La erección que se formó bajo mis tejanos cuando la mantenía acorralada era un gran indicio de que me resultaba necesario rozar mi lengua mucho más allá de la piel de su cuello, y cuando tuve la oportunidad de introducirme al coche para estacionarlo en mi cochera abierta, intenté nivelar mis deseos para que la rigidez menguara. Sin embargo, se mantenía firme y decidido en golpetear la tela para saciar su propia sed.

Para despedirla y verificar que se introdujera dentro de su casa antes de que el imbécil al que evitaba reapareciera en mi radar había ocultado el bulto bajo mi playera, y cuando por fin mis pies rozaron la alfombra del interior de la casa, solté un gran suspiro.

- Me está volviendo loco - murmuré.

<< ¿Más de lo que ya estás? >> oí a mi mente refutar.

Suspiré a causa de mis malos pensamientos y cuando me dispuse a subir a la planta alta, al desplomar mis pertenencias arriba de la cama, mis ojos se posaron más allá de los cristales de mi ventana.

Las cortinas de su cuarto desvaídas y traslucidas permitían que un delicado destello del interior de la habitación irradiara el exterior hasta concluir en mis retinas, y la sombra de Deva se manifestara con tanta facilidad que podía distinguir hasta sus hebras planear con cada uno de sus movimientos amortiguados. Me aproximé, decidido en abrir la ventana para airear la alcoba y quizás dialogar con ella desde lo alto de nuestras viviendas, sin embargo, cuando mis yemas rozan el seguro metálico, la figura de sus dedos recorren su abdomen, aferrándose al borde de su playera, y la desliza hasta deshacerse de la prenda.

Podía notar su sombra a la perfección, como si quisiera realizar un espectáculo nocturno dejando volar la imaginación de quien la observara. Me alejé decidido en introducirme a la bañera, pero mis ojos no podían dejar de contemplar su figura ahora descansando ante su portátil.

- Maldita sea - balbuceé.

Los escenarios ficticios que se rebobinaron en mi mente cegaron mis ojos y acumulándolos con los hechos recientes, mi pene volvió a golpetear mi cremallera. Aún seguía ávido, quería que su necesidad fuera saciada lo más rápido posible y bramaban a mis dedos acariciar mi intimidad.

Me encerré con velocidad en el cuarto de baño, lejos de su vista y apartado de la vista que avivaba mis deseos cárnicos. Pero ella aún estaba en mi mente.

Hacia un mes que no me autocomplacía, así como tampoco había tenido intimidad con una mujer en el correr de las semanas. Filmar una película con una colega no era lo mismo que disfrutar en la oscuridad de una habitación y coger como me gustaba; no disfrutaba cuando debía esforzarme en hacer poses extravagantes, centrarme en hacer gemidos falsos y mantener mi pene erecto por más de una hora.

Tampoco había tenido la necesidad de tocarme luego de lo ocurrido. Aun me habían quedado secuelas y sentía que no me merecía tan siquiera complacer a mi cuerpo. Después de todo, por eso estaba en San Diego.

Sin embargo, la presión bajo la tela de mi bóxer me aclamaba ser liberada. No me contuve y cuando la vi rígida ante mis ojos, más dura de lo normal, mi mano la tomó e inició a complacerla.

Sucumbir al deseo fue más fácil cuando la única mujer que se posaba en mi imaginación era Deva.

Temblé cuando cerré los ojos e imaginé situaciones indebidas junto a ella. Mis fluidos traslucidos me recorrían el tronco hasta embadurnar la palma y hacer el recorrido de ida y vuelta más satisfactorio. Jadeé cuando presentí que el orgasmo estaba a tan solo pasos de adueñarse de mi cuerpo, y cuando imaginé que no era yo la persona que me daba placer, sino Deva, un estallido de placer curvó mi espalda e inundó con mis propias secreciones mi mano.

Detrás De Cámaras ©Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang