~Capitulo 1~

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  Yo estaba en la sala de estar de las chicas, sentada en un sillón de la pequeña sala en tono rosado pastel, que se encontraba a un costado de la puerta color blanco de mi cuarto, la cual había dejado entreabierta; me encontraba terminando mis tareas de matemáticas las cuales me resultaban fáciles ya que era muy hábil en ello casi igual que en el dibujo, mi cuarto estaba decorado en tono púrpura, había hojas con dibujos de paisajes terminados y otros sólo con trazos sin concluir por todas partes.

  Después de guardar mis ejercicios de matemáticas salí de la habitación en dirección hacia la cocina de aquel gran barco, en el cual había vivido mis últimos casi tres años. De camino a la cocina me cruzo con algunos de nuestros compañeros y alguno que otro tipo que salvamos de morir, ya en la cocina y comedor, estaba nuestro cocinero (en lo suyo) con nuestro encantador navegante (sentado desayunando), esté último es un hombre amable y caballeroso, de cabellos morados y ondulados con un mechón rebelde que le caía en la frente, del lado derecho hasta la altura de la ceja. Al verme entrar me dirigió una sonrisa encantadora que era parte de su estilo amable.

  —Que encanto verte cada mañana, niña Leah.

  Exclamó Stephen de forma alegre, aunque lo notaba un poco triste. Dejó un momento su café, que tenía un color café casi negro como sus ojos en el centro, y luego me dijo.

  —Y ¿cómo te va con los ejercicios que te sugerí hacer, para mantener el hábito del estudio?.

  A mí me gustaban las matemáticas, pero era tan buena en ello que llegaba a ser tedioso hacer aquellos ejercicios cada día, sin embargo, si le decía eso a mí amigable Stephen me diría miles de razones para seguir ese hábito, que de cualquier manera seguiría teniendo.

  —Ehh bien, recién acabé los ejercicios de hoy, Stephen.

  Le contesté, para luego dirigirle una mirada sonriente, tratando de ocultar lo que realmente pensaba. Después de tratar de evitarlo, le dije a Charlie, nuestro cocinero de cabellos negros azulados.

  —Buenos días Charlie, ¿qué le prepararás hoy a nuestro capitán?.

  Charlie me hecho una mirada, con esos ojos amarillos con el contorno dorado, y me respondió sin descuidar sus deliciosos platillos, que preparaba con telequinesis (era su naturaleza, ya que él provenía de la isla Wicianzard o isla de magos y hechiceros, en el Antiguo Mundo).

  —Buen día señorita Leah, le estoy preparando su platillo favorito, pastel de carne.

  Mientras decía esto se agachaba para observar el horno en donde ya se encontró aquella carne para nuestro capitán.

  —Exquisito y más si lo preparas tú, Charlie.

  Le contesté sonriente, él me sonrió y siguió en lo suyo. Después Stephen me miró, al tiempo que tomaba una galleta para remojarla en su café y me decía.

  —Niña linda —decía Stephen con un tono de hermano mayor— ¿después del desayuno podemos hablar?.

  Al escuchar esas palabras en ese tono, pensé que mi amable navegante quería llenarme la mente de ideas por las cuales tengo que seguir estudiando aun siendo una pirata. Pero al mirarlo observé más allá de su actitud encantadora, sus ojos castaños reflejaban una expresión distinta a la cotidiana, se podía ver tristeza, confusión y decepción. Pero... ¿qué podría lastimar de esa forma a un chico de corazón romántico como él? ¿o... soy una chica tan ingenua? ...eso último me agobiaba un poco.

  —Sí, cuando quieras, Stephen.

  Le dije con una sonrisa compasiva. Me acerqué a la alacena, tomé el azucarero y el frasco del café, y me dirigí al refrigerador donde se encontraba la leche, para después decir sin mirarle a los ojos.

Oscuridad inmensaWhere stories live. Discover now