4. LA PALABRA DE LA ALFA

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—¿Eres de la tropa Luna Negra?—Pregunta Anne, viendo el uniforme, él asiente.— Solo había oído leyendas de ustedes; Territorio que pise la Alfa Rhea y su tropa será conquistado y sometido hasta que el último ser vivo se arrodille ante ella. Es una ley.

Bufe.

—Bueno, yo soy el doctor— Dice avergonzado. —No estoy en la acción en sí.

La rubia le sonreí con amabilidad y se acerca él.

—Mi padre también lo es, para los licántropos de mi manada—Suspira.

Alguien se posiciona a su espalda, y nosotras lo vemos más, Anne sigue hablando animadamente con Iker como si solo fueran ellos dos en la fiesta. De un jalón alejo a la pobre rubia del chico antes de que ocurriera una tragedia. Cuando ellos se dan cuenta del hombre detrás, todos hacemos una reverencia.

El príncipe Ignis tiene la cara endurecida y parece que en cualquier momento se le lanza al pobrecillo de Iker.

—Buenas noches, príncipe— Dice el castaño, su rostro se torna pálido y ahora es más notorio que no era de desenvainar la espada, porque retoce como un cachorro asustado.

Ignis lo ignora deliberadamente para mirar a la omega al borde de un ataque.

—¿Eres Anne?—Pregunta roncamente.

La rubia baja la mirada, temblando de miedo.

—Sí, príncipe Ignis.

—Vienes conmigo, ahora— Ordena.

—Pero...—Trato de interferir, pero Ignis me planta una mirada que me paraliza.—Aún no termina la fiesta, príncipe.

El corazón se me estruja al ver lo enojado que él estaba y como eso afectaría su trato con la pobre Anne. Aprieto mis puños de la rabia, si Denisse no me hubiera detenido, aquí mismo armaba una escena.

—No le hará nada, estará bien—Susurra Denisse en un intento de calmarme.

No lo sabía, nadie de nosotras sabía si esta noche seríamos el bocadillo de un híbrido o nos dejarían vivir un día más. Cuando ambos se alejan, yo lo hago de Denisse, justo en el momento donde Dalma va por mí.

En la gran mesa ya no estaba los reyes ni el alfa Stephen, y ya suponía para que me necesitara Dalma. Busco a Diana, y la veo cruzar las puertas junto a su hermana y la mía. Llegó el momento.

—Nara— Me llama Dalma.

Suelto un suspiro para darme fuerzas y me echo a correr. Los grandes y gordos híbridos me sirven para esconderme Dalma, me escabullí hasta la puerta que daba el jardín sin problemas.

Jamás en mi vida he corrido tanto, mis pies duele y el frío de la noche entumece mi cuerpo provocando más tortura, entonces me los quito sin importar lo caro y los lanzo al otro lado de los arbustos, para despistar a Dalma.

Corro hasta la laguna y las risas que se oyen a lo lejos, me detengo a una distancia donde no me vieran, pero me escondo detrás de un arbusto para más precauciones.

—¿Es necesaria la escolta?—Dice Diana. —Como si necesitaras que te cuide esta gorila salvaje.

Rhea se sienta en la banca de piedra cerca del gran árbol y suspira.

—¡Ay, hermanita! He viajado por tres largos días, más te vale ser directa.

—Bien. —Espeta ella de mala gana — Quiero a una doncella, pero mamá se la dará a Alfa Stephen como un regalo...

— Me iré a dormir— Masculla Rhea, levantándose.

Me sorprende lo alta que es y lo pequeña que la princesa parece a su lado, eso me acusa un poco de miedo, ya que Diana y yo éramos casi de la misma estatura.

The Black OrbeWhere stories live. Discover now