Capítulo I

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Capítulo I

En que Maquio cuenta quién es

Solo sé de mí, señor, que me llamo Maquio. Nací en una guardería a las afueras de Ciudad Gres, en Teselia. Era aquél un hogar de tanto amor, que todos los pokémon del lugar íbanse a acoger allí, cosa muy al revés de otras tales, donde a muchos acontece entrar santos y salir mártires —que hay guarderías para todo—. ¿Mis padres? Nunca los he conocido; pero, según he oído hablar de ellos, diz que eran los más pícaros y artificiosos ladrones que en esta región se han visto. Y no digo esto por alarde, que bien saben los que los conocieron cuán cierto ello es.

De mi madre sé decir que era como un sol; tal vez andaba amanecida y las más puesta. Ella era una Zoroark, de todas la más valorada. Nunca indispuesta, digo, al labor de la crianza, porque a todos trataba como a sus hijos. Perdió la vida por dármela a mí, porque murió mientras me daba a luz. Y sospecho yo que también se la hubo de dar a una tal hermanica mía, a la que espero algún día conocer. Digo esto porque algunos solían decirme que yo era igualito a la zorra de mi madre.

De mi padre, señor, temo que no podré darle fe, puesto que cada vez que le pregunté al Stoutland de Antonia —que así se llamaba la dueña de la guardería— sobre él, me dijo que era un maldito(1). Esto, señor, yo nunca lo entendí.

Lo que viví en aquella guardería —que mejor se llamara criadero—, Arceus lo sabe. Mas, si va a decir verdad, en todo lo que tocaba a la bucólica, ello era mi perdición. Y puedo sobre esto referir uno o dos sucesos graciosísimos que me sucedieron allí estando, siendo aún cachorro:

Es, pues, de saber que en aquella casa había un patio verdísimo y muy curioso, donde los pokémon podían solearse o sestear sobre la fresca yerba, bajo la sombra de grandes juncos, así como trebejar en el extenso de aquel gustoso y esmaltado jardín. Yo, como buen hijo de mi linaje, que si por la cuerda se saca el ovillo, por él sacarás que tengo ciertos bosquejos de ladrón, determiné entrar a la casa con esperanza de hallar algo con que entretener la barriga.

Cabe mencionar que aquello no nos estaba permitido, por lo que me aproveché de mi habilidad de ilusión para hacerme pasar por aquél Stoutland al que me referí denantes, y no hube andado ni dos docenas de pasos cuando noramala me perdí —que era el campo franco y yo muy curioso—, y, siguiendo con mis narices un dulcísimo aroma que me condujo hacia un pequeño aposentillo al lado del humero, vi la puerta abierta al remedio de mi congoja, y metime allí pasico. Era aquella una considerable despensilla —aunque a mis ojos una segunda Ciudad Cerezo— repleta de todos manjares, pan y conservas. Víveres había allí para sustentar toda la casa, y como despensero nuevo y señor de aquel castillo, tomando a tiro la ocasión que se me daba, sencilla cosa fue descomedirme.

Y fue que, tomando cargo de catador, oficio muy a mi propósito, a cada cosa que hallaba le hacía la salva. Todo a hecho, tragando sin paladear, dejándolo todo a buenas noches, con toda sagacidad y advertimiento.

Dice el refrán que no hay mejor salsa que la hambre y buenas ganas; y dice bien, porque, aunque muchos de esos manjares no convidaban bastante con su sabor, no dejé pan sin ratonar ni col sin trasquilar. Era capeador de cebollas, escultor de bizcochos y sastre de jamones. Todo a uno, y a un tiempo todo. Hice la carne postas, y de las postas menudos, sin evidar nada a la mesa.

En fin, tanto me desmandé, que al cabo me vi ahíto y muy acosado de torzones. Estaba tal que no me atrevía a tomar aire por no reventar. Quise levantarme e irme a remojar la palabra en la fuente del jardín, cuando Arceus y noramala tropecé con un negro salero, el cual hizo tal escándalo al romperse, que pronto acudió Antonia a ver qué fuese aquello, temiendo lo que finalmente halló. Intenté ponerme de pie y esconderme luego, pero no me valió, porque quedé tan sabroso —tanto de la merienda como de la salazón—, que no hallaba cómo levantarme. Bien pudiera haber dicho la vieja «¡Hallado lo he al veneno!» en viéndome de tal suerte, y aquí quisiera callar, pues solo Arceus sabe cuán mal me sabe recordar aquéste suceso. Digo, pues, que así como me vio, me asió del suelo levantándome par de su rostro, y llegándolo hacia mis traseras partes, tornó a mirar y remirar como queriéndole engañar a los ojos que veían —pues tenía fama de ser medio ciega—. Con esto comenzaba la bicharraca a escarbarme, y preguntándole a gritos el porqué de tal desvergüenza, dijo que aguardase quedo en lo que me echaba el enema. Yo, por más que pataleaba, la vieja me tenía asido con una fuerza que su complexión no la demostraba; y, tentándome el rabo, decía la maldita: «Tal le sucederá a los que son ladroncicos como tú. Abre las puertas». Rogábale me dejase ir con todos los diablos, y del alboroto soltáronseme unos cuantos suspiros (jamás permitiese yo tal desacato), con que la gaita comenzó a sonar como una de las siete trompetas del apocalípsis. Maldije entre mí una y otra vez a la vieja, porque hasta entonces había estado procurando no pearme, por temor a acordarle donde tenía las posaderas.

Finalmente, me echó la medicina, la cual se la devolví sahumada, según comía dentro, enjuagándole con ella los ojos. La desventurada se asqueó, con que al cabo me valió para zafarme a fuerza de mojicones, de manera que por poco no le horadé el rostro. Quedó la pobre tan desquijarrada como yo desculado. Juro haber regresado luego al patio con tanto dolor de mi cuerpo y pesadumbre de mi ánima, que acaso llegué dando tumbos y medio muerto. Yo me las daba al diablo y a la puta que me parió, renegando de la maldita hora en que hube nacido, dando mil ayes y haciendo otros dos mil berrinches. Ahora, solo diré que, si es que aún no te ha quedado claro cuán mal me tuvo aquel suceso, te juro que de allí a los siguientes diez días no me atreví a robar migaja de cosa.

Y así, de diablura en diablura, fui creciendo, y con ello mis ganas de ver mundo. Y viéndome tan mal heredado, tanto de fortuna como de honra —que en nada de esto se puede amparar el que es huérfano—, determiné partir de allí y buscar nueva vida fuera de la guardería.

(1) O, dicho de otra manera, un mal Ditto

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⏰ Última atualização: Jul 09, 2023 ⏰

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Historia de la vida de Maquio, el Zorua Onde as histórias ganham vida. Descobre agora