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—¿Cómo me veo? —era la primera vez que mi padre me regalaba algo en los últimos cinco años, tengo veintiséis y aún no puedo creer que esté utilizando estás ropas, mi madre no tardo en juntar sus manos dando apenas unos aplausos mientras no contenía su radiante sonrisa al verme.

—Te ves como todo un hombre, hijo mío —respondió mientras una risa se escapaba de sus labios, sonreí, estaba feliz por sus palabras, me habían causado que me sintiera inclusive mucho más orgulloso de portar aquel uniforme.

Todo había sucedido tan rápido, mi padre, un hombre muy respetable dentro del ejercito y por supuesto el líder y el general de distintas tropas dentro del mismo, lo habían designado a realizar un encargo de suma importancia para nuestra nación, la guerra había empezado hace aproximadamente ya cinco años, y decían que iba a durar más que esto, yo esperaba que no, mi madre no se ha enterado que sé que llora por las noches, tenerlo lejos le ha afectado demasiado, pero al menos somos de los afortunados que no sufrimos de la escases en alimentos, ni siquiera de portar ropas harapientas, ni siquiera robos, nuestra familia es de las más poderosas de toda Alemania, y es un alivio.

—A tu padre le dará gusto que hayas aceptado unirte, cariño.

Sí, a él le dará gusto.

—La carta dice que se encuentra en Polonia ahora —dije—, se supone que debo estar allí en tres días, pero quizás vaya antes, quiero darle una sorpresa, apuesto a que le gustará verme.

—Le encantará —afirmo mi madre—, él siempre quiso que te enlistarás en el ejercito cuando fuera el momento, y que sirvieras a tu nación como es debido, aunque —soltó un largo suspiro—, he de admitir que estar sola en casa no me hará muy bien.

La preocupación invadió mis pensamientos, mi madre estaría sola en casa, la partida de mi padre le afecto mucho el primer año de la guerra, al segundo pareció haberlo asimilado de mejor manera, mi padre no dudaba en enviar cartas de vez en cuando para mantenerla al tanto de que estaba bien y que se encontraba de maravilla, inclusive de vez en cuando nos relataba alguna anécdota divertida de lo que ocurría dentro de las filas militares y de los campos de batalla, no todo el tiempo se trataba de dispararle al enemigo.

—¿Vas a querer que te prepare un almuerzo para el camino?

—No, mamá —mencione como respuesta, adoro que mi madre tenga tan en cuenta a mi persona antes que ella misma—, descuida, compraré algo en el camino.

—Bien, pero asegúrate de que sea un alimento saludable, no quiero que enfermes.

—Tranquila —me acerque a ella, extendiendo mis brazos para que ella supiera que quería darle un abrazo, ella no tardo en aceptarlo—, te prometo que comeré saludable mientras no esté aquí contigo, pero debes prometer que no llorarás cuando me vaya.

—Eso no es justo, cachorro —soltó en una risa mi madre—, el sentimiento es lo que siempre gana cuando un hijo se va... no me impidas llorar tu partida, sé que volverás, al igual que tu padre, pero no puedo evitar sentirme triste al no volver a tenerte en mis brazos por un tiempo.

—Te escribiré.

Ella no dijo nada, y nos quedamos allí en medio de la estancia, mientras que nos brindábamos un poco de ese cariño de madre e hijo que a veces es necesario cuando te sientes triste o inclusive solo, por mi parte me encontraba animado, hoy partiría para comenzar mi viaje hacia Polonia, rumbo al campo de concentración, mi padre trabaja allí, es parte de todos los encargados de la vigilancia y trabajo dentro de aquel sitio, mi padre me asigno para ser uno de los guardias que custodien el campo de concentración, tendría bastante trabajo para entretener mi mente y alejarla de cualquier pensamiento.

El plan era simple, trabajaría allí durante al menos año y medio o dos años, eso dependerá de cuanto tiempo resista en ese lugar, mi padre insiste en que sean dos años los que permanezca allí, no soy alguien que le guste permanecer mucho tiempo en un lugar, pero si veo algo que me anime a seguir allí por más tiempo, entonces lo haré, sin importar que, pero por lo mientras el plan era quedarme lo suficiente, por lo menos un año, y salirme de allí para regresar a casa y no dejar sola a mi madre, no quiero que se sienta triste, a veces la soledad puede ser inclusive eterna, y era comprensible que se sintiera desanimada a veces o inclusive sin ganas de hablar con alguien a pesar de que su corazón lo pedía a gritos, pero aquí estaré lo más pronto posible para que no recaiga en depresión.

Después de la despedida algo larga en la que mi madre insistía en que llevará más ropa conmigo, me salí de casa, sin cerrar la puerta, ya que mi madre estaba afuera mirando como su hijo se alejaba de ella bajo la atenta mirada del amanecer el cual le daba la bienvenida a un nuevo día.

Solté un largo suspiro mientras el frío golpeaba mis mejillas con leve suavidad, mis cabellos eran peinados hacia atrás con cada paso que daba al frente, relamí mis labios levemente y sonreí, vería a mi padre, lo extraño, trabajaría con él, espero tener más tiempo con él.

Una Boda En Auschwitz  || JimSu ||Where stories live. Discover now