Capítulo 25: Verlo contenerse.

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Gaia se acercó a Xia, quien tenía las mejillas sonrosadas y apartaba la mirada de la pareja.

—No te preocupes por eso, a veces los lobos tienden a ser un poco... bruscos durante el acto sexual —explicó, con una sonrisa. Ella y Zien compartían esa particularidad, parecían saber exactamente lo que Xia pensaba, respondiendo a preguntas no formuladas.

Xia volvió a mirar a la pareja, que ahora se daba un tierno beso seguido de un pequeño golpe en las costillas por parte de uno de ellos, dando inicio a un juego de persecución íntimo y juguetón.

¿Entonces los lobos eran rudos en la intimidad? Xia nunca había escuchado algo similar antes, y Zien tampoco se comportaba de esa manera. Él solía ser tierno y gentil... al menos la mayoría del tiempo. Xia comenzó a reflexionar sobre todas las veces que habían estado juntos hasta ahora. En realidad, nunca habían llegado al final en ninguna de esas ocasiones. Incluso cuando Zien mostraba una actitud más brusca, terminaba volviéndose dócil al final.

¿Acaso se estaba conteniendo por ser ella una humana? La idea le dejó un sabor amargo en la boca. Si Zien se estaba reprimiendo cuando estaban juntos debido a su condición humana, eso significaba que él no podía disfrutar al máximo de su compañía, mientras que ella sí lo había hecho en cada ocasión. Seguramente, si él estuviera con una chica de su misma especie, podría...

Gaia pareció leer el torbellino de preocupaciones que se reflejaba en el rostro de Xia y se arrepintió de haber mencionado ese aspecto íntimo de los lobos.

—¡Pero no te preocupes! ¡No todos son así! Zien te ama y seguro disfruta mucho cuando ustedes están juntos —intentó enmendar su error Gaia, pero sus palabras solo despertaron más inseguridades en la humana. La idea de que su relación con Zien no fuera plena y satisfactoria la atormentaba.

Ellos nunca habían estado realmente "juntos". Habían compartido momentos íntimos, sí, pero nunca habían llegado al punto de completar ese acto. Xia se sentía confundida y se cuestionaba si en realidad Zien disfrutaba de su compañía tanto como ella lo hacía.

Gaia, al notar la falta de convicción en los ojos de Xia, buscó distraerla de sus pensamientos y dirigió su atención hacia una pequeña pila de rocas que se encontraba a cierta distancia. Sin decir palabra, se acercó a ellas y tomó una en su mano.

—Xia, mira, apuesto a que no puedes hacer que estas rocas reboten más veces que yo —la desafió Gaia, lanzando una de las piedras con fuerza, logrando que rebotara varias veces sobre la superficie del agua. Los ojos de Xia se iluminaron con curiosidad y emoción.

—¿Cómo hiciste eso? —preguntó Xia, totalmente cautivada por el espectáculo. Jamás había presenciado cómo una roca podía saltar sobre el agua como si fuera un trampolín.

La rubia, satisfecha de que su estrategia funcionara, se acercó a Xia llevando consigo algunas rocas y comenzó a enseñarle cómo lanzarlas correctamente. Al principio, la joven no tuvo mucho éxito, pero con cada intento, su habilidad mejoraba gradualmente. Finalmente, en su cuarto intento, una de las rocas logró dar dos pequeños saltitos sobre la superficie del agua, iluminando completamente el rostro de la castaña.

—¡Lo lograste! —exclamó Gaia emocionada, como si estuviera celebrando una victoria infantil. Sentía un gran aprecio por esta humana y estaba contenta de que su amigo se hubiera enamorado de alguien tan especial. Xia demostraba una autenticidad en sus sentimientos y emociones que resultaba cautivadora. Su pureza y su curiosidad por el mundo eran encantadoras. La forma en que abordaba cada detalle desconocido despertaba en los demás el deseo de protegerla del mundo y mostrarle más y más maravillas.

Poco después, Zien regresó al lugar. El sol comenzaba a ponerse y Gaia y su manada se prepararon para regresar a casa, prometiendo volver muy pronto.

Esa noche, en la intimidad de la cueva envuelta en penumbras, mientras el resto de la manada había desaparecido, Zien no perdió ni un segundo y, consumido por una pasión incontrolable, no perdió un instante y se abalanzó sobre Xia con un ansia insaciable. Con movimientos precisos, atrapó a la humana bajo su cuerpo, besándola con ternura mientras acariciaba con delicadeza su mejilla mientras disfrutaba del deleite visual que tenía frente a sus ojos. La luz tenue de la luna se filtraba por la abertura de la cueva, iluminando las facciones perfectas de su humana.

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