Epígrafe

1.2K 280 46
                                    

No hablaron mientras cruzaban la sala de baile y salían hacia la calle, en dirección al callejón más cercano y solitario. El príncipe de Inglaterra le pasó el brazo por la cintura y la acercó a su cuerpo. Con la mano libre, le cogió el pelo y le dio un suave tirón, lo justo para obligarla a echar la cabeza hacia atrás y besarla. Un beso tierno y pausado, donde los labios se humedecieron con las lenguas sin llegar a rozarse. No fue lascivo ni los expuso a un abrazo más carnal. Sin embargo, tampoco fue fraternal ni amistoso, pues hubo un matiz muy sexual en él.

Cuando se apartaron, Cassandra lo miró a la cara. Parecía de bronce: brillante y resistente. Demasiado resistente para una mujer como ella, que solo anhelaba su amor. 

―Ojalá pudiéramos hacer todo esto en nuestro lecho nupcial ―comentó Cassandra, inocente y anhelante. 

Pero no hubo ninguna respuesta por parte del príncipe. 

―¿Piensas que soy demasiado atrevida por decirlo? ―insistió ella, buscando la mirada esquiva de George.

―No.

―¿Entonces?

―¿Por qué has venido hasta aquí? ¿Por qué has venido hasta Francia para buscarme?

―¿No es motivo suficiente tu regreso de la guerra? 

―Cassandra... 

―George ―contestó ella con desesperación, tomando los hombros del príncipe entre sus manos, aferrándose a él y a todo lo que le hacía sentir. Pero George quitó el brazo de su cintura y la apartó un poco, solo fue un poco, pero a Cassandra le pareció mucho.   

―Sabes que no podemos casarnos. 

No. No lo sabía. Cassandra aflojó el agarre de sus dedos contra la carne del príncipe y estudió aquellos ojos impenetrables pausadamente, borrando la sonrisa de su rostro. Quiso encontrar un atisbo de burla o de ironía en esa mirada de bronce, pero solo encontró una verdad dolorosa y atronadora que la rompió en mil pedazos. 

―Solo sé lo que tú me has hecho creer hasta ahora ―replicó ella, incapaz de morderse la lengua.

―Debo casarme de acuerdo con mi posición, Cassandra. 

La joven abrió la boca mientras las lágrimas asomaban por sus ojos, dispuesta a no llorar a pesar de las ganas que tenía de hacerlo. Una mezcla de tristeza e indignación empezó a consumir su corazón, antes lleno de alegría e inocencia. 

―¿Entonces por qué estás aquí? ¿Por qué me has acompañado hasta este callejón y me has besado?

―Porque no puedo alejarme de ti. 

―¡Pues no lo hagas! ―gritó Cassandra, pasando de la amargura a la furia. Incapaz de ser tan elegante como George, el cual mantenía la compostura hasta en las peores de las situaciones. Ella no, ella estaba llena de sangre burbujeante, llena de sentimientos que, evidentemente, se topan contra el duro metal del corazón del príncipe.

―Mi matrimonio es un asunto de la Corona. 

Cassandra retrocedió dos pasos, sin apartar sus ojos grandes y azules de los ojos de él. 

―Soy hija de un Marqués. 

―El título de tu padre no te convierte en una princesa ―La miró con condescendencia. 

―Yo hablo de amor y tú de rangos ―Levantó la barbilla, manteniendo a flote la poca dignidad que le quedaba a esas alturas de la conversación. 

―Hablo de deber. 

―¿Y tus sentimientos? 

―Mis sentimientos no importan. 

―Pero, ¿los tienes?  ―Lo miró desafiante, tragándose las lágrimas como cristales rotos que le desgarraban la garganta.

―¿Y qué importa si los tengo? ¿En qué cambiaría eso nuestra situación? Soy un miembro de la Corona, tengo responsabilidades políticas. 

Cassandra negó con la cabeza y se alejó aún más de él, apoyando su hombro contra la otra pared del callejón, la opuesta en la que se habían besado y donde George permanecía. Apartó la mirada del hombre del que estaba perdidamente enamorada y la dirigió a la sala de baile, observando las ventanas desde las que emanaba luz.

―No existe el amor, Cassandra. Es solo una fantasía romántica. Solo existe el matrimonio ―continuó diciendo el príncipe, acercándose a ella de nuevo. 

―¿No existen los matrimonios por amor?

―En las novelas románticas y en la poesía.

―¿Poesía? La poesía es lo que usan los embusteros para endulzar sus labios y seducir a jovencitas inocentes. ¿Estoy en lo cierto, Su Alteza? ―Cassandra torció el cuerpo lejos de George, cada vez más enfurecida. 

―Si solo hubiera querido seducirte, ¿te estaría diciendo esto ahora?

―¿Ahora? ¿Cuándo ya lo has tomado todo de mí? ―recordó Cassandra esa noche de pasión que los había unido a ambos y que ahora solo parecía un recuerdo difuso en su memoria, pero muy real en su vientre―. Si te importara no me estarías diciendo todo esto. Si me amaras...

―Si te digo que no te amo, ¿será más fácil para ti?

―¿No me amas?

―Te amo, pero...

―Pero no lo suficiente ―comprendió Cassandra, asintiendo con la cabeza antes de echarse a correr lejos del príncipe George de Inglaterra, lejos de lo que un día fue un sueño hecho realidad. 

 ........."Yo tan sólo tenía dieciséis años para ese entonces. Estaba sola en el mundo con un bebé gestándose en mis entrañas. Pero no iba a hundirme. George solo sería un mero recuerdo en mi vida, estaba dispuesta a dejarlo atrás, a olvidarme de él para siempre."......... 

Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.

Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.
El Diario de una CortesanaKde žijí příběhy. Začni objevovat