Prólogo

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tw: alusión a temas de salud mental. Agresión verbal y física en una relación.

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—¿Miguel?. —Miguel tenía la mirada perdida hace ya unos minutos.

Últimamente su vida estaba siendo bastante estresante, la verdad. Acababa de terminar un tour de un año y su representante ya había empezado a mandar indirectas para sacar un nuevo álbum a finales de este año. Esto significaba una cosa: volver a empezar el ciclo. Ya saben: escribir el álbum, anunciar el álbum, sacar el álbum, promocionar el álbum, irse de tour por el álbum, fin y repita.

Para ser honestos, esto no fue un problema durante los primeros años de su carrera artística; es más, era divertido. La emoción que sentía en el estómago cada vez que subía a un escenario y se daba cuenta que tanta gente sabía cada letra de la canción que él había escrito solo en su habitación cuando tenía insomnio, era un sentimiento de familia al que era simplemente adicto.

Pero ha de admitir que escribir canciones ya no se le estaba dando tan bien, las palabras se quedaban lo profundo de su mente como las de una sopa de letras al fondo del plato, tratando de buscarles sentido mientras juegas con las posibilidades. Las melodías quedaban en blanco en la partitura cuando antes estaban vestidas de colores brillantes. Parecía que había perdido la chispa por todo esto, o quizá solo era una crisis existencial. Levanta la cabeza y presta atención a Mary, quien parecía que le había preguntado algo pero realmente no escuchó el qué.

—Pregunté si estaría bien que la sesión sea el próximo sábado.— Repitió comprensiva.

—Ah, sí. Gracias, doctora.

Aunque no era la razón por la que iba al psicólogo; bueno, tal vez una de las razones sí pero no era la principal. Ya estaba en terapia desde hace un año. Le gustaba pensar que había tenido mejoras después de haber tocado fondo en ese tiempo, cuando tuvo que cancelar un concierto porque le dio un ataque de pánico del cual no pudo recuperarse tan rápido como hubiera querido. Aún así, la doctora no parecía querer terminar con las sesiones todavía. Miguel se levanta del sillón, le da la mano y se retira del consultorio.

Era una mañana lluviosa, raro para ser Los Ángeles a finales de agosto. Miguel salió del consultorio rápidamente y se subió a la parte trasera de su auto mientras saludaba al chofer. Realmente el tema del chofer no era algo que le gustara, con veintisiete años él ya era muy capaz de manejar solito; pero Nathan insistía en que lo llevaran por lo menos cuando tenía sesiones. No porque él se escaparía o algo así, nunca había faltado a ninguna, pero si algún paparazzi lo encontraba saliendo y entrando a un lugar así, la prensa no lo dejaría respirar durante un tiempo, llamándolo loco o qué más cosas creativas. De hecho es la misma razón por la que entra y sale por la puerta trasera.

El mexicano veía por la ventana sin prestar atención a nada, el camino se lo sabía como las notas musicales. Intentaba escuchar la canción que sonaba en la radio pero a decir verdad no entendía un carajo lo que decían a pesar de estar en español.

Entonces sonó su teléfono, raro. A decir verdad tenía ese teléfono de adorno y no le gustaba llevarlo a todas partes, pesaba y no es que fuera lo más útil del mundo; porque ¿Cuántas personas cargaban un celular consigo en pleno 1983? Podía contarlas con una mano. Pero nuevamente, Nathan insistía en que lo cargara por cualquier emergencia. Le contestó porque asumió que era una emergencia.

—¿Bueno?

—Escucha las noticias, ahora. —expresó cortante Nathan, para luego colgar, así sin más.

"Para esto cargo esta cosa" pensó Miguel, enojado. Le pidió amablemente al conductor que colocara alguna emisora de noticias a lo que él aceptó con gusto. Después de unos momentos de encontrar la emisora escuchó:

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