-Y es por eso que tú solo sirves las bebidas, Spreen-frunció el ceño el más bajo de todos, quitándole los guantes de cocina al mencionado.

Spreen trató de sacar una bandeja del horno y en un mal movimiento la movió e hizo que toda la masa de pizza se amontonara a un lado, creando una enorme plasta de algo que se veía extraño, además, la había sacado antes de tiempo y seguía muy cruda. Él mismo había insistido en hacer eso, pero fracasó olímpicamente, solo quería que juan viera que podía hacer más que servir bebidas en la cocina.

Juan miró desde el otro lado de la cocina toda la situación, viendo que él ya casi terminaba con su tarea de lavar los platos y utensilios sucios que acababan de utilizar. Sus ojos se encontraron con los de spreen e hizo una seña para que se acercara. El mayor con mucha vergüenza hizo caso, quiso verse como alguien que podía ayudar en la cocina para que juan se interesara, pero terminó avergonzándose.

-Ayúdame con los platos-pidió juan, pasándole los trastes limpios para que los secara y los acomodara en su lugar.

-No entiendo por qué soy tan estúpido para la cocina-se quejó sin apartar la vista de los platos, secándolos con fuerza debido a su frustración-Es decir, soy muy inteligente y bueno en muchas cosas, pero cuando se trata de comida, todo va mal.

-No se requiere ser inteligente para ser bueno en la cocina-rió.

-Quería ayudar-dijo en voz baja.

-Me estás ayudando, quita esa cara.

Ambos se miraron y rieron. Juan se percató de que spreen estaba manchado con harina en algunas partes de su cara, así que se acercó a limpiarlo con sus dedos, pero olvidó que tenía jabón en sus manos, llenándolo de espuma.

-¡Lo siento!-rió juan.

-¡Quítame esto, va a entrar en mi ojo y me va a doler!-lloriqueó como un niño pequeño.

Los presentes lo miraron con sorpresa en sus rostros, tratando de no reír por lo ridículo que se veía haciendo eso.

-Ya, no te alteres, no te pasará nada remojó una toalla y la pasó por toda

su cara. Spreen miró lo concentrado que estaba en su labor, suavizó totalmente su expresión y una sonrisa se escapó de sus labios.

Robleis y Carre lo miraron con orgullo y emoción, por primera vez, al fin, alguien había entrado en el corazón de su amigo.

Juan bostezó por tercera vez mientras una película animada se reproducía en la pantalla. A su alrededor, todos se habían quedado dormidos a excepción de spreen que seguía muy pendiente de la película. Se suponía que él y sus amigos dormirían en la habitación de robleis, pero al final, no pudieron contenerse al sentirse tan cómodos en las colchonetas que ordenaron en la sala. Juan seguía sentado a un extremo del sofá, mientras que spreen estaba en el otro extremo.

Spreen miraba de reojo al de anteojos, notando que poco le faltaba para quedarse dormido también. Tuvo la intención de acomodar un par de cojines para que pudiera recostarse y dormir, pero cuando puso sus ojos totalmente en él, ya se había dormido.

Esperó unos minutos, debatiéndose sobre qué hacer, hasta que al final, se decidió por moverlo a la habitación de su mejor amigo. Apagó la televisión y se acercó al menor, admirando lo lindo que se veía mientras dormía; sonrió inconscientemente y con sumo cuidado lo cargó. Al principio, juan se removió y en medio de su sueño, se aferró al cuerpo de spreen, apoyando su mejilla en su hombro para sentirse más cómodo.

Spreen subió sin dificultad las escaleras, juan no pesaba mucho por lo que se le hizo fácil subir sin problemas. Entró a la habitación de robleis y lo dejó sobre la ordenada cama. Juan rápidamente tomó una de las almohadas y la abrazó con fuerza para dormir más cómodo. Spreen sonrió, no se cansaría de verlo nunca. Sacó una sábana del armario y lo cubrió hasta los hombros para que no le diera frío. Él, por su parte, decidió dormir en el suelo, por lo que sacó más sábanas y las extendió en el alfombrado piso de la habitación a modo que se hiciera un pequeño colchón, se cubrió y por fin quedó dormido.

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