1. Tulipanes

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Esa fue la primera profecía de mi hermana mayor, ocurrió cuando ella tenía 12 años y yo 8, sostuvo mi mano en todo momento con lágrimas en los ojos y una tenue sonrisa. En ese momento solo me reí y me jacté de la parte de la flor, era pequeño y no entendía las implicaciones de esas palabras. No le tomé importancia, y preferí ignorar aquel extraño momento. Deseándole una rápida recuperación, pues se encontraba postrada en cama, para que volviéramos a jugar en el patio. Pero desde que mi hermana recitó esas palabras, nunca más pudo caminar, aquel despertar de su don se llevó la fuerza de sus piernas como precio.

Ambos destinos se sellaron ese día.

Una a una las cosas que mi hermana decía se iban haciendo realidad: nacimientos, muertes, accidentes, triunfos, catástrofes, fortunas. Aunque en un inicio se pensaba que al tener conocimiento de esos eventos, estos podían evitarse, poco a poco la gente comenzó a darse cuenta que no era posible, sus palabras terminaban cumpliendose tarde o temprano. Sus designios eran respetados por todo aquel que la conocía. No importaba lo crípticos que fueran muchas veces, cuando estos ocurren se entienden a cabalidad cada una de las palabras de mi hermana.

Muchos comenzaron a temerle desde muy joven, osaban decir que ella los «maldecía», cuando no era así. Solo les daba un pequeño vistazo del futuro, pero cada uno construía su vida para llegar a ese punto, mi hermana no los forzaba a nada.

Esperando las doce de la noche el día que indicaría mi cambio de trece a catorce años, Nara me dió mi segunda profecía, no fue un mensaje directo, fue más bien una advertencia. Tocó mi ojo derecho, y con mucha pena susurró:

—Mantente alejado de mamá, por favor.

Si la primera profecía me causó diversión, la segunda me causó miedo, terror en realidad. Ella vió claramente lo que iba a pasar, pero no tuvo la entereza para decirmelo. Fue su forma de protegerme, pero fue inutil. Ambos comprendimos el poder de sus visiones cuando está se cumplió.

Cinco días después de mi cumpleaños, un espíritu maligno poseyó a mi mamá, e inició un incendio en la casa con intención de matarnos a mi hermana y a mí. Papá creyó que había sido un accidente, así que nos dividimos, él fue por Nara, y yo fui por mamá. Pésima idea

Perdí muchas cosas ese día, mi visión en mi ojo derecho, a mamá, mi casa y mi felicidad cotidiana. Y solo gané una cicatriz gigante con una maldición: mi ojo derecho solo veía cosas que no se encontraban en este mundo terrenal. Cosas horribles.

Comenzamos a vivir los tres en el templo de mis abuelos paternos, los dos —Nara y yo—, nos tatuaron cerca del corazón un talismán para evitar posesiones demoníacas. Papá dejó de protegernos de lo que era nuestro pasado, nuestro linaje familiar, nuestro injusto y noble destino. Exorcistas, brujos, hechiceros, curanderos, sacerdotes, oráculos. Esos eran todos mis tíos y primos, que nunca había conocido hasta ese día.

Papá había renunciado a sus responsabilidades familiares, el día que quiso formar una familia con mamá, eso había significado desvincularse por completo, para no verse involucrado en el caos que era su forma de vida. Nosotros no sabíamos nada de esto. Nos tocó un par de años de cursos intensivos de demonología, artes marciales mixtas, artes oscuras, maldiciones, talismanes, artículos de protección y mucho más.

Desde ese horrible golpe de realidad, mi ánimo se volvió apático, me volví un pesimista, que se le olvidó cómo sonreír, me llené de tatuajes que repelen energía oscura. Mi motivación para vivir se convirtió en exorcizar espíritus malignos, para evitar que otras personas vivieran la pérdida de un ser querido, por culpa de seres que no debían estar en nuestro mundo.

A pesar de vivir de primera mano lo precisas que eran las profecías de mi hermana, desde que perdí a mamá, me negué a perder a alguien más, así que todos los once de octubre me negaba a trabajar, salir a pasear, ni siquiera estar en mi casa. No conocería a la persona de la que hablaba mi hermana. Me negaba, porque los humanos eran frágiles y vulnerables. No quería tener mi destino sellado con uno de ellos. Así que iba a pasar todo el día a un lugar donde no habría ninguna persona viva, un mausoleo en el cementerio de alguna ciudad vecina.

No conoceré a nadie un once de octubre.

Por diez años lo evité, y me sentía victorioso por evadir mi destino. Mi hermana nunca me dijo el año en que pasaría aquello que había visto en su visión. Pero al ver la sonrisa que puso cuando la fui a ver para celebrar mi cumpleaños número veinticinco, me hizo tener un escalofrío de anticipación. No puede ser.

—¿Es este año, cierto? —pregunté luego de soplar la vela de la torta que sostenía en su regazo.

—No lo sé —respondió con una sonrisa y mejillas sonrojadas—. Me gusta tu nuevo corte de cabello. Es muy moderno. Hace que luzcas tus facciones. 

Toqué mi cabello negro que había cortado —de malas— esa tarde, fue doloroso ver caer treinta centimetros de cabello lacio. Me habían forzado a hacerlo, después de que un humano poseído por un demonio me agarró de mi cola de caballo para retenerme, no tuve más opción que despedirme de él.

—Era molesto para trabajar. Siento que sabes algo que no quieres decirme —la miré tratando de leer su mente, pero era imposible, no había nacido con ese don.

—Me gustan tus nuevos tatuajes de la mano izquierda, son las inscripciones de los talismanes de protección. ¿No te dolieron los de los dedos? Tus dedos siempre han sido huesudos, así que deben haber dolido las agujas. 

—Sí, fueron horribles, pero muy funcionales, ahora tocó a un espíritu menor, y los repelo. Una de mis ideas más brillantes.

—Ya veo...

—¿Sabes algo, cierto? —insistí sin dar mi brazo a torcer—. Es este año.

—No sé a qué te refieres —dijo evitando mi mirada risueña—. ¡AH! Tu paraguas se averiará, así que anda con otros talismanes encima.

Mi paraguas era una de mis posesiones más preciadas, la tela hecha de una fibra de carbono especial, mango de plata, y repleto de encantamientos de protección, era mi arma y escudo en el trabajo. Es imposible que se averiara.

—Okey, ¿cuándo? —pregunté sin dudar de sus palabras.

—Todo octubre —dijo subiendo y bajando sus hombros restándole importancia, mientras sacaba una de las frutillas que estaban en la parte de arriba del pastel—. No sé cuando, pero veo al Tío Axel arreglándolo en Halloween, no está feliz porque es de sus mejores creaciones.

Sí, sabía algo.

Lo sabía todo.

Estaba seguro que ella podría haberlo advertido, pero no quiso.

Estaba seguro que mi yo actual, era el que había visto en sus visiones. Por eso rodaba los ojos cada vez que aseguraba que nunca cortaría mi cabello. Porque solo había hecho por culpa de un demonio menor y prometí que nunca volvería a estar vulnerable. Lo corté en el acto, y cuando me deshice de él, fui a arreglar el desastre que hice con un profesional.

Ella sabía que su visión se haría realidad. Aunque todos los años tratará de evitarlo.

No había día que odiara más en el año que los once de octubre. Año tras año, hacía las cosas más inverosímiles para huir de mi destino. Pero todo tiene una fecha de caducidad. Ese año se cumplía la mía.

Porque ese once de octubre nada salió cómo lo planeé. 


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Les presento a mi nuevo chico huraño, Viktor. También conocemos a Nara, su hermana mayor. Suelen creer que son ellos dos contra el mundo. Pero no es tan así. 

Sí, exorcista. 

En mi mente es una comedia romántica, pero no sé si quedará así en la practica. Tengo hasta el cap cuatro escrito, así que subiré el siguiente mañana. Desde ahí trataré de actualizar una vez a la semana. Espero que la agenda me lo permita, por lo menos las ganas no me faltan. 

Nos leemos mañana. 

Spring. 


Los espíritus en las floresWhere stories live. Discover now