Capítulo VIII

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Capitulo VII

"El sol es debil cuando se eleva primero y cobra fuerza y coraje a medida que avanza el dia"

—Vieja tienda de curiosidades de Charles Dickens

América

Solté el aire con demasiada fuerza, demás estaba decir que me encontraba considerablemente exasperada, mientras me pasaba la mano por la cara, la seguía escuchando por el auricular del teléfono, pero en realidad, muy en el fondo, lo que quería era dejarla de escuchar.

Sofí seguía diciendo cosas que no tenían sentido y a mí me dolía mucho la cabeza, había tenido más de doce horas de entrenamiento y la verdad, lo único que quería en este preciso momento era dormir o por lo menos que ella dejara de gritarme por teléfono.

—¿Me estás escuchando?—, rodee los ojos, no me veía así que me importaba muy poco.

—Fuerte y claro— ironicé, mientras me sentaba en la jardinera para descansar un rato mis piernas.

—¿Y por qué no dices nada?

—Porque estoy cansada, Sofía— le dije— me duele cada músculo del cuerpo, y solo quiero irme a mi habitación a dormir, te dije que mañana viajaría, ¿cuál es la necesidad de discutir?

Sofía era mi mejor amiga desde que tenía uso de razón, y a pesar de que era mi mejor amiga y yo siempre la había apoyado en todo, nunca había estado de acuerdo con la vida que quería para mí, cuando le informe que me iba de casa para estar en la central donde papa había pasado la mayor parte de su vida, se atacó y durante más de una semana intento convencerme de que no era bueno para mí.

Estaba acostumbrada a que la gente no me apoyara, que pensaran que no podía o que no confiaran que podía aguantar lo suficiente para demostrar algo, pero cuando Sofía dudo desde el segundo uno que esta era mi vida, me rompió el corazón en pedazos diminutos.

—Nunca tienes tiempo— afirmo— siempre estás muy ocupada o muy cansada, ¿será así siempre?

Suspire exasperada, desde que estaba aquí solo habíamos estado peleando por el tiempo que le dedicaba a los entrenamientos, las clases y los procedimientos. Me molestaba que ni siquiera haya preguntado por el accidente, si estaba bien o algo, llamaba para pelear o para quejarse.

—No quiero tener estar conversación de nuevo— cerré los ojos, tranque la llamada y enseguida apague el teléfono.

Si me quería tanto como decía, ¿por qué le costaba tanto entender que era aquí donde quería estar? No espera que me entendiera o aceptara mis decisiones, solo quería que me apoyara a pesar de todo, pero aparentemente todos me estaban dando la espalda. No me quería autocompadecer ni estar dando lástima por los pasillos, pero ya no sabía como sentirme al respecto, ¿de verdad era tan malo estar aquí?

Me empezaron a arder los ojos y poco a poco sentí como las lágrimas calientes mojaban mis mejillas. Era patética.

—¿Por qué lloras?— el corazón se me paralizó cuando escuché su voz.

De verdad debía verme patética, llorando en una jardinera como si mi novio de la infancia me hubiese terminado por teléfono, pero es que me sentía tan tonta.

—¿Estás sorda?— rodé los ojos, olvidaba quién me hablaba.

—No creo que mi vida personal sea su problema, Teniente— me levanté del suelo, me seque las lágrimas y lo mire a los ojos sin importar que tan estúpida me veía— sus horas de entrenamiento culminaron por el día de hoy, así que si me permite...

—No quería molestarte— se encogió de hombros y saco una cajetilla de cigarrillos del bolsillo de su vaquero, y hasta ahora me daba cuenta de que iba con ropa diferente— solo pensé que necesitabas alguien con quien hablar.

—¿Ahora eres amable?— pregunte con ironía, mientras miraba la pantalla apagada del móvil

—No confundas las cosas— dijo, luego de expulsar el humo con olor a menta— ¿me acompañas?—Me encogí de hombros y lo seguí fuera de la estación, ¿qué podía perder?

Para ser sinceros me causaba intriga que podría decirme, se veía burlón y poco empático y se le contaba que la gente que me rodeaba me hacía sentir insuficiente, seguramente se reiría en mi cara. Siempre debajaba que la opinión que tenían los demás sobre mí afectara mis decisiones y la opinión que tenía yo sobre mí misma, patético, lo sé.

Caminamos en silencio poco menos de tres cuadras, la noche estaba fresca y la cantidad de gente que había en la calle era una locura —Tonta América, es viernes— siempre que pensaba que él no me estaba prestando atención, miraba su perfil. Tenía la mandíbula cuadrada y la nariz respingada, su cara era mucho más rústica que la de Christopher, que tenía facciones más bien tiernas, pero lo que hacía Christian atractivo... era el aire de misterio que desprendía de él.

—Los muchachos vienen aquí siempre que hay días libres— me dijo a penas, nos detuvimos frente a local con luces led, demasiado brillantes para mi gusto— sorprendentemente, hoy no vino ninguno

—Excepto tú— puntualicé, lo que lo hizo asentir y me dio sonreír, haciendo que mis piernas temblaran.

Era tonto, no lo conocía y desde que nos habíamos visto por primera vez no peleábamos y nos insultábamos, en los entrenamientos hacía mi vida miserable, pero si sonreía y su tono de voz disminuía a uno más normal, mis piernas flaqueaban y mi corazón hacia el intento de salirse de mi pecho, como si sus dos personalidades tuvieran un efecto casi enfermizo en mí.

—¿Me escuchaste?— pregunto, tomándome el brazo para que me detuviese, pero no lo había hecho

—Lo siento— dije avergonzada, cubriéndome la cara con mi cabello para tapar lo roja que seguramente me había puesto— ¿qué decías?

—Te preguntaba que si había algo especial que quisieras tomar— me encogí de hombros, no era muy tolerante al alcohol.

—Una piña colada, tal vez— él asintió y me dejo en la mesa para pedir nuestras bebidas.

Él quería que le contara qué me pasaba, pero, ¿qué exactamente me pasaba? No todo el mundo entendía lo incapaz que podías sentirte cuando la gente que debía apoyarte no confiaba en lo que hacía o que al menos intentabas hacerlo lo mejor que podías, no quería que otra persona me viera como si necesitara su lástima.

—Te escucho— puso frente a mí la copa mientras él bebía de su botella de cerveza.

—No creo que sea algo entretenido de escuchar— me rehusaba a una mirada, se condescendía más en mi vida.

—Inténtalo.

Suspire y empecé contándole las discusiones constantes que tenía con Nick y con su manera absurda de pensar que humillándome me protegía, con mi mamá y su inexistente conexión conmigo ni siquiera se había comunicado conmigo cuando tuve el accidente, pude haber muerto realmente y ella no se abría enterado porque nunca le contesto al Capitán, hable de Sofía y su terquedad por no entender que amaba mi vida y lo que hacía, amaba cada cosa buena o mala que me pasaba dentro de la central y que no cambiaria nada, ella tampoco estuvo cuando dure semanas inconsciente solo me dijo "te lo dije, te dije que no fueras a arraigarte a hacer algo que no sabes como se hace" y no me había dado cuenta de lo tóxica que era mi vida hasta que empecé a contársela a alguien que prácticamente no conocía en voz alta.

—¿Y bien?— le pregunté después de tomar un sorbo largo de mi bebida— soy patética, ¿verdad?

—No eres patética, pero si tengo varias cosas que decirte— dijo, tomando una posición más erguida— nadie puede hacerte sentir mal sin tu consentimiento, nadie puede opinar sobre tu vida si no ha pasado por lo que y nadie puede saber que tan buena eres haciendo algo si no te han visto dejando hasta el último aliento, no puedes decirte que hacer y que no si no te conocen, América.

Y entonces, cuando quise responderle que quizás tenía razón, pero que no sabía como hacerlo sin que me odiaran o sin sentir que les debía algo a todos, un sonido fuerte e insoportable hizo eco en todo el establecimiento, la música y las voces fuertes se detuvieron y una cortina de humo empezó a oscurecerlo todo, mis oídos pitaban y solo sentí como me jalaban del brazo y me miraban directamente a los ojos.

—Quizás este sea el momento preciso para demostrarle a todos los que dudas de tus capacidades, que eres la guerrera más valiente de todas— me grito a la cara, mientras me daba cuenta de que el local empezaba a ser invadido por las llamas. 

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⏰ Última actualización: Aug 28, 2023 ⏰

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