjalo donde lo encontraste!. Si alguien te ve podría acusarte de haber herido al hijo de la duquesa"

"¿¡Qué!?"

-¿Este pequeño era el hijo de la duquesa? Pero si el niño era el joven amo... ¿Por qué...?-

Este era el niño que había visto buscar algo para comer desesperadamente y ataviado así, era imposible que este fuera el valioso joven maestro.

Amber agitó la cabeza frenéticamente y corrió con el niño en brazos una vez más, buscando a alguien que lo ayudara, pero todos se alejaban en cuanto lo veían como si este pobre niño pequeño fuera la peste.

Así que lo terminó llevando a su habitación y lo cuidó ella misma hasta que se recuperó por completo. 

Desde ese momento Amber lo cuido de todo corazón. Ella era la única que se preocupa por él, sirviéndole, llevándole comida, cuidándolo cuando estaba enfermo y protegiéndolo de los demás sirvientes con sinceridad.

Ambos se hicieron cercanos, pero Amber nunca se dirigió a este como a un igual, para ella siempre era el pequeño duque, su joven maestro. 

Ella era una criada que siempre tenía una dulce sonrisa para el pequeño niño herido.

Y así pasaron cinco años.

Pero, una fatídica tarde, mientras ambos jugaban en los jardines, Amber llegó a captar la mirada del duque, Duncan Valis de Argen, quien los observaba desde el ventanal de su estudio.

El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora