Pedirle nadar a una paloma

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"Sé el mejor en lo que solo tú puedes hacer" Esa fue una cita del ultimo libro que Cristian había prestado de la biblioteca. Eran las 10 de la noche, las calles ya estaban vacías, y solo podía escucharse el sonido de algunos vehículos. Las luces nocturnas eran la única compañía de Cristian mientras caminaba en dirección hacia el metro. Cuando estaba llegando a este, le pareció ver una silueta algo extraña de alguien con un sombrero de copa, pero esta despareció casi al instante. Sin preocuparse mucho, Cristian continuó su camino, y una vez en la estación, se quedó de pie cerca de las vías, sacó sus audífonos y puso su música favorita, una cantante de Jazz que había descubierto hace poco; el joven largó un suspiró y alzó la mirada.

Se encontraba en los últimos semestres de su carrera, tan solo le faltaba 1 año para graduarse. La mayoría de sus compañeros se veían entusiasmados por la graduación, algunos incluso ya hablaban de sus planes para cuando terminaran, y aunque Cristian también tenía sus propios planes, no se sentía del todo emocionado. En la carrera logró ver como los demás mejoraban en sus habilidades, mientras que él no sentía ninguna mejora; es como si se hubiera quedado atrapado en los inicios de su carrera, viendo cómo todos avanzaban, menos él. Cuando pensaba en eso, se preguntaba qué haría cuando todo acabara; no se sentía listo para salir a un mundo laboral, pero tampoco quería quedar atrapado en su vida universitaria.

De repente, alguien tocó su hombro, algo sorprendido, volteó, pero no vio a nadie, "Debió ser mi imaginación" pensó, cuando de repente, alguien a su derecha habló.

-Parece que viste un fantasma- Dijo la voz de una mujer. Cristian se quitó uno de sus audífonos y volteó de nuevo su mirada. Cuando él la vio, se dio cuenta de que se trataba de una chica con un cabello corto rubio, con un vestido algo peculiar. En su mejilla derecha tenía un pequeño tatuaje que recordaba a un trébol de 4 hojas, usaba una camisa blanca y encima un abrigo de color azul oscuro, pantalones de color negro y zapatillas del mismo color, también usaba un pequeño moño rojo en el cuello, pero quizás lo que más llamaba la atención, era que usaba un largo sobrero de copa rojo.

Tardó un momento en darse cuenta de que la había estado mirando por un tiempo, y respondió lo primero que se le vino a la mente.

- ¿Tú tocaste mi hombro? - preguntó, aún desconcertado por la apariencia de la chica.

-Ciertamente- El tono en su voz era algo juguetón y animado, al igual que su mirada- te veías algo perdido, me preguntaba que si te pasaba algo- ¿Te pasa algo?

-No, estoy bien- Cristian se limitó a ponerse de nuevo su audífono, y volver su mirada al frente, pero de fondo, escuchaba la voz de la chica. No solía ignorar así a las personas, pero le daba algo de miedo que alguien con una apariencia tan... Peculiar le hablara de la nada, y más incluso cuando la estación estaba sola.

Tras un momento, la chica se puso en frente de él, y con una mirada algo molesta, le hizo un gesto para que se quitara los audífonos. El joven decidió hacerle caso, y se quitó uno de sus audífonos.

-Es de muy mala educación ignorar así a la gente, ¿Qué tus padres no te enseñaron buenos modales? - preguntó de forma juguetona la chica, cambiando de nuevo su tono de voz al instante. Cristian suspiró, y la miró algo molesto.

- ¿Qué es lo que quieres?

- ya te lo he dicho, quiero saber si te pasa algo- la chica caminaba de un lado a otro, mientras que sus ojos cafés no dejaban de mirarlo; había algo en su mirada que lo inquietaba mucho

- ya te lo dije, no me pasa nada, ¿podrías dejarme en paz? - Cristian iba a volver a ponerse su audífono, pero la chica sostuvo su brazo, deteniéndolo.

- ¿quieres ver un truco de magia? - le preguntó, mientras que en sus ojos se podía ver un brillo de emoción

- ¿Qué? - preguntó el joven confundido, mientras soltaba su brazo del agarre de la maga.

-la magia suele animar a las personas, y tú te ves muy triste, quizás eso te ayude- y sin darle tiempo a responder, la chica sacó un pañuelo del bolsillo de su abrigo, se quitó su sombrero, y puso el pañuelo dentro de este.

-ja, gracias, pero no creo en la magia- Dijo Cristian, pero se arrepintió al instante, ya que la mirada de la chica se transformó en una de furia completa, sentía casi como si estuviera mirando directamente a su alma – D-digo, adelante- su voz se notaba nerviosa y algo atemorizada, pero al instante, la mirada de la maga volvió a una de emoción, plantando incluso más preguntas dentro de la mente de Cristian.

La maga metió su mano dentro del sombrero y sacó... Una pecera. Una vez más la cara de Cristian se convirtió en una de confusión. No sabía qué era más raro, que la pecera haya aparecido de la nada, o el hecho de que, de todas las cosas posibles, decidió sacar eso.

-Sostén esto por un momento porfavor- La maga estiró su brazo que sostenía la pecera hacia Cristian; este, aún confundido, toma la pecera y espera expectante el siguiente movimiento de la maga.

Esta sonríe, y luego saca de un bolsillo una varita mágica de color plateado. La agita un par de veces en el aire, mientras sostiene su sombrero con la abertura hacia arriba.

- ¡Abracadabra! - exclamó la maga, al tiempo que le daba un pequeño golpecito al sombrero con la varita y... Nada, por un momento la confusión se apodera aún más de Cristian, hasta que de repente, del sombrero un pez dorado salta hacia la pecera, asustando un poco a Cristian y haciendo que casi suelte esta. La maga empieza a reír ante la reacción del joven, mientras volvía a ponerse su sombrero con un ademan de gracia.

-pensé... que harías aparecer una paloma o algo así- dijo Cristian en medio de su confusión, mientras miraba al pez, tratando de ver si era de verdad o solo alguna imitación.

- ¿Por qué? No puedo pedirle a una paloma que nade- dijo la maga, aún con un tono risueño- y dime, ¿Qué te pareció? - esta elevó sus brazos y su sonrisa se volvió mas amplia, como esperando el aplauso de un público invisible ante su acto.

Cristian se quedó un momento mirando el pez, pensando en las palabras de la maga, y comó le recordaban a su situación.

-Estuvo sorprendente- dijo después de un momento, y por primera vez en esa noche, sonrió.

La maga hico una reverencia, y en ese momento llegó el metro. Antes de subirse, el joven le devolvió la pecera a la maga.

- ¿Cuál es tu nombre? - preguntó apurado, la maga solo sonrió y le dijo.

-Puedes llamarme Jennifer- Y así como llegó de la nada, solo con un solo gesto, la maga, desapareció.

Entre jazz y sombreros de copaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora