Los labios de Seba forman una línea. Observa a Lautaro mientras baja la persiana, hasta que ésta toca el suelo.

—¿No te parece medio raro ese pibe? —pregunta entonces.

Él lo mira sobre el hombro.

—¿Raro cómo?

—Onda, cuando habla con vos, ¿no te parece que se porta raro?

—¿Raro "cómo"? Boludo, te estoy preguntando.

Seba niega con la cabeza.

—No, nada. Dejá. Ya te vas a dar cuenta. ¡Bueno! Yo voy yendo.

—Ok. Nos vemos allá.

Y Seba sale por la puertita. 

Lautaro se queda pensativo. ¿Raro el morochito? Para él es un pibe normal. Habla como una cotorra, camina abajo de la tormenta, se desmaya en medio de la calle, parte bujías y parece que tiene una especie de déficit de atención.

En todo caso, es un desastre.

La idea lo hace sonreír, morderse el labio y negar con diversión. Qué pibe tarado. ¡Le da una ternura!





En una casa bastante cheta, tres albañiles abajo del sol de verano, limpian el lugar de trabajo. Dos son jóvenes, el tercero ronda los cuarenta y cinco años.

—¡Movete, chango! —dice éste último.

Kun se sobresalta.

—¡Ah, sí, perdón!

Agarra los baldes sucios y los enjuaga en la canilla de atrás, antes de llevarlos a la camioneta.

—Está re volado últimamente —murmura Mati, cargando las palas.

—Seguro anda atrás de alguna chinita —se burla Ramiro.

Acaban de terminar de revocar, y ya están guardando todo para irse. Hoy fue poco lo que tuvieron que hacer; Juliana les paga el día, y listo.

—Eh, culiao, ¿andá de novio vo? —pregunta Mati.

—¿Yo? No, boludo. ¿Por?

—Porque no te anda el mate. A vo' nunca te anda bien, pero ahora parece que ni tené', chango —dice Ramiro.

Kun chasquea la lengua y se ríe.

—Ojo, ¿eh? Yo no fui el que se cayó de los andamios —dice.

Ninguno puede argumentar ante su lógica.

Una vez que cargaron todo y que Juliana les paga, se despiden y Kun sale con el Galaxy. Pasa primero por su casa, para bañarse y preparar la mochila con un par de cosas (toalla, short para la pile...).

Por el camino, pasa cerca de la mecánica. Se acuerda de Lautaro.

Otra vez.

Después del beso en el cachete y del "volvé cuando quieras", Lautaro se pasea por su mente como si fuera suya.

Desea hablar con él, conocerlo, ser su amigo. Pero cada vez que pasa cerca del taller, se echa atrás. Le agarra miedo. Sus emociones son confusas y las dudas lo aterran. No sabe qué está empezando a sentir.





𝐄𝐋 𝐎𝐑𝐆𝐔𝐋𝐋𝐎 𝐃𝐄 𝐌𝐈 𝐕𝐈𝐄𝐉𝐎Where stories live. Discover now