Capítulo 3

48 21 10
                                    


—¡Detente! ¡Noooo!

El grito lastimero proveniente de la joven, despertó a Emma de su recién logro de quedarse dormida, toda la noche pasó pensando el porqué su corazón latía preocupado y angustiado por aquella desconocida, ya que aunque se pareciera a su hija, ella no la conocía.

A paso veloz se acercó a la camilla de la pelirroja, notando que sus bellos ojos verdes estaban abiertos tratando de reconocer el lugar en el que se encontraba.

Al observar a la mujer frente a ella una ola de calidez embargó sus entrañas y ambas se fundieron en un abrazo necesitado, como si lo pidieran a gritos, sus almas se reconocían y sus cuerpos lo demostraban.

Emma deseaba con toda su alma que aquella criatura asustada y solitaria, fuese su pequeña. La ojiverde deseó con todas sus fuerzas que el abrazo de aquella desconocida fuera el de su madre, misma que ella no conoció, ya que al despertar hace seis años no tenía recuerdos de alguna familia.

—Lo lamento si lo hice con mucha fuerza —se excusó Emma al escuchar a la chica quejarse.

—No se preocupe, señora, estoy bien.

Sandy le regaló una tímida sonrisa que estruja más el corazón de la afectada mujer.

—¿Cómo llegué aquí? —cuestionó Sandy a la misma vez que recorría el lugar con la vista.

—Mi hijo te trajo de emergencia, pues te desmayaste y no reaccionabas —explicaba Emma y se dirige a presionar el botón que se encontraba a la cabecera de la cama para llamar al médico o enfermera. 

—Lamento haber causado molestias a su empresa, pero creo que exigirme más de mí ahora con la apertura ha sido demasiado.

—Es bueno que reconozcas que te has excedido con el trabajo y no te preocupes que no es ninguna molestia.

La chica tomó de manera tierna la mano de la mujer, pues con su solo tacto le transmitió cierta calidez maternal que la hizo estremecer.

El médico de turno y las enfermeras, se acercaron para verificar su estado, al ser las tres y media de la madrugada, las enfermeras, aunque cansadas, le atendían y tomaban sus signos como una mera rutina.

—Señorita, espero haya descansado lo suficiente, el síncope que presentó se debió al estrés que carga, al parecer últimamente tiene mucha presión y su cuerpo finalmente reaccionó —el galeno explicaba la causa de su desmayo.

—Gracias, doctor, ya pasando todo el trabajo de la apertura, me tomaré unas merecidas vacaciones —habló segura y sonríe.

—Bueno eso espero, señorita Eleine, y depende de cómo siga en el transcurso del día, uno de mis compañeros le dará el alta.

Con estas palabras, el médico junto a su séquito de enfermeras se despiden de la paciente, dejando a Sandy confundida y con un leve dolor de cabeza, a pesar de entender que esa era un nombre que no conocía si le resultaba familiar y hasta le emocionaba que le llamara así.

—Lamento eso, mi hijo cuando te ingresó, usó la información de mi hija para llenar los datos que se requerían —confesó apenada Emma.

—No se preocupe, tampoco debería molestarme que lo hayan hecho, ya que no cualquiera se toma las molestias con una persona desconocida.

Bajó la mirada pues un sentimiento de nostalgia se instaló en su pecho, Emma reaccionó e inmediatamente la envolvió en sus brazos tratando de calmar lo que desconoce lastima a la joven.

—Yo, lamento usurpar el lugar de su hija, no tengo familia y es lógico que nadie en una nueva ciudad sepa algo de mí, así que lamento todo lo que les he hecho pasar, incluso hacerla que se quede conmigo y no con su familia.

Las lágrimas salían sin permiso por los ojos de ambas mujeres, quienes ajenas a la realidad de la vida, deseaban cada una ser la persona que la otra necesitaba.

En la mansión Kiliam, dos adultos en sus respectivas habitaciones se encontraban sumergidos en sus pensamientos. Con la aparición de la pelirroja las dudas que les asaltaban desde hace años, ahora se hacían presentes y mucho más fuertes.

En la mañana los dos hombres —con evidentes muestras de no haber dormido— estaban sentados a la mesa esperando a que los niños bajasen a desayunar.

—Padre, me gustaría hablar algo serio contigo. —Bástian cansado, pero decidido tenía algo en mente.

—Igual quiero hablar contigo, hijo, solo llevaremos a los niños a la escuela y vamos a un lugar donde no nos molesten.

Y es que tanto Andrew como Bástian, se habían mantenido con la pequeña esperanza de que el accidente no hubiera acabado con la vida de Elaine, pero debido a la salud emocional de Emma y de los niños, decidieron  dejar todo como estaba, el único que había hecho hasta lo imposible por recuperar algo de su esposa, era Víctor. Incluso el viaje de negocios que hace una semana había hecho, su suegro sabía que alguien le había dado una pista acerca del accidente de Elaine, por lo que siempre usaban los negocios como excusa para viajar a donde sea que les indicaran.

Los niños bajaron a desayunar, pero se les veía desanimados, su semblante era de angustia y preocupación.

—Abuelo, tío, ¿podríamos no ir hoy a la escuela? Nos gustaría ir con la señorita amable.

El mayor de los hermanos tomó la palabra para expresar lo que los otros dos también sentían.

Los adultos se veían sorprendidos ya que ellos preferían pasar en la escuela que en compañía de Fabiola. Por lo que sin resistirse mucho accedieron a dejar que los niños faltasen un día a la escuela.

—Suban a cambiarse pequeños, iremos a verla y le llevaremos ropa a su abuela por si decide quedarse el resto del día con ella.

Los tres pequeños terminaron su desayuno y como si su vida dependiera de ello, subieron lo más rápido posible a cambiarse para ir al hospital.

El ser una de las familias más reconocidas en la ciudad y dar de vez en cuando donaciones al nosocomio, les permitía poder llevar a los niños en horas que no eran de visita, pero por poco tiempo.

Andrew se encargó de preparar la ropa de su esposa y en ese momento Bástian entró a la habitación.

—Padre, he llamado a Víctor para que regrese, aunque dice que no sabe cuando lo haga, pues hoy tiene unas pistas bastante confiables.

—Entonces, hagamos nuestro trabajo aquí y después vemos lo que encontró él. —Andrew puso su mano sobre el hombro de su hijo—. Recuerda, hijo, nada de esto a tu tío, mucho menos a su esposa.

Los dos adultos bajaron hacia la sala de estar encontrándose ahí con una visita inesperada. 

Andrew vio a su hijo sorprendido. Su hermano y esposa acompañaban a una nerviosa Fabiola, que veía por toda la casa como si buscara a alguien.

 Su hermano y esposa acompañaban a una nerviosa Fabiola, que veía por toda la casa como si buscara a alguien

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Los recuerdos que perdí   #PGP2024Where stories live. Discover now