—Lo que está es dolida, herida —masculló despacio—. Por la muerte de su amado, y también por su orgullo roto.

—Y por eso mismo no puede pensar con claridad ni oír razones —señaló Phil con insistencia—. Aceptémoslo, hasta ahora siempre hemos creído ciegamente en sus planes, pero la verdad es que últimamente todos han terminado en un desastre. Ya no es la grandiosa e imponente Rose la Chistera que siempre hemos conocido. No lo ha sido desde que por su culpa todos nos contagiamos de esta enfermedad. Y mientras esté al frente del Nudo Verdadero, no tendremos futuro.

—¿Y qué sugieres? —preguntó Annie, más curiosa que molesta, aproximándosele con cautela—. No la podemos "derrocar" si eso es lo que piensas. Es muy poderosa. Además, no es así como funciona elegir un nuevo líder.

Y en realidad Annie no tenía claro cómo funcionaba, pero sabía que no era tan fácil como que uno renunciara y otro más tomara su sitio.

—No, claro que no podemos hacer algo contra ella —murmuró Phil, con voz ausente—. Pero tampoco tenemos que seguir haciéndole caso.

Doug y Annie lo miraron, desconcertados.

—¿A qué te refieres? —masculló Doug despacio.

La Mandiles permaneció en silencio todo el rato siguiente, mientras Doug y Phil discutían la propuesta de este último. Su opinión no fue requerida, y ella tampoco la expuso abiertamente. Pero aún sin ella, al final los tres tomarían el camino totalmente opuesto al que Rose les había ordenado. Ese día, los tres abandonarían para siempre el Nudo Verdadero. Y no serían los únicos.

* * * *

Los últimos días habían sido bastante extraños para el Nido en general, y en especial para el Dr. Russel Shepherd. Había demasiado que hacer, demasiado que supervisar, demasiado en qué pensar. Y aunque habitualmente se mostraba ante su equipo con una actitud jovial y enérgica, lo cierto era que ya para esos momentos comenzaba a sentir sobre los hombros el peso del verdadero cansancio.

Quizás ya era hora de que se tomara unos días libres; no recordaba la última vez que lo había hecho. Lamentablemente, dudaba que el trabajo se lo fuera a permitir. Además, ya casi era Acción de Gracias y al menos un tercio del personal de planta había solicitado su semana libre justo en esos días, así que con más razón no podía dejar las cosas sin supervisión. Quizás para Navidad todo estuviera mejor; igual él prefería más esas fechas que Acción de Gracias.

Aquella mañana, muy temprano, Russel se presentó en la sala de observaciones en donde el equipo médico había estado monitoreando el progreso de su segundo prisionero más reciente. Y aunque estos ya le habían informado con anterioridad de lo que vería, ciertamente le fue imposible no contemplar con una combinación de asombro y espanto el rostro dormido de Damien Thorn a través del cristal de la cámara hiperbárica; un rostro totalmente sano, sin rastro alguno de quemadura en él, ni siquiera una sola cicatriz. Con su cabeza totalmente cubierta de su grueso y brillante cabello negro, tan limpio y pulcro como si acabara de lavarse. Todo totalmente en su sitio, como si el horrible y deplorable estado en el que había llegado nunca hubiera ocurrido.

Russel sintió como un sudor frío le recorrió la frente, y se apresuró rápidamente a secarse con un pañuelo antes de que fuera muy evidente. ¿Por qué aquello lo ponía tan nervioso? No lo tenía claro, pero así era. Contemplar ese rostro dormido y calmado, le causaba todo menos tranquilidad. Temía que en cualquier momento esos ojos se abrieran repentinamente, se fijaran en él, y entonces...

—Increíble, ¿no le parece? —masculló la voz del Dir. Sinclair, justo cuando se paró a su lado para mirar también hacia el chico inconsciente—. Sólo unos cuántos días, y se regeneró totalmente de todas sus heridas, sin necesidad de ningún tratamiento adicional. ¿Con qué estamos lidiando, Dr. Shepherd? ¿Algún progreso con eso?

Resplandor entre TinieblasΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα