Capítulo 26: Primera vez.

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La noche se cernía sobre el bosque, y el susurro del viento acompañaba el suave vaivén de las hojas de los árboles. Xia y Zien se encontraban en la laguna, un lugar mágico donde habían compartido momentos de complicidad y amor a lo largo del tiempo. El brillo plateado de la luna se reflejaba en el agua quieta, creando una atmósfera íntima y serena.

Ambos habían esperado este momento durante mucho tiempo. Desde el primer instante en que sus miradas se encontraron, supieron que estaban destinados a estar juntos. Sin embargo, Zien, con su naturaleza de hombre lobo, siempre había sentido el temor de perder el control y hacerle daño a la mujer que amaba con tanta intensidad. Por eso, había decidido contenerse, resistiendo el impulso de dejarse llevar por la pasión.

Pero ahora, con el peso del deseo acumulado durante tanto tiempo, se encontraba en un dilema interno. Amar a Xia significaba perderse en ella, rendirse a la entrega total de sus cuerpos y al vínculo profundo que compartían. Era una paradoja: temía perder la cabeza, pero también sabía que ella era la única capaz de devolvérsela.

Xia, por su parte, percibía esa lucha interna en los ojos del lobo. Sentía el amor y la pasión que él le guardaba, y estaba dispuesta a aceptar todo lo que eso implicaba. 

Se acercó a él con pasos lentos pero seguros, agitando la templanza del agua con cada movimiento, su mirada reflejando la confianza y el deseo que había crecido en su interior. Sin palabras, se encontraron en un abrazo apasionado. Sus labios se unieron en un beso cargado de promesas y anhelos. Zien podía sentir la calidez de Xia en sus brazos, y su corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho.

Con delicadeza, el moreno deslizó sus manos por el contorno de su rostro, acariciando su mejilla suavemente. La suavidad de su piel contrastaba con la ferocidad de su naturaleza, creando un equilibrio perfecto entre la ternura y la pasión desenfrenada que los consumía.

A medida que se besaban, el mundo a su alrededor desaparecía. Solo existían ellos dos, fundiéndose en un abrazo que trascendía lo físico. Xia podía sentir la tensión en el cuerpo de Zien, su lucha interna por mantener el control.

Lentamente, Zien separó sus labios y posó su frente contra la suya. Sus ojos se encontraron en un silencioso entendimiento, y fue en ese momento cuando el lobo dejó caer las barreras que lo contenían. Se abandonó al amor que sentía por ella, permitiéndose ser vulnerable y entregarse por completo.

El agua fresca los envolvía, como un abrazo líquido. Las estrellas en el firmamento los observaban con admiración, testigos de un momento íntimo y sagrado. En ese instante, no había miedo ni dudas, solo amor y la certeza de que estaban destinados a compartir sus vidas.

Zien se encontraba hipnotizado por la simple mirada de Xia, cuya presencia frente a él desataba una pasión arrolladora. Con un movimiento lento y cuidadoso, sus dedos acariciaron el suave contorno del cuerpo de la humana, siguiendo el trazado de su figura esbelta. La excitación se intensificaba a medida que la despojaba de su vestido blanco, revelando su torso desnudo y perfectamente moldeado. Era como si nunca antes hubiera prestado la debida atención a los senos de la joven, pero en ese momento, sentía un anhelo incontrolable por tocarlos, acariciarlos y perderse en su suavidad.

Con delicadeza, se adentró en el universo de la redondez de sus senos, sintiendo cómo ella se tensaba bajo su tacto. Eran del tamaño perfecto, encajando en sus manos con una precisión asombrosa, como si hubieran sido creados específicamente para que él los explorara. Cada caricia enviaba una ola de placer que recorría el cuerpo de Xia, quien se retorcía ligeramente mientras era presa de sensaciones indescriptibles. Aquel contacto íntimo le revelaba un deleite desconocido, pues nunca antes había experimentado tal plenitud con el simple acto de acariciar sus propios pechos.

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