Ya no le importaba demasiado, se había acostumbrado a que sólo fueran los dos. Sin embargo, estaba feliz porque viviría tan cerca de su amigo y su madre lo estaba porque lo haría de la suya.

No había día que no estuvieran en la casa del otro, iban y volvían juntos de la escuela, salían al mismo parque a divertirse, hacían pijamadas y se reunían siempre en las comidas y cenas. El padre de Beomgyu era amable con la nueva familia que se adueñaba de la atención de los integrantes de la suya, porque era simplemente agradable notar un buen ambiente.

El padre de Beomgyu estaba constantemente cansado, así que una vez, Yeonjun le preguntó:

—¿Tu padre es muy dormilón?

Y Beomgyu le había dado un golpe en el hombro antes de responder, casi indignado.

—Mi papá sólo respira lento, él siempre despierta primero que todos y duerme mucho después con sus cosas de trabajo, pero siempre ha sido así, aunque a veces realmente no respira casi nada y se pone raro.

—¿Raro cómo? —Yeonjun insistió con curiosidad, y no quitó el dedo del renglón aunque Beomgyu le dió una dura mirada.

Finalmente, un suspiro salió de los labios del chico.

—Él de repente se cae y se queda en el suelo mucho tiempo. A veces tienen que venir doctores por él, y cuando vuelve ya está mejor. A mamá no le gusta, llora mucho pero siempre dice que sólo es porque se asusta.

—¿Tú le crees?

Beomgyu se encogió en sus hombros, quitándole peso a sus palabras.

—Ella llora cuando yo me caigo y me lastimo las rodillas. Siempre llora.

Pero Yeonjun todavía pudo ver por sus propios ojos algunas de esas situaciones que Beomgyu describía y realmente había sido algo que le puso los pelos de punta, sin saber qué hacer para ayudar, sin saber a dónde llamar, pero poco a poco ambos comenzaron a entender que era mucho más que lo que la madre de Beomgyu decía.

El hombre todavía era un gran tipo y Yeonjun comenzó a tomarle cariño. A veces, sentía un poco de envidia porque Beomgyu tenía un papá así, tan agradable y tranquilo pero sin dejar de ser divertido. Siempre había helado. Siempre había confianza. Yeonjun quería tener un papá como el de Beomgyu.

Una tarde, cuando habían vuelto de la escuela, Yeonjun no había tenido oportunidad de comer en casa de Beomgyu porque su madre no estaba ahí. Volvió a su propio lugar y hubo un silencio enorme por demasiado tiempo, hasta que lentamente las voces comenzaron a escucharse cada vez más fuertes y alarmadas, hasta convertirse en una discusión a gritos, aunque el único que parecía ser el atacante era Yeonjun.

El azote de la puerta principal hizo que los padres de Beomgyu y él se alarmaran, y luego Yeonjun estaba cruzando entrada en su casa con las manos en puños con los nudillos blancos y la expresión más enojada que nunca le habían visto antes.

—¿Yeonjun? —Jeonghan, el padre de Beomgyu, preguntó. —¿Está todo bien?

Cuando el trasero de Yeonjun cayó con fuerza al lado de Beomgyu en el sofá, miró al hombre y refunfuñó.

—¡Mamá tiene un novio!

El problema fue grande y denso. Para Yeonjun fue difícil entender que el hombre que comenzaría a estar cerca de su madre y de él a partir de entonces no le quitaría mi la atención ni el amor que siempre había tenido.

Era sólo un chico de doce años, aferrado a su madre e inconcientemente asustado de que ella se fuera también, como lo había hecho su padre cuando había dejado de quererlos.

Él había descubierto que su padre había encontrado una mujer con la que creía ser más feliz que con su madre, una mujer más jóven y con menos exigencias, a la que no tendría que decírle si llegaría a dormir o no, a la que no tendría que darle dinero para las cosas que un hijo necesitaba, a la que no tenía que convencer para ir a la cama. Yeonjun lo había entendido. Y después había entendido que su padre no había tenido lo que necesitaba, aunque sí lo que quería, y había vuelto a buscarlos cuando el alcohol y las drogas eran parte de su vida, como si sólo con sustancias pudiese verlos a su altura, pero su madre no lo había aceptado de vuelta.

Fueron los padres de Beomgyu quienes le ayudaron a entender el cómo su madre podía sentirse con una nueva compañía, con un tipo de amor diferente al que él sentía, y le ayudaron a sentirse seguro.

Sin embargo, fue Beomgyu quien le hizo creer que sin importar lo que sucediera en el futuro, nunca estaría sólo ni sin amor.

Ellos estaban en el tejado frente al ventanal de la habitación de Yeonjun, desde donde la luz naranja los hacía sentir cálidos con sus pequeños destellos, mientras que era la luz de la luna la que los iluminaba ahí, recostados uno al lado del otro.

Beomgyu no lo miró cuando le preguntó:

—¿Algún día tendrás a tu propia familia, Yeonjun? ¿Tú serás padre de alguien?

—No lo creo. —Admitió, moviendo su cabeza de lado a lado pero sin mirar tampoco a Beomgyu. —No creo que pudiera entender a los niños. No entiendo a los adultos ahora.

—Sí. Yo tampoco lo creo…

Entonces estaba mirándolo, alzando las cejas en su dirección.

—¿El qué? ¿Tampoco quieres hijos?

—No. —Sus ojos se encontraron. Beomgyu le sonrió y giró su cuerpo para mirarlo correctamente, lo que Yeonjun imitó como reflejo. —No creo que tú tengas hijos. Eres demasiado torpe, ya imagino lo mucho que te enojarás cuando ellos tengan parejas.

—Torpe…

Yeonjun le sonrió.

Todavía no tenía la mejor convivencia con el novio de su madre, pero ya no hacía de todo por correrlo de su casa cuando visitaba a la mujer. Ella se veía enormemente feliz y emocionada cuando estaban los tres en la mesa, cuando salían juntos o jugaban algún estúpido juego de mesa.

Yeonjun jamás se atrevería a quitarle la sonrisa de la cara a su madre.

Beomgyu y él se miraron por largos segundos sin nada que decir, sólo en un cómodo y curioso silencio, hasta que Beomgyu tomó una respiración y volvió a hablar.

—¿Yeonjun?

—¿Mhm?

Y de pronto, él estaba inclinándose por encima de Yeonjun, con sus rostros muy cerca y una sonrisa dulce.

—Si tu madre se fuera… —Propuso hipotéticamente. —O si nunca tuvieras una familia, novia o lo que sea, no tienes que tener miedo.

—No teng–…

Antes de poder terminar, Beomgyu estaba apoyándose hacia el frente y callándolo con un beso corto en los labios, demasiado suave y demasiado picante.

A Yeonjun le hormiegueaban los labios con la sensación final del beso, y estuvo sonrojado antes de darse cuenta.

—Yo siempre voy a estar cerca de tí y voy a quererte todo lo que haga falta para que tú corazón se sienta lleno a reventar.

Pero se había quedado sin palabras y, lo único que le quedó por decir después de un momento, fue un murmullo.

—Gracias, Beomgyunnie.

Youngblood.Where stories live. Discover now