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   Los Ángeles, California

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   Los Ángeles, California. Veinticinco de julio: nueve de la mañana.
Era costumbre, aún estando de vacaciones, que me despertase a las ocho o máximo nueve de la mañana. Me gustaba disfrutar de las primeras horas del día. A mi parecer era el momento más tranquilo que tenía luego del atardecer.
En ese entonces tenía diecisiete años y me encantaba maquillarme y vestirme imitando el estilo de NewJeans. También, gustaba de mantener todo limpio y ordenado a mi alrededor, sobretodo mi pequeña biblioteca.

   Mi pasatiempo era leer novelas románticas, recuerdo que leía mucho las obras de Johanna Lindsey. Gracias a esas historias de exuberante pasión, desarrollé una personalidad bastante romántica a tal punto de llegar a la bohemia. La Aslie adolescente era tímida, pero soñaba con tener un amor tan dulce e irreal como se mostraban en aquellos relatos. Por cierto, es ese mi nombre: Aslie Griffin.

   Aunque mi aspecto era tierno, además de que cuidaba mucho mi físico, nunca había podido estar en una relación. En parte ello era consecuencia de mi timidez, también del no aceptar las invitaciones de mis pocas amigas para asistir a alguna fiesta. Prefería estar en mi cama leyendo, no me gustaba la música alta y tampoco se me daba bien bailar.

   Sin embargo, bien dicen por ahí que nada es eterno, mi forma de vida y mi modo de pensar cambiaron repentinamente cuando conocí al que llamaré por siempre el amor de mi vida.
Volvamos al veinticinco de julio.

   —¡Aslie, hija! —llamó mi madre desde la cocina—. ¿¡Cuándo bajarás!? ¡Ya el desayuno está listo!

   Como si hubiese alguien que me esperase o que al menos me halagase, terminaba de echarme un poco de colonia de violetas.

   —¡Ya va, madre! —le respondí con una sonrisa, mientras me miraba en el espejo del baño.

   Bajé en máximo dos minutos luego de su llamado. Casi trotando, llegué al pequeño comedor donde mi padre: sentado a la mesa, leía el periódico del día. Le regalé un beso en la frente y me senté a su lado. Mi madre llegó acomodando los panqueques, la miel, el jugo de naranja y varias fresas. Luego, se sentó frente a mí, al otro lado de mi padre, pues él quedaba en el centro de la cuadrada mesa.

   —Aslie, aquí llega el olor a violetas —dijo mi madre, sirviéndose una taza de café. La cafetera ya estaba en la mesa cuando me incorporé—. Creo que tienes algún que otro pretendiente por ahí.

   Mi padre enseguida dejó de leer las noticias y volvió su vista a mí.

   —¿Qué? Claro que no —respondí sin cambiar mi expresión alegre, mientras me servía un panqueque—. ¡Qué cosas dices, madre! Para arreglarme y oler bien no necesito tener novio.

   —¿Vas a algún lado? —inquirió mi padre, regresando sus pupilas al periódico.

   —Sí, iré a dar una vuelta por la playa mientras termino de leer Jane Eyre.

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"𝘌𝘭 𝘊𝘩𝘪𝘤𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘗𝘢𝘵𝘪𝘯𝘦𝘵𝘢 𝘙𝘰𝘵𝘢"© [Jacob de VAV]Where stories live. Discover now