—Sí. Llegó hace unos cinco minutos. Sólo faltas tú. Por cierto —Luna borró su sonrisa y miró al cielo—, Harry se ve maravilloso, Draco. Se nota que ha estado jugando Quidditch. Tiene unos músculos perfectos —Draco se sonrojó—. ¡Oh! No le digas Rolf que dije eso —sonrió la chica—. Ni a mis hijos.

—Descuida —Draco levantó la varita y se limpió el rostro. Seguro tenía los ojos rojos y se negaba a aparecer con los ojos así frente a un inmaculado Potter. Ya podía ver los próximos titulares.

—¿Draco? —la voz de Luna ahora era cautelosa—. Tranquilízate. Todo saldrá bien.

—Estoy tranquilo, Luna. Supongo que ya es hora de que salga de aquí. Vamos.

Luna, sin embargo, lo detuvo. Lo miró con una sonrisa y estirando su mano, le arregló el cabello y le acomodó el cuello de su camisa debajo de su túnica de gala.

—Gracias.

—De nada. Ahora te ves hermoso.

***

Harry Potter permaneció en los escalones de la entrada de la pequeña carpa que Malfoy había levantado en los jardines de Malfoy Manor para la boda, intentando aparentar que tenía todo el derecho del mundo a estar allí. No fue fácil. Harry creía que no se había sentido más fuera de lugar en toda su vida. Odiaba este lugar.

Ni siquiera cuando los mellizos, Scorpius y Albus, se acercaron para abrazarlo, logró relajarse. Intentó ver a sus hijos.

Mierda.

Sus dos pequeños tenían 21 años. Eran mellizos, pero muy diferentes entre sí. Scorpius era más alto que Albus pese a que Albus era mayor por cinco minutos. Scorpius tenía el cabello rubio, ojos grises y piel muy blanca. Era tan parecido a Draco que dolía. Albus era lo opuesto, tenía el un cabello negro sin control, ojos verdes detrás de unos anteojos que en ese momento le miraban con cautela. Era su imagen en su juventud.

—¡Merlin, papá! —dijo Albus al fin—. Relajate. Estás aquí por Lily. Que no te vea así.

—Lo sé —dijo, intentando relajar sus hombros—, lo siento. Por cierto... —miró detrás de sus hijos—. ¿Y James?

James era su hijo mayor, hoy de 22 años, y era con quien tenía una relación más difícil, tal vez porque recordaba a consciencia gran parte de las peleas entre Draco y él. Harry vio a Scorpius mirar una de las mesas a lo lejos. Por supuesto, si fuera por James, con suerte se acercaría a saludarlo al final de la boda. Respiró hondo. La mansión le causaba escalofrío. Nunca había vivido en Malfoy Manor. Cuando Draco dejó Grimmauld Place y le dijo que iba a trasladarse a Malfoy Manor con sus cuatro hijos, Harry había estado a punto de morir de susto y disgusto. Recordó ese día:

¿A Malfoy Manor? —había replicado en un estrangulado gruñido—. ¿Cómo te atreves? ¡Sabes lo que pienso de esa casa!

Esa casa —le enfatizó Draco —, fue mi casa. Allí crecí, y es la que mis padres y antepasados me dejaron.

Los padres de Draco habían fallecido luego de contraer una enfermedad devastadora para su sistema.

Claro —Harry intentó aplicar todo el sarcasmo del que fue capaz—. ¿Qué harás? ¿Les harás una habitación en donde torturaron a Luna? ¿Comerán donde torturaron a Hermione? —Ok, hasta el día de hoy Harry se arrepiente de esas palabras. El dolor de los ojos de Draco es algo que no puede olvidar—. No pienso ir a verlos en esa Mansión. ¿Sabes a cuántas personas mató Voldemort ahí? —eso tampoco debió preguntarlo nunca. Por supuesto que Draco lo sabía, se lo confesó una vez, después de una pesadilla que no le dejó dormir en toda la noche. Había sido un bestia, pero en el calor de la pelea, pensó eran las palabras indicadas.

Divorciados [Harco]Where stories live. Discover now