Oh, demonios. Esto es demasiado, necesito interrumpir. 

Bajo las escaleras corriendo y se me enredan los pies en el último escalón, pero logro agarrarme del barandal a tiempo y quedo enfrente de Matt y papá, que están en el recibidor. 

Ambos me miran horrorizados. 

—Ya me conocen...—río nerviosa—. Yo y mis entradas épicas. 

Matt cambia su semblante a uno de genuina felicidad. 

—Y el vestido épico...—llega hasta mí para agarrar mis manos—. Voy a tener que decirle a Isabella que te haga la maleta más seguido. 

No, por favor. Todo menos eso. 

Me deleito durante unas milésimas de segundo viendo el azul de su iris, que cada día que pasa se ve más resplandeciente. 

—Tus oceánicos ojos brillan. 

Sostiene mi rostro para acariciarlo. Y ahí está de nuevo... la maldita fuerza electrizante. 

—Mis oceánicos ojos están contemplando lo más hermoso de este planeta. 

Genial, yo estoy muy positiva y él muy novelero. Oficialmente estamos perdidos. 

Una presencia masculina se arregla forzadamente la garganta. ¡Oh! ¡Mi papá! Cierto que está ahí. 

Ruborizada, suelto las manos de Matt para ponerlas detrás de mi espalda. Él, en cambio, no aparenta estar avergonzado. Es un libro abierto, completamente honesto respecto a lo que es y lo que transmite a los demás. 

—¡Diviértanse!—mamá aparece de pronto de la puerta de la cocina—. No los esperaremos despiertos.

Ah... mi mamá. Siempre pretende ser liberal. Las únicas ocasiones en las que no lo era, era cuando salía con Olivio. Digo, Oliver. Jamás lo olvidaré: "Emma Rosalie, o regresas hoy antes de las ocho de la noche o te desheredo". Y eso que íbamos saliendo a las siete. 

—Por favor, cuida de ella—dice papá. 

Matt encuentra mi mano detrás de mi espalda y la sostiene entrelazando sus dedos con los míos. 

—Siempre—declara, dándole seguridad a mis padres. 

Mamá y papá nos despiden afuera, como si su única hija fuese a su primera fiesta de quinceaños con su primer pretendiente. Demonios, mis padres sí que son anticuados. 

—Mi 'próximamente novia' es muy sensual—susurra Matt en mi oído mientras me conduce al auto. 

Río con sarcasmo.

—Tal vez necesitas gafas. 

—Uso gafas—replica—. De contacto, transparentes. 

Vaya, una novedad. No es tan perfecto después de todo.

—Sabía que ese azul oceánico tan acentuado no era normal. 

Me acomodo en mi asiento de copiloto, todavía admirando a mis padres que siguen en la entrada. 

—¿Lista?—Matt enciende el motor del auto.

—Nunca—replico sonriente.

Toma el cinturón de seguridad para pasarlo a través de mi torso y asegurar la hebilla en su respectivo enganche. 

—Estoy cumpliendo con mi misión, entonces. 

Mientras pone el auto en marcha, me entretengo observando a mis padres hasta el último instante. Se ven tan felices. Entre ellos, por mí y por todo lo que representa nuestra vida. Vaya que los extrañaba. 

Factura al corazón © DISPONIBLE EN FÍSICOWhere stories live. Discover now