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Alicia deja las llaves de su casa en la mesa, revisa el contestador del teléfono fijándose que tenía un mensaje. Al reproducirlo la voz de su padre la alertó... luego se tranquilizó cuando le menciona que se regresaba al día siguiente por algunos problemas con el avión de su jefe.

La rubia suelta el aliento y se encamina hasta su cuarto, cuando alguien toca su puerta.

Ella se da la vuelta y ve la misma con miedo, luego escucha nuevamente los golpes y decide ir a ver quién era.

Algo desilusionada observa que era su vecino, Marcos.

Algo desilusionada observa que era su vecino, Marcos

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Alicia abre la puerta y le sonríe al chico.

- Hola, he pasado ayer, pero no te he encontrado en casa.

- Lo siento, estuve haciendo unas cosas.

- Pero era algo tarde cuando pasé -Alicia se tensó.

- Seguramente ya estaba dormida - responde rápido.

El joven asiente con una media sonrisa en los labios.

- Bueno, vengo porque quería saber si mañana querrás salir conmigo y mis amigos. No me diste una respuesta el otro día, y me gustaría...

Pero mientras su vecino hablaba, ella percibe que un coche deportivo aparca en la entrada de su casa. Todo el cuerpo de Alicia se tensa en el acto, no existía dudas de que ese coche era de Alejandro.

Luego ve al rubio ante ella quien hablaba sin parar, y pensó en miles de formas de correrlo, pero no se le ocurrió ninguna. Sus piernas comenzaron a temblar, puesto que sabía que Alejandro se enojaría mucho.

De pronto recuerda que ese idiota flirteaba con esa la empleada del servicio, entonces, pensó, porque ella tenía que hacer su voluntad cuando él era un maldito mujeriego. El hecho de que no pudiera tener sexo con nadie más que él no significaba que no pudiera tener amigos.

Así que la rubia ve a su vecino con una sonrisa amigable.

- ¡Claro, por qué no!

- ¿En serio? -responde sorprendido el joven- Eso es genial, puedo pasar por ti por la tarde, ¿te parece?

- Seguro...

- Bien, ya quedamos. Adiós Alicia.

Cuando su vecino se marchó, ella observa el coche. Él no se había bajado del mismo así que asumió que había visto absolutamente todo, y no supo por qué , pero estaba muerta del miedo.

La obsesión del CEOWhere stories live. Discover now