4. La odisea del Kun (I)

Magsimula sa umpisa
                                    







La plaza de Araucanos es más un parque que otra cosa. Hay cuatro caminos de baldosas de hormigón que llevan a una estatua de Evita. A los costados de los caminos hay bancos blancos de madera, mientras que en las porciones de un pasto bien cuidado se hallan multitud de árboles, sobretodo robles y jacarandá donde los zorzales, las torcacitas y las palomas hacen sus nidos. Los horneros, en cambio, se mandan nidos de barro en la punta de los postes de luz. ¿Quién los manda? Mamita.

Como llegó temprano, no hay nadie. Así que da una vuelta por ahí. 

Rodeando la plaza hay una iglesia con un techo puntiagudo; una escuela amarillo crema, varias librerías, un restaurante familiar y un kiosquito, que es lo que más le interesa.

Cruza la calle corriendo sin esperar que el semáforo se ponga en rojo, y se mete en el local.

Es un bombonazo. Las paredes amarillas, el piso de madera encerada y las estanterías y heladeras rojas, llenas de cualquier variedad de bebidas, snacks y galletitas como Pepas, Pitusas, Celosas, Diversión, Bagley, Chocolinas, Todys, Obleitas, Don Satur...

—Fua, son re chetos acá, ¿eh? —le comenta a la kiosquera.

El aire es cálido, acogedor, huele a galletas porque la chica tiene un paquete abierto (y un mate) a su lado. El mostrador está abarrotado de frascos de caramelos; TNT, Buttertoffy, Sugus, masticables, Arcor, hasta gomitas... Hay un montón de marcas de alfajores, chocolates y...

¿A ver?

Kun se acerca a chusmear todo. Le brillan los ojos. Hay de todo y él quiere todo.



Allá en la plaza, empiezan a llegar algunos pibes: Anto, Leo, Rodri y un amigo suyo; Sebastián. Es un flaco raquítico que se cae y se parte. Empiezan a charlar tipo "¿dónde vivís?, ¿qué hacés?", y resulta que labura en una mecánica el flaco.

—¿Mecánica general? —pregunta Leo, que no sabe qué es pero sabe que existe.

—Sí, general. Aunque casi siempre nos traen autos por el tema de la suspensión ¿viste? Porque con los baches se hace mierda. Pero la otra vez —se ríe, se acuerda de algo y les dice— vino un pibe con el viejo por una bujía partida. O sea, creo que el pibe la partió.

Leo conoce la historia y se ríe, diciendo "¡Aaaah! ¡Era el Kuuun!", pero por suerte nadie lo escucha aparte de Anto, porque Sebastián se voltea hacia Rodri entonces y le dice:

—Hay que ser boludo. Encima no sabés... ¡Apareció Lauti y el pibe...! Onda, se puso re nervioso.

Anto y Leo se miran confundidos.

—¿El chico? —pregunta Anto, incrédula.

—¡Sí, el chico! Fue medio raaaro, ¿no? Porque se puso rojo y todo. Para mí que era puto. 

—Eh, pero vo' no sabé' —dice Leo algo serio—. Por... Por ahí le dio vergüenza por la cagada que se mandó.

—Sí, no parecía puto el pibe. Pero... para mí que Lauti lo hizo dudar —se burla.

Anto y Leo se miran. Después ella se dirige a Seba con una voz rezagada:

—Bueno, en todo caso, tampoco es algo para burlarse.

Seba ladea la cabeza y suelta un "¡pfff!". Y parece que va a soltar algún comentario potencialmente homofóbico pero justo en ese momento entra el Kun en la ronda con tres paquetes de papas fritas y una Manaos. Ni los saluda y apenas frena apunta para atrás con el pulgar.

𝐄𝐋 𝐎𝐑𝐆𝐔𝐋𝐋𝐎 𝐃𝐄 𝐌𝐈 𝐕𝐈𝐄𝐉𝐎Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon